Novena de Navidad

La vieja y poderosa novena de Navidad

Tan colombiana es la frase “Oh gloria inmarcesible …” con que comienza el himno nacional, como la que reza “Benignísimo Dios de infinita caridad…”, con que se inicia la tradicional novena de Navidad que por decenas de años ha resonado en los oídos de niños, jóvenes y adultos. Con la primera frase del himno nacional la gente se pone seria y se quita el sombrero. Con la de la novena la gente se recoge, calla y reza. Como todo lo tradicional, la novena de Navidad se ha visto sometida a infinidad de presiones, embates, malas lecturas, reformas y sin embargo, se mantiene en pie y, como dicen en las librerías, sigue teniendo salida, es decir, se sigue vendiendo. Desde luego, se sigue leyendo. Y, nos preguntamos, ¿produce algún efecto?

Siempre tiene su elemento de riesgo el preguntar por los efectos de lo espiritual porque significa que se quiere medir lo que no parece ser medible. Claramente la novena de Navidad ha tenido efectos en la mayoría de la nación colombiana.  Pero a la colombiana, es decir, en medio de mil contradicciones e incomprensiones.  El más visible de los resultados desde el punto de vista pastoral es que como ninguna otra devoción, la novena congrega a los colombianos en un momento de oración continuada por nueve días. Y lo hace casi que inobjetablemente, en el sentido de que para muchísimas familias y comunidades, lo más natural y apropiado en las vísperas de la Navidad es hacer la novena. Acaso solo el Rosario logre en ocasiones congregar de forma parecida.
Un segundo efecto de la novena de Navidad es que le imprime a la fe católica un elemento de ternura, al contemplar al Dios niño y si se considera la lejana época en que se escribió, pues resultaba un elemento absolutamente novedoso, en medio de una fe fría y racional que dominaba el panorama. De alguna manera esta vieja novena fue una pequeña revolución que se anticipó a todo el sentimentalismo que hoy domina buena parte de la fe religiosa moderna. Y allí hay mérito grande pues para la cultura colombiana ese elemento emocional es absolutamente importante y quizás vino a ser reforzado unos años más tarde con la instauración y creciente devoción al Divino Niño, difundido con poderoso empeño pastoral por los Padres Salesianos desde el santuario del barrio 20 de julio en Bogotá.
Sin embargo, no se puede desconocer que la transformación de la Navidad en un evento sobre todo de tipo comercial y llevado a los extremos más ridículos del consumo material, ha golpeado con mucho a esta devoción típicamente católica. A veces resulta ser su lectura apenas como el abrebocas de una época que, habiendo sido marcada por siglos por el espíritu de la encarnación del Hijo de Dios, hoy es en buena medida un carnaval pagano que adora al dios del gasto compulsivo y de la fiesta sin motivo conocido y ni siquiera preguntado. Y la lectura de la novena en su texto original, con sus oraciones y consideraciones más bien disonantes para el oído moderno -y quizás con la ayuda de un mal lector- no sabemos si logre comunicar algo que realmente toque las mentes y los corazones de quienes están frente al pesebre contemplando las melancólicas figuras de siempre.
No obstante todo, las veces que la novena de Navidad se realiza con cuidado y devoción, realmente logra irradiar la fe y el amor a Dios de las gentes. Como todas las largas tradiciones debe ser tratada con cuidado y no se debe caer en la tentación de imprimirle cambios radicales que pueden romper la raíz que se nutre de la fe y a la vez la alimenta. Debe conservar su espacio propio como oración de familia y no debe ser eucaristizada porque se trata de dos realidades realmente diferentes. Es un espacio ganado por más de un siglo de amor al niño Dios y aunque la novena puede y debe ser revisada en la forma en que se realiza y quizás en algo de su contenido, en el ambiente que la rodea, no cabe duda de que no tiene par a la vista y despreciarla sería por lo menos temerario desde el punto de vista pastoral. VNC

 

La novena de aguinaldos

Aunque Fray Fernando de Jesús Larrea se inventó la novena de aguinaldos, con una clara intención meditativa acerca del misterio de la encarnación, tenemos que agradecerle a una monjita de la enseñanza, la madre María Ignacia, pues la hizo “más guapachosa” adaptándola y agregándole los gozos. ¿Se imaginan rezar la novena sin pandereta, aplausos, maracas y sin cantar: ven, ven, ven… dulce Jesús mío?
En nuestro país tenemos una intensa celebración del tiempo de preparación al nacimiento del Niño Dios; sin embargo, pareciera que desde el veinticinco de diciembre en adelante hasta reyes, desaparece el gozo, la alegría y el jolgorio.
La emoción del final de año y para muchos las esperadas vacaciones, hacen perder la conciencia de que el mismo Dios ha puesto su tienda entre nosotros.
Me parece muy importante vivir con gran alegría el tiempo de adviento; rezar una y mil novenas diarias. Que en la casa, el salón comunal, en la oficina y en cualquier lugar se pronuncie el nombre de Dios, de su amado hijo, de María y San José, realmente es fabuloso. Poder compartir: buñuelos, natilla, galletas “caravana” (¡no es publicidad, lo que pasa es que nunca faltan en este tiempo!) es muy importante para bajar la tensión del año y sentirnos hermanados por la inminente venida del Dios que salva. Este tiempo es un tiempo de salvación; se mueve la economía del país, se ayuda a causas humanitarias, se siente el afecto y la solidaridad con los más pobres y pequeños, hasta en las selvas más profundas y espesas el eco de estos días hace mella.
Sin embargo, sería muy importante al realizar la práctica piadosa de rezar la novena de aguinaldo, sentir que estamos invitados por Dios a realizar el camino al lado de José, María y ese bebé que nos va a dar tanta alegría. Caminar con nuestra familia como ella sea; con la familia desplazada, con la familia que experimenta sufrimiento y problemas económicos, con la familia que solo es madre o padre cabeza de hogar, con la familia que experimenta la muerte de un ser amado y con la familia que ha perdido todo por el invierno. Al rezar la novena tenemos la oportunidad de ponernos en contacto con el “Dios con nosotros” que aún sabiendo quienes somos nos hace parte de su divina familia.
Agradezco al equipo de Vida Nueva, la oportunidad que me dieron en este año de escribir esta columna y a todos los queridos lectores por leerla. ¡Muchas bendiciones en Navidad y año nuevo! VNC

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