‘Cinco metros cuadrados’: la medida de un sueño

fotograma Cinco metros cuadrados

fotograma Cinco metros cuadrados

J. L. CELADA | Mientras nuestra economía prosigue su caída libre hacia la muerte de un modelo que se antoja ya insostenible, el cine se resiste a pasar página y aprovecha cualquier oportunidad para volver sobre algunos de los “daños colaterales” que viene causando semejante descalabro. Ahora que los desahucios se suceden a ritmo vertiginoso, los hay que, como Max Lemcke, echan la vista atrás para fijarse en otras consecuencias –más inmediatas, pero no menos dolorosas– de la dichosa “burbuja inmobiliaria”.

Porque muchos de quienes hoy se ven incapaces de hacer frente al pago de aquellas “hipotecas de ocasión”, bien pudieron ser víctimas entonces también del mercadeo de recalificaciones, sobornos y licencias que dio el pistoletazo de salida a tanto despropósito.

Ese es el caso de la pareja protagonista de Cinco metros cuadrados, segundo largometraje del realizador madrileño tras la interesante radiografía de las relaciones (y condiciones) laborales propuesta en Casual Day (2007). La historia no tiene nada de especial, como la humilde aspiración de los jóvenes que la encarnan: ellos solo quieren tener algún día un hogar.

 

fotograma Cinco metros cuadradosSin embargo, el crudo realismo de la ficción va poniendo al descubierto que, tras la apariencia de absoluta normalidad (los planes de boda, la compra de un piso…), se barrunta el drama cotidiano de cuantos se vieron estafados por especuladores y ladrones de guante blanco.

En busca de “un sueño hecho a su medida” –como cierta promotora publicita sus urbanizaciones–, nuestros incautos (y desprotegidos) compradores se dan de bruces con el desengaño, al comprobar que la medida de su sueño –en el mejor de los casos– ha quedado reducida a esos Cinco metros cuadrados del título. Los que equivalen a una simple terraza, el único espacio al que poder aspirar con el escaso capital recuperado de su inversión; aunque solo eso les habría bastado para ser felices.

Con una sobria puesta en escena y un sobresaliente Fernando Tejero (muy alejado de sus registros habituales), el nuevo trabajo de Lemcke nos narra una fábula contemporánea de aire casi documental sobre héroes y villanos perfectamente reconocibles en cada una de sus situaciones y diálogos. Gentes que –como tantos otros ciudadanos anónimos– se afanan por mantener un trabajo, proyectan formar una familia y se rebelan contra la injusticia; mientras unos cuantos precipitan su ruina económica, social y hasta moral.

Por suerte, en su infinita desesperación (e incluso, patetismo), los personajes de esta película abren pequeños ventanales al humor negro (en la línea de clásicos como El verdugo o El pisito) y una puerta final a la redención de su maltrecha dignidad. Dos fuentes de luz que el espectador, entregado a este severo ajuste de cuentas de Lemcke, agradece a medida que pasan los minutos. Y es que, de lo contrario, la indignación y la impotencia acabarían nublando sus sentidos.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Cinco metros cuadrados.

DIRECCIÓN: Max Lemcke.

GUIÓN: Pablo Remón y Daniel Remón.

FOTOGRAFÍA: José David Montero.

MÚSICA: Fernando Velázquez.

PRODUCCIÓN: Isabel García Peralta.

INTÉRPRETES: Fernando Tejero, Malena Alterio, Emilio Gutiérrez Caba, Jorge Bosch, Manuel Morón, Secun de la Rosa.

En el nº 2.777 de Vida Nueva.

Compartir