‘La conspiración’: la ley del patíbulo

La conspiracion - Fotograma

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J. L. CELADA | Los Estados Unidos cuentan con una historia joven como nación, aunque muy bien aprovechada. Sobre todo, por la industria del celuloide, que ha entendido como nadie aquello de vivir en “el país de las oportunidades”. Y, a la mínima que se le presentan, echa la vista atrás para recrear algunos de los episodios decisivos (o no tanto) en la construcción del sueño americano.

Este podría ser el caso de La conspiración, el nuevo trabajo como director de Robert Redford, que ha apelado al patriotismo de un puñado de productores para sacar adelante un proyecto de altos vuelos, pero fallido en su aterrizaje.

Lo que aquí nos narra el veterano cineasta, actor y productor son los acontecimientos que se suceden, a mediados de abril de 1865, tras el asesinato de Abraham Lincoln. Recién concluida la Guerra de Secesión, cuando muchas heridas permanecen aún abiertas, el atentado contra el presidente desata el caos y el miedo entre la sufrida población.

En busca de responsables, es detenida la madre de uno de los presuntos autores, acusada de acoger en su casa de huéspedes La conspiración que planeó matar al primer mandatario, a su vicepresidente y al secretario de Estado.La conspiracion - Fotograma

El Sur parecía haber vengado así su derrota contra la Unión, pero esa mujer sureña, católica y, “por encima de todo, madre” se convierte en víctima de la sed de venganza de quienes ven amenazada la frágil paz.

Es entonces cuando entra en escena un joven letrado y excombatiente unionista, que, fiel a su juramento como abogado (y antes como soldado), asume “la defensa de los inocentes contra la injusticia”. Una empresa que ahora se le antoja doblemente afanosa, pues no solo deberá demostrar la inocencia de su defendida frente al dedo inquisitorial de un tribunal militar, sino que sentirá la incomprensión y el rechazo de los suyos por interceder a favor del “enemigo”.

Asistimos desde ese instante a un thriller judicial demasiado teatral y previsible, que no acierta a explotar los enigmas de la posible culpabilidad de la protagonista. El proceso se reduce a un muestrario de huecas proclamas acerca de la violación de las libertades civiles, el sacrificio de los derechos o el necesario respeto de la Constitución contra los abusos de poder indiscriminado, porque su principal objetivo al ser redactada y aprobada fue “proteger a todos los ciudadanos, en la guerra o en la paz”.

De lo contrario, La conspiración acarrearía –tal como sucedió– consecuencias todavía más graves: una justicia “rápida y firme” que acaba por silenciar a la ley.

Recuerda acertadamente uno de los personajes que “el resultado no es la única manera de medir la justicia”. En cine, sin embargo, no suele haber otra. Lo cual equivale a decir que esta película, salvo ciertas interpretaciones, deja un saldo de bienintencionada corrección. Escaso bagaje para un título que prometía más de lo que da.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: The conspirator.

DIRECCIÓN: Robert Redford.

GUIÓN: James D. Solomon.

FOTOGRAFÍA: Newton Thomas Sigel.

MÚSICA: Mark Isham.

PRODUCCIÓN: Brian Peter Falk, Hill Holderman, Robert Redford, Jeremiah Samuels, Greg Shapiro, James D. Solomon, Robert Stone, Webster Stone.

INTÉRPRETES: James McAvoy, Robin Wright, Kevin Kline, Tom Wilkinson, Evan Rachel Wood, Colm Meaney.

En el nº 2.780 de Vida Nueva.

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