Las noches y los días de Dios

CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“Que la noche no impida los quehaceres de la misericordia. Era advertencia de los antiguos maestros del espíritu. Y el consejo continúa teniendo su vigencia, pues el ejercicio de la caridad ha de ser tarea permanente del cristiano”.

Sin querer, o con toda la buena intención del mundo, en estos días de cambio de año, de balance y proyectos, las cosas que se relacionan con Dios, aun en los menos creyentes, vienen a ponerse de actualidad. Es que se puede prescindir de muchas cosas. De la vida, no. Y aunque uno pretenda vivir como si Dios no existiera, el buen Señor y Padre se abre un huequecito en el corazón de sus gentes.

Suele ser un pequeño tormento. A los muy ocupados, la “apretada agenda” les trae de cabeza. Y ya se puede suponer lo que les ocurre a quienes están sin empleo y sufren de tanta inseguridad con la agenda vacía de ocupaciones. Un tiempo en el que no hay nada que hacer. La apretada agenda se ha quedado de lo más vacía y los días se hacen interminables.

“Cristo tiene también su agenda. Un poco distinta,
pues quiere compartirla.
Que se fije en ella la atención del cristiano
y vea cuál ha de ser el trabajo a realizar cada día”.

Cristo tiene también su agenda. Un poco distinta, pues quiere compartirla. Que se fije en ella la atención del cristiano y vea cuál ha de ser el trabajo a realizar cada día. Si está unido, identificado con Cristo, no cabe la menor duda de que no es sino el Señor quien marca el dietario, los afanes de cada jornada.

Hay días feriales y domingos y fiestas. En todos y cada uno de ellos hay obligaciones permanentes, que apenas cambian, si no es por el ritmo de los tiempos litúrgicos. Pero siempre hay capítulos obligatorios de la oración, la revisión de vida, de la súplica, de la alabanza y de la caridad fraterna.

Que la noche no impida los quehaceres de la misericordia. Era advertencia de los antiguos maestros del espíritu. Y el consejo continúa teniendo su vigencia, pues el ejercicio de la caridad ha de ser tarea permanente del cristiano.

En esa agenda diaria no se puede cambiar, en forma alguna, el vestido interior, que ha de reconocerse en todas y cada una de las señales con las que se aprecia una auténtica conducta cristiana. Es la obligación moral que resulta de la plena coherencia entre el pensamiento y las costumbres.

Esa túnica interior que nos reviste es el bautismo. El centro de cada día, la Eucaristía, celebrada, recibida y adorada. El domingo es el día del Señor, de la Iglesia, de la familia… Es el día de la resurrección de Cristo. Junto a ese “domingo de todos los domingos”, la memoria de los grandes misterios de la Encarnación y las solemnes celebraciones de la Virgen y de los Santos.
Cristo tiene su agenda. Es también la nuestra.

Decía Benedicto XVI: “El Credo que proclamamos cada domingo en la Eucaristía nos protege precisamente del peligro de creer en un Dios que no es el que Jesús nos ha revelado. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe, yo contribuyo a sostener la fe de los otros” (Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud 2011).

En el nº 2.780 de Vida Nueva.

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