La Basílica de la Sagrada Familia, icono y realidad de la Nueva Evangelización

Fachada Sagrada Familia de Barcelona - visita Benedicto XVI
Fachada Sagrada Familia de Barcelona - visita Benedicto XVI

El propio Benedicto XVI consagró el templo como Basílica en 2010

LLUÍS MARTÍNEZ SISTACH, cardenal arzobispo de Barcelona | El Santo Padre Benedicto XVI, en la dedicación de la Basílica de la Sagrada Familia, se refirió a la inspiración que había movido al arquitecto Antoni Gaudí i Cornet en la construcción de este templo. Lo dijo con estas palabras: “En este recinto, Gaudí quiso unir la inspiración que le llegaba de los tres grandes libros en los que se alimentaba como hombre, como creyente y como arquitecto: el libro de la naturaleza, el libro de la Sagrada Escritura y el libro de la Liturgia. Así, unió la realidad del mundo y la historia de la Salvación, tal como nos es narrada en la Biblia y actualizada en la Liturgia”.

El templo de la Sagrada Familia –Basílica desde el 7 de noviembre de 2010 por concesión del Santo Padre Benedicto XVI, por bula firmada en la ciudad de Barcelona– se empezó a construir en 1882. Fue la Asociación de Devotos de San José la que encargó la construcción de un templo expiatorio dedicado a la Sagrada Familia.

Providencialmente, un año después de confiar el proyecto y las obras al arquitecto señor Villar, por falta de entendimiento con la Asociación, esta encargó el proyecto y la construcción al joven arquitecto Antoni Gaudí i Cornet, hijo de Riudoms y vecino de la ciudad de Barcelona. Tenía 31 añosde edad. Este cambio de arquitecto fue providencial y, con Antoni Gaudí, se ha conseguido un monumento singularísimo por su belleza, por su técnica y por su simbolismo religioso.

Torres de la Sagrada Familia de BarcelonaLa Basílica, después de 128 años, ha sido dedicada, pero no está terminada. Con el paso de tres siglos (XIX-XXI) se ha terminado el interior del templo por lo que hace referencia a sus cinco naves, crucero y ábside. Estamos todavía trabajando en el exterior, con la construcción de diez torres que representarán a Jesucristo, María Santísima, los cuatro restantes apóstoles y los cuatro evangelistas.

Falta también construir dos grandes sacristías, la capilla del Santísimo, el baptisterio y completar el claustro que circunscribe toda la inmensa Basílica. ¿Cuándo terminará? Yo desearía que terminara en el año 2026, que coincide con el centenario de la muerte de Gaudí.

Este “arquitecto de Dios”–como él se denominaba– decía que en este templo todo era providencial. Hay que decir que Gaudí tiene la causa de canonización incoada y el proceso superó ya la etapa diocesana y está en la Congregación para las Causas de los Santos, en Roma. Falta el milagro para poder ser declarado beato por el Santo Padre. Los restos mortales del siervo de Dios descansan en la cripta de la Sagrada Familia. Sería entrañable poder celebrar cuanto antes su beatificación en la Basílica que él proyectó y empezó a construir.

Él decía que todo era providencial en este templo, y ciertamente lo es. Basta aducir este dato: los últimos doce años han visitado el templo en construcción 25 millones de visitantes de todas las edades y de todo el mundo y nunca ha habido ningún accidente. Y ningún obrero ha sufrido ningún accidente.

“Su presencia parecería que contrasta con
la ciudad hecha de edificios y calles (…).
Las dos realidades conviven y no desentonan,
al contrario, parecen hechas la una para la otra;
la iglesia para la ciudad, y viceversa”.
Rino Fisichella.

Pero es providencial disponer de una Basílica como esta, bellísima y riquísima con simbología bíblica, teológica, catequética y litúrgica, en estos momentos que vivimos especialmente en las sociedades europeas occidentales, muy secularizadas y con mucha indiferencia religiosa. Hoy es urgente la Nueva Evangelización.

La Nueva Evangelización

La observación del catolicismo en el mundo nos llevará seguramente a constatar la necesidad de la evangelización, que en algunos lugares se tratará de la primera evangelización y en otros consistirá en la Nueva Evangelización (pienso en los países de antigua cristiandad). Sin embargo, en todas partes será necesario el anuncio explícito de Jesucristo.

Interior de la Sagrada Familia de BarcelonaNo podemos olvidar que la misión de la Iglesia tiene tres dimensiones esenciales: la evangelización y catequesis, la celebración litúrgica de la fe y el testimonio de la caridad. Estas tres dimensiones tendrían que estar muy presentes en la Basílica de la Sagrada Familia. Estos tres aspectos irán saliendo en las páginas que siguen en esta exposición. Y todos sabemos que evangelizar consiste en anunciar a Jesucristo con el testimonio de la vida y también con las palabras.

Evangelizar ha sido el objetivo de fondo del Plan Pastoral de la Archidiócesis de Barcelona que acaba este curso y lo será del nuevo Plan Pastoral del próximo. Este objetivo de fondo pone a nuestra Iglesia de Barcelona en sintonía con toda la Iglesia y con la que peregrina en nuestro continente europeo.

En nuestra estimada ciudad de Barcelona tenemos la Basílica de la Sagrada Familia. Ha sido, es ahora mucho más con motivo de su dedicación por el Santo Padre Benedicto XVI, y será más y más realidad y símbolo de la Nueva Evangelización. El Papa ha tenido la intuición muy acertada de crear un nuevo dicasterio de la Curia romana, el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, el 21 de septiembre de 2010, presidido por el arzobispo Rino Fisichella.

Y este dicasterio ha escogido a la Basílica de la Sagrada Familia como imagen para su identificación y significación, y esta es la razón dada por su presidente: “En la Sagrada Familia de Gaudí se reencuentra un gran icono respecto a lo que el nuevo dicasterio piensa dedicarse. Sus torres, flechas lanzadas hacia arriba, obligan a mirar hacia el cielo”.

Y en una conferencia reproduce el tema y afirma: “La belleza de la Sagrada Familia sabe hablar al hombre de hoy, conservando al mismo tiempo los rasgos fundamentales del arte antiguo. Su presencia parecería que contrasta con la ciudad hecha de edificios y calles que, al recorrerlos, muestran la modernidad a la que somos enviados. Las dos realidades conviven y no desentonan, al contrario, parecen hechas la una para la otra; la iglesia para la ciudad, y viceversa. Aparece evidente, entonces, que la ciudad sin la iglesia estaría privada de algo sustancial, manifestaría un vacío que no puede ser llenado por ninguna otra construcción, sino por algo más vital que impulsa a mirar arriba sin desfallecer y en el silencio de la contemplación”.

Pliego íntegro, en el nº 2779 de Vida Nueva.

 

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