Mujeres e Iglesia: cuatro voces, un mismo sentir

Antonia Criado religiosa adoratriz - Vida Nueva

Pino Jimenez Lucia Ramon Antonia Criado Dolores Aleixandre - Vida Nueva

J. L. CELADA. Fotos: SERGIO CUESTA | Las cuatro mujeres que han participado en el ‘Encuentro Vida Nueva’ son la teóloga y ecumenista Lucía Ramón; la biblista Dolores Aleixandre, rscj; la actual presidenta de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), Mª del Pino Jiménez; y la adoratriz Antonia Criado. Dos religiosas y dos laicas que, por espacio de casi dos horas, departieron animadamente sobre sus reivindicaciones eclesiales y sociales, la creciente y necesaria “insurgencia” de la mujer en ambos escenarios, la terrible lacra de la violencia machista y el desafío pastoral que supone para la Iglesia, o los ricos mensajes que nos deja la Sagrada Escritura en clave femenina

Mª DEL PINO JIMÉNEZ: “Fui educada para sacar lo mejor de mí misma”

Pino Jimenez presidenta HOAC - Vida NuevaDesde hace poco más de dos años, esta maestra de profesión y militante de vocación es la primera mujer que ocupa la presidencia de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) en sus 65 años de historia. Nacida en Canarias en el seno de una familia numerosa (cinco chicas y tres chicos), tuvo “la gran suerte” de ser educada “para que sacáramos lo mejor de nosotros mismos, fuéramos hombres o mujeres”. Todos recibieron una formación académica, pero también agradece a sus padres “esa promoción de su valía, de animarmos a poner al servicio de los demás los talentos que teníamos”.

Mª del Pino Jiménez estudió algo tan femenino como Magisterio, donde “la mayoría somos mujeres, sobre todo en los niveles básicos”. Una formación que completó con su ingreso en la HOAC, en la que aquella seguridad recibida en familia para enfrentarte luego al mundo “se vio enriquecida por el método del ver-juzgar-actuar de la Acción Católica, que te invita a ver la realidad desde una óptica determinada, enjuiciarla desde el Evangelio y actuar”.

Poco a poco, sin apenas darse cuenta, esa base la fue llevando a asumir tareas dentro del movimiento. Desde muy joven, esta laica participó en organizaciones sociales –sindicales, en su caso–, hasta que un día se le pidió que asumiera cargos de responsabilidad. Y, ante la duda de si servía para ello, se dijo a sí misma: “Voy a permitir equivocarme”. Y reconoce que se equivocó, “pero no tanto; a veces, como mis compañeros varones”.

Así, fue combinando el desarrollo profesional con la militancia sindical, “con sus luces y sus sombras”. Por eso, cuando los militantes de la HOAC decidieron por votación elegirla como presidenta del movimiento, volvió a dudar, pero “¿por qué no permitírtelo?”, se repitió. Y asumió el reto.

 

DOLORES ALEIXANDRE: “No es fácil ser un árbol de mostaza”

Dolores Aleixandre biblista - Vida NuevaProfesora durante dos décadas en la Universidad Pontificia Comillas, esta biblista hoy ya jubilada recuerda su desembarco en el centro como un “ascenso por defunción, no por promoción”. Tras la muerte en accidente de un jesuita, le ofrecieron la posibilidad de impartir clases. La primera reacción fue “la de tantas mujeres habitualmente: yo no valgo, yo no puedo, yo no sé”.

Eran muchas las dudas que tenía sobre si aceptar o no la propuesta, hasta que la escocesa Helen McLaughlin, entonces superiora general de su congregación, las Religiosas del Sagrado Corazón de Jesús, le hizo “una pregunta espléndida”: “¿Tú crees que tienes capacidad de fracaso?”. Ante su respuesta afirmativa, ella le animó a asumir el reto.

Han sido muchas las vueltas que le ha dado a todo aquello, porque admite que “está tan introyectado en las mujeres el ‘yo no valgo’, ‘yo no puedo’, ‘yo no sé’, que necesitamos que otras mujeres (u hombres, incluso) nos den un empujón y nos digan: ‘Venga, inténtalo, atrévete a fracasar’”.

Y se rebela contra aquel mito de “la mujer 10”, que tiene que “ser guay para todo”, cuando “los hombres tampoco lo son”. Algo que le consuela y le produce una “enorme tranquilidad”, que argumenta así: “Tenemos por delante veinte siglos para hacer, por lo menos, las mismas tonterías que han hecho los hombres en veinte siglos. Aciertos y tonterías. No se nos puede pedir que ahora solo tengamos aciertos, porque ellos en veinte siglos no los han tenido. Es humano”.

Mientras, durante sus veinte años de docencia, Dolores Aleixandre ha asistido, con otras mujeres, “a la irrupción del estéreo frente al mono”. “De pronto –recuerda–, se empezaron a oír otras voces que decían cosas de manera distinta”. Muchas veces, a costa de hacer el ridículo. “Hay que pasar ratos fatales”, confiesa, porque, en los inicios de la vida pública de la mujer en la Iglesia, “o tenías cara y te ponías el mundo por montera, o si no…”.

La tentación en tales situaciones es ser –como diría la psicoanalista Pepa García Callado– “una mujer bonsái: yo en mi macetita, recogida, sin sacar un rama del tiesto, no sea que me la corten”. Pero “el Evangelio dice que hay que ser un árbol de mostaza, y eso, con la perspectiva de años, no es fácil”.

 

LUCÍA RAMÓN: “El Espíritu nos llama a la diversidad”

Lucia Ramon teologa ecumenista - Vida NuevaEsta madre de familia valenciana se define como “una persona de Iglesia, una cristiana bautizada, con una fuerte vocación teológica, que se encuentra en una Iglesia, en una comunidad cristiana y en una sociedad donde eso rechina o sobra”. Y de ahí nace, precisamente, su deseo de transformar esta realidad, “para que quepa más toda la diversidad humana y toda la diversidad a la que nos llama el Espíritu”.

Profesora en la Facultad de Teología de Valencia y en la Cátedra de las Tres Religiones de la Universidad pública de esta misma ciudad, Lucía Ramón describe su relación con la teología acudiendo a la figura de María de Nazaret, cuya “vocación completamente irregular, imprevisible, no parecía que debía tomarse muy en serio y que, quizá, no era bienvenida para lo que esperaría cualquiera de su generación o de su época en el mundo judío”.

Desde los 16-17 años en que despertó su vocación teológica, esta laica se sigue haciendo las mismas preguntas acerca de la aventura emprendida: “¿Qué quiero?, ¿a dónde voy?, ¿para qué?, ¿por qué?, ¿lo voy a dejar ahora que tengo un hijo?…”.

Ella es consciente de la dificultad que entraña aceptar “en nuestra comunidad cristiana, tanto por parte de varones como de mujeres, esa llamada del Espíritu, que muchas veces luego se convierte en que una hace tonterías, que no garantiza nada más que el hecho de que te pongas en camino, con algún acierto y muchos errores”. Pero no es nada nuevo. La historia se repite. “Eso –acepta confiada– ya les pasó a Abraham y a Sara”.

 

ANTONIA CRIADO: “Lo importante es meterte entre la masa en zapatillas”

Antonia Criado religiosa adoratriz - Vida NuevaHa trabajado en centros educativos, en cárceles, con mujeres maltratadas…, fiel al carisma de su congregación, que es estar con la mujer marginada; pero esta adoratriz curtida en mil batallas reconoce que quien ha salido a su paso en todo momento ha sido Cáritas. “Ahí no he visto distinción entre hombres y mujeres –dice– a la hora de asumir servicios”.

Y así fue como, jubilada de uno de los colegios, decidió que debía “seguir haciendo algo”, y acudió a la institución que encarna la dimensión caritativa de la Iglesia.

Ahora, Antonia Criado trabaja con un grupo de cuarenta mujeres marroquíes en el madrileño Ensanche de Vallecas, lo que ha supuesto para ella “todo un reto”, además de colaborar en la acogida de Cáritas, “donde llegan mujeres en una situación muy precaria, tanto cultural y económicamente como de estructuras familiares”.

Un centro de rehabilitación en Hortaleza para mujeres que quieren salir de la droga, en el que participa en un proyecto de alfabetización, completa su amplio abanico de ocupaciones actuales.

Todo ello, la religiosa lo saca adelante como ha vivido: “A base de empujones y con el ‘tú puedes’”. Aunque en su fuero interno dudara y nunca se haya considerado “una mujer de rompe y rasga” (“no tengo tampoco estudios para eso; simplemente, estudié Magisterio”, confiesa), siempre fue “una persona que no me he acobardado”. Si por algo se ha caracterizado su labor es por estar con la gente sencilla, convencida de que “lo importante en la Iglesia y en la sociedad es hacer lo que hace la levadura: meterte entre la masa en zapatillas e ir fermentando”.

No se siente “ni mejor ni peor que el hombre: los derechos son los mismos. Dios nos creó iguales, a su imagen y semejanza”. Por eso, lo único que le preocupa es, desde la pobreza de “lo que yo soy y lo que tengo, germinar y dar lo mejor de mí misma, sea lo que sea”. Y en ello anda.

En el nº 2.777 de Vida Nueva.

 

INFORMACIÓN RELACIONADA

Compartir