Abierto por Navidad

CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“No es que en Navidad las gentes se vuelvan hipócritas o, simplemente, que se pongan unos vestidos adecuados para la ocasión. Se trata, más bien, de vivir aquello que cada uno tiene de mejor”.

A iniciativa de la comunidad franciscana, se invitó a todos aquellos que lo desearan a pasar la Navidad en el convento. Fue una experiencia tan ejemplar como entrañable. Cuando llegan los días de Navidad, parece como si todos, de la noche a la mañana, nos transformásemos en unas personas distintas, amables, comprensivas, el corazón sensible a la bondad, acercamiento a las personas de las que se estaba distanciado, rebrote de las señales de una fe, si no perdida, sí un tanto olvidada, disposición para compartir…

Al terminar la Navidad volvemos a nuestras antiguas y malas costumbres de intransigencias, enemistades, olvidos e indiferencia por todo aquello que hace referencia a lo religioso.

Aunque de todo hay en la viña del Señor, esta actitud de quita y pon para unos días de fiesta es bastante corriente. Algunos lo pueden tachar de hipocresía. No pienso que sea así. Lo que ocurre es que los días de Navidad son como un revulsivo, como esos agentes catalizadores que ayudan a que se realice la operación deseada.

Cada año, la Navidad nos propone
un renovado deseo de vivir y dar testimonio
alegre de la fe, y de promover los valores de
la vida, la solidaridad y la paz.

No es que en Navidad las gentes se vuelvan hipócritas o, simplemente, que se pongan unos vestidos adecuados para la ocasión. Se trata, más bien, de vivir aquello que cada uno tiene de mejor y que, por desconocidas razones, se guarda en el cajón de la indiferencia durante todo el año y es expuesto en los días navideños.

Abierto por Navidad y para que no se cierre nunca. Ser cristiano no es cuestión de unos días, sino de vivir conforme a lo que Cristo, el Señor nacido en Belén, nos ha enseñado como una forma de vivir. El día de Navidad es una jornada para vivirla todos los días del año: hacer ver a las gentes la presencia del Verbo de Dios entre los hombres.

San Francisco de Asís quería que el día de Nochebuena se esparciera trigo entre los campos nevados para que las aves del cielo pudieran tener alguna comida en ese día de invierno. Incluso requería a los frailes para que frotaran las paredes del convento con pedazos de carne, para enseñarles que todas las criaturas debían hacer fiesta porque muy grande era la alegría que Dios nos mandaba.

Abierto por Navidad y abierto para todos. Muchos bien quisieran celebrar estos días con alegría y con abundancia. Puede ser que falten las dos cosas. Para algunos, será la falta de fe; para otros, la carencia de lo más imprescindible para poder ir viviendo.

Las puertas se cierran no solamente para esa familia de Nazaret que viene pidiendo posada, sino para el indigente que no encuentra sitio para celebrar, con un poco de bienestar y mucho de dignidad, lo que requiere su condición de persona y de llamado por Cristo a una mesa en la que no puede haber exclusión alguna.

Decía Benedicto XVI que, cada año, la Navidad nos propone un renovado deseo de vivir y dar testimonio alegre de la fe, y de promover los valores de la vida, la solidaridad y la paz (16-12-2011).

En el nº 2.782 de Vida Nueva. Número especial Navidad–Fin de año 2011

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