La comisión nacional de reparación y reconciliación

Testimonio de un Comisionado

El nombramiento como Comisionados de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación constituyó para nosotros una oportunidad excepcional de servir al país. Nos permitió jugar un papel histórico en un momento de dramática transición de la violencia paramilitar a la Justicia Transicional, a la Reparación y a la Reconciliación Nacional.

En mi caso personal muchos se preguntaron qué hacía allí un hombre de iglesia, un obispo y concretamente, yo. Y quisieran ubicarme sólo en el mundo de lo sagrado, al único mundo al que creen que pertenezco. Pero la gran realidad es que la fuerza de lo sagrado está al servicio del mundo y solo allí cumple su cometido. A alguno le pareció que era una intromisión de la Iglesia en una coyuntura histórica, pero mi presencia, como la de la Iglesia en el mundo, no es para dirigir sino para inspirar; no buscamos el poder, sino servir.
Y debo confesar que mi paso por la CNRR me ofreció una profunda experiencia humana que significó una gran riqueza espiritual. En este diciembre, no salgo de ese escenario menos cristiano, sino más comprometido en la búsqueda del reino de Dios, reino de justicia y de verdad, de amor y de paz. No es fácil comprender la CNRR. Las lecturas que de ella se hacen oscilan entre quien le concede mucho a su favor, o aquellos que piensan que hizo muy poco, e incluso, entre quienes pensaron que era nociva para las víctimas.
Para comprenderla, yo propondría tener en cuenta tres perspectivas:
El objetivo: Si nos guiamos por su nombre, el objetivo lo definen las dos “R”, sus dos apellidos, las dos etapas del proceso: Reparación y Reconciliación. Estos dos objetivos fueron ideas-fuerzas fundamentales dirigidas a ir superando la lógica de la guerra y a ir transformando el país desde la verdad, la justicia y la reparación.
El contexto: La mejor manera de comprender un acontecimiento es conocer el contexto en el que se dio. En el caso de la comisión, su marco fue la negociación del gobierno con los paramilitares. Concluida esta negociación el gobierno produjo la ley 975 destinada a favorecer el tránsito de los paramilitares a la vida civil, pasando por una Justicia Transicional. Por eso muchos dijeron siempre que esa ley era para favorecer el paramilitarismo. Pero esa ley en su artículo 8 abrió una ventana a las víctimas: La CNRR. Este hecho dio a las víctimas un puesto central en la historia de Colombia.
Los comisionados: La tercera perspectiva para entender el fortalecimiento y procesos de la Comisión es mirar su composición. Es una Comisión mixta. Eso le ofreció una riqueza y una particular dificultad: el peso innegable del estado.
Lo segundo a considerar es la impresionante variedad de los comisionados que fuimos distintos en origen académico, político y religioso, con opuestos intereses de origen, formados en distintas escuelas y con ideologías muy definidas y muy inmodificables.
Por eso los inicios fueron difíciles. La comisión, pues, se construyó así misma en un proceso que culminó en un encuentro técnico, plural, exigente que llamamos las Definiciones Estratégicas. Quedó clara nuestra identidad como un ente político, la opción a favor de las víctimas y el arduo camino de la justicia transicional y de la reparación. La pequeña ventana se convirtió poco a poco en puerta y luego en un pórtico abierto a jardines hermosos y prometedores.
Allí estaba en germen la futura Ley de Víctimas. Pero de esto podríamos hablar en otra conversación por este mismo medio. Ojalá al gobierno se le ocurriera la idea de crear otra Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, de sociedad civil y con carácter político y transitorio, con el encargo exclusivo de acompañar la implementación y cumplimiento de la ley 1448.
La CNRR fue un experimento audaz, atípico y fecundo. Por algo es hoy un modelo internacional.

Monseñor Nel Beltrán Santamaría. Obispo de Sincelejo

Compartir