Javier Repullés, SJ: “Es nuestra obligación centrarnos en los pobres”

Javier Repulles jesuita

Impulsor de la Fundación Pan y Peces

Javier Repulles jesuita

JOSÉ RAMÓN AMOR PAN | Jesús, pan para todos. Curioso título para un libro. Aunque no para aquellos que conocemos de tiempo a su autor, pues la Eucaristía y el servicio a los pobres han sido los dos ejes sobre los que ha tejido su vida Javier Repullés. Fue presentado en un entrañable acto el pasado 24 de noviembre, en la sede de la Comunidad de Madrid, y bajo la presidencia de Esperanza Aguirre, la misma que un año antes le había hecho entrega de la Encomienda del Dos de Mayo, “por su huelga de hambre para dar el 0,7% del PIB al Tercer Mundo y por su trabajo para alimentar a los pobres en Madrid”, según reza el diploma acreditativo.

Y es que la actividad pastoral de este sacerdote jesuita, con apariencia de profeta del Antiguo Testamento y cuya cuna mecieron los sonidos de una guerra fratricida (vino a este mundo el 12 de mayo de 1936), estuvo muy centrada desde el principio en el trabajo con jóvenes, la espiritualidad y la promoción de la justicia social.

“Desde muy pronto descubrí que amar a los demás, tal y como nos pide el Señor, es vivir interesado por ellos, olvidándote de tus egoísmos, con ternura”. A lo largo de la conversación recuerda cómo se identificó plenamente con lo que enseñaba Juan XXIII en esas dos memorables encíclicas, fundamentales en la doctrina social, que son la Pacem in terris y la Mater et magistra.

Ese compromiso con los pobres había que llevarlo a la práctica, lo que le impulsó a trabajar en el madrileño Pozo del Tío Raimundo, que en aquella época era “una barriada popular de unas 10.000 personas, la mayoría inmigrantes de Extremadura, viviendo en chabolas en condiciones infrahumanas”. Allí compartió sueños, preocupaciones y ocupaciones con el P. Llanos, José María Díez Alegría, Jaime García Escudero, Álvaro Melgar, Juanjo Rodríguez Ponce…

Pero lo que le haría conocido sería la huelga de hambre que llevó a cabo en 1993, dentro de las actividades que la Plataforma a favor del 0,7% realizó para presionar al Gobierno español para que cumpliese lo acordado por Naciones Unidas; un hito que marcó un antes y un después en la cooperación al desarrollo de la sociedad española.

Comida para 800 familias

Luego vino el reparto de alimentos a pobres que impulsó en la capilla de Cachito de Cielo, en el barrio de Chueca, regentada por las Misioneras del Santísimo Sacramento de María Inmaculada. “Los primeros 70 beneficiarios pasaron enseguida a ser 100, luego 200, y así hasta llegar a entregar al mes un carro de la compra a más de 800 familias necesitadas de Madrid”. Pronto empezaron a organizar múltiples actos para recaudar dinero con el que llevar a cabo esa ingente labor, como un concierto de El Canto del Loco, una subasta de cuadros de 40 artistas, obras de teatro…

Y así, como quien no quiere la cosa, llegamos a la Fundación Pan y Peces. “El objetivo es continuar y potenciar el reparto del carro de alimentos a los más necesitados. Jesús está de forma preferente en los pobres y nos pide que nos dediquemos a ellos, a través de lo más material, como puede ser algo tan elemental como el carro de la compra. Dios se ha encarnado en los hombres y nos pide que amemos a nuestros hermanos. La Fundación es el testimonio de la lucha por que la fraternidad sea lo fundamental en la vida, porque todos somos hijos del mismo Padre. En la actual coyuntura económica, esta labor es más necesaria que nunca”.

Sin embargo, el P. Repullés insiste en que la Fundación no solo tiene como misión dar pan y peces, “pues no solo de pan vive el hombre”, sino que también pretende ser un instrumento para ayudarnos los unos a los otros en todas nuestras necesidades humanas y espirituales, a respetarnos en nuestras diferencias, a ser más humanos, a aprender a escuchar, a dialogar, a comprender… Probablemente, las nanas que lo mecieron en su cuna tengan mucho que ver con todo esto.

EN ESENCIA

Un libro: Sabiduría de un pobre, de Éloi Leclerc.

Una canción: el Ave María de Gounod.

Una película: Escarlata y Negro, de Gregory Peck.

Un deporte: el tenis.

Un recuerdo de la infancia: los paseos que daba con mi padre por el campo.

Un regalo: cada vez que alguien da algo para alguno de sus hermanos más necesitados; es lo que más me emociona.

La última alegría: el abrazo entrañable que me dio una persona al descubrir el amor de Dios conmigo.

La mayor tristeza: saber que mis hermanos los hombres se mueren de hambre.

Que me recuerden como… el amigo Javier.

En el nº 2.779 de Vida Nueva.

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