Vicente Jiménez: “Las críticas a la Vida Consagrada muestran un desconocimiento de su naturaleza”

Vicente Jimenez obispo Santander Juan Rubio director Vida Nueva

Obispo de Santander y presidente de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada

Vicente Jiménez obispo Santander presidente Comisión Vida Consagrada

JUAN RUBIO. Fotos: SE QUINTANA | En las últimas elecciones de la Conferencia Episcopal Española (CEE), los obispos eligieron de forma un tanto sorpresiva al actual obispo de Santander, Vicente Jiménez, para ocupar el cargo de presidente de una comisión importante, la dedicada a la Vida Consagrada. Ha pasado el tiempo y se va haciendo ya con una realidad bastante rica y plural en nuestra Iglesia. La próxima semana (15-17 de noviembre) estará ocupado con la Asamblea General de CONFER, la primera vez que acude con su nueva responsabilidad. Y lo hace con esperanza y mucha confianza en el equipo directivo, con quien ya ha mantenido diversas reuniones. [Siga aquí si no es suscriptor]

-¿Qué impresiones tiene de la Vida Consagrada en España en estos meses en el cargo?

– Efectivamente, cuando fui elegido por mis hermanos obispos, en la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española del mes de marzo de este año, mi primera reacción fue de sorpresa y de temor, porque no me lo esperaba ni me sentía preparado para esa misión que se me confiaba. Desde entonces he participado en varias reuniones y encuentros con los miembros de Vida Consagrada, he sido bien acogido y he recibido muestras de cercanía, de afecto y de colaboración. Por otra parte, no estoy solo. Cuento con la colaboración de otros cinco obispos miembros de la Comisión y con la ayuda eficaz de la directora del Secretariado y un equipo de colaboradores.

Mis primeras impresiones sobre la vida de los religiosos en España después de estos meses en el cargo son positivas. Percibo, en general, que los religiosos y consagrados en España, en la variedad de familias y carismas, tratan de ser fieles a la vocación recibida, caminan desde Cristo, con gratitud a Dios y docilidad al Espíritu Santo, queriendo responder a los retos que interpelan hoy a la Vida Consagrada. Es verdad que varias congregaciones e institutos están pasando por momentos duros y difíciles a causa del envejecimiento de sus miembros, del “invierno vocacional” e, incluso, de la secularización interna y del enfriamiento del fervor primero de algunos de sus miembros.Vicente Jiménez obispo Santander presidente Comisión Vida Consagrada

Pero mirada en su conjunto, la Vida Consagrada en España goza de buena salud y, a pesar de sus deficiencias, que también tenemos los sacerdotes, es una bendición de Dios para la vida de la Iglesia y para la misma sociedad. Es un fallo de perspectiva confundir la parte con el todo. Siguiendo una imagen de los Santos Padres referida a la Iglesia, a mí me gusta comparar la Vida Consagrada con la luna en sus diversas fases: hay congregaciones y comunidades en cuarto menguante, otras en cuarto creciente, unas en luna llena, y otras en luna nueva. Entre todas las fases se refleja la belleza de la vida de la Iglesia.

Un obispo no religioso

– Pero usted no es religioso, sino que su trabajo y trayectoria pastoral ha estado muy ligada al presbiterio diocesano…

– Hasta ahora, casi todos los obispos que han estado al frente de la Comisión Mixta y de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada procedían de órdenes religiosas. Pero no siempre ha sido así; por ejemplo, la Comisión Mixta de Obispos y Superiores Mayores que preparó la Instrucción colectiva de la CEE La Vida Religiosa, un carisma al servicio de la Iglesia y los cauces operativos para facilitar las relaciones mutuas fue monseñor Ángel Suquía, arzobispo de Santiago de Compostela. Por otra parte, el papa Benedicto XVI nombró recientemente a monseñor João Bráz de Aviz, que no pertenece a ninguna congregación religiosa, como prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.

Los obispos han optado, en este momento, por elegirme a mí, que procedo del presbiterio de la Diócesis de Osma-Soria, de la que he sido obispo, y que ahora soy obispo de la Diócesis de Santander. Yo no veo ningún matiz o intención especial. He aceptado el cargo apoyado en el Señor y contando con la colaboración de mis hermanos miembros de la Comisión, entre los que están el arzobispo de Oviedo, que es franciscano, y el obispo de Tarazona, que es agustino recoleto; el resto de obispos miembros de Getafe, Mondoñedo-Ferrol y Coria-Cáceres son grandes conocedores de la Vida Consagrada.

Verdad y caridad

– En estos momentos abundan las críticas, por parte de un sector de la jerarquía y de otras instituciones eclesiales, a la Vida Consagrada…

– La crítica es buena si se hace desde la verdad y desde la caridad. Todos –también los obispos– tenemos que estar abiertos para aceptar la corrección fraterna, si es fundada y responde a la realidad. No obstante, sucede que hay grupos y personas que ponen el énfasis en mirar las sombras más que las luces; si hay sombras es porque hay luz. En los últimos años no todo ha sido un camino de fidelidad y renovación. Pero la Vida Consagrada está viva gracias a la misericordia de Dios, que es mayor que nuestras miserias. Es el contrapunto de la santidad y del pecado: lo primero, debe llevar a la acción de gracias a Dios; lo segundo, a la conversión y purificación.

“La tarea de la reorganización es ardua y difícil,
porque requiere una nueva mentalidad
y también gran disponibilidad espiritual”.

– ¿Cómo ve hoy a la Vida Religiosa en España?

– A la luz de la fe y no solamente con mirada sociológica, el momento actual de la Vida Religiosa es providencial y es amado por Dios. La Vida Consagrada vive, como la Iglesia, “entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios”, como decía san Agustín. En las últimas décadas, el envejecimiento de los miembros de vida consagrada, junto con la escasez de vocaciones, están provocando situaciones nuevas. En España, muchos institutos sienten la necesidad de reorganizar sus presencias y abandonar algunos campos de apostolado. Este problema se agudiza en la vida monástica femenina, que lleva a la supresión, fusión y unión de monasterios. Los religiosos están viviendo una época de cambio: el tránsito de un pasado glorioso y fuerte en número de consagrados y de presencias en varios campos a un presente con menor número de miembros y con presencias más selectivas. La tarea de la reorganización es ardua y difícil, porque requiere una nueva mentalidad y también gran disponibilidad espiritual.

El reto mayor que veo en la Vida Consagrada en España es la espiritualidad y la fidelidad a la naturaleza de la Vida Religiosa y al carisma de la propia congregación. Vivir la belleza de la vocación y consagración a Dios, la fuerza de la comunión eclesial y el ardor de la misión. Ser signos creíbles en la Iglesia y en el mundo de la dimensión profética y escatológica de la Vida Consagrada. Esta, en España, a pesar de las deficiencias, está entrando hoy por los caminos de un espíritu más evangélico, más eclesial y más apostólico. Pero no podemos dejar de reconocer que la cultura secularizada de nuestro tiempo ha penetrado también en la mente y en el corazón de no pocos consagrados, que ceden a la tentación de la mediocridad, el aburguesamiento y la mentalidad secularizadora de este mundo.Vicente Jiménez obispo Santander presidente Comisión Vida Consagrada

Críticas y alabanzas

– Pero las críticas arrecian desde varios flancos…

– Recibe críticas, pero también recibe muchas alabanzas. La Vida Religiosa es uno de los lugares más sensibles de la Iglesia. Por eso participamos todos de sus alegrías y sufrimientos, de sus proyectos e incertidumbres, de sus crecimientos y disminuciones, de sus pruebas y purificaciones. Últimamente se oyen y escriben juicios duros y no siempre fundados sobre la situación de la Vida Religiosa. Quizá porque se desconoce el origen y la naturaleza de la Vida Consagrada o porque se confunden los cambios externos con la renovación profunda.

Cuando se hace mención de la Vida Consagrada, casi siempre aparece la palabra “crisis”: de vocaciones, de fidelidad al carisma, de la vida comunitaria. Sin embargo, toda crisis, más que indicar un fracaso o mover al desánimo, debe suponer una oportunidad de crecimiento. La Vida Religiosa es siempre un banco de prueba muy sensible de las crisis eclesiales. Su vocación profética viene atacada por una cultura que se instala en el gozo de lo inmediato. Su presencia en los lugares de frontera y de trabajo por la justicia le hace anticipadamente más sensible a los problemas, que el cuerpo eclesial asimila más tarde. Es verdad que la falta de vocaciones debe llevarnos a preguntarnos si la calidad evangélica de nuestra vida sirve de convocatoria para los jóvenes, que Dios llama para el don total de sí mismos.

Creo que la Vida Consagrada, con el resto de la Iglesia, trata de situarse, con grandeza de ánimo y generosidad, en un mundo secular que necesita más que nunca de Dios. Para ello son necesarios el seguimiento de Cristo con un amor absoluto, alimentado en la intimidad de la oración y manifestado en la alegría del servicio, y el sentido de pertenencia a una Iglesia que es misterio de comunión para la misión.

Más luces que sombras

– ¿Estamos ante su ocaso, como decía Vittorio Messori en un artículo reciente?

– En el periódico Corriere della Sera, el conocido escritor católico Vittorio Messori publicaba un artículo, que se ha difundido mucho por las redes sociales, titulado El ocaso de las órdenes religiosas. Muchos se identificaron con él en la crítica. En el artículo aborda el dramático declive de las órdenes religiosas, llegando a preguntarse si acaso no estamos ante “el final de una gran historia”. Señalaba el “imparable descenso numérico” de las vocaciones y la “errada opción de endulzar la ascesis y la disciplina”.

“Las dificultades actuales que atraviesan algunas congregaciones
son preocupantes, pero eso no debe llevarnos
a hacer profecías de calamidades.
Debe conducirnos a la conversión y purificación sinceras”.

Respeto algunas de sus afirmaciones, que, por ser genéricas, requieren matizaciones. Pero, con todo respeto, no comparto su tesis de fondo: el fin de la Vida Consagrada. Porque la Vida Consagrada nace del misterio mismo de la Iglesia, pertenece a su vida, a su santidad y a su misión. No es una realidad aislada y marginal, sino que abarca a toda la Iglesia y está en su corazón, como afirma el beato Juan Pablo II en Vita consecrata, n. 3.

Las dificultades actuales que atraviesan algunas congregaciones son preocupantes, pero eso no debe llevarnos a hacer profecías de calamidades. Debe conducirnos a la conversión y purificación sinceras, a la corrección de equivocaciones y a una vivencia auténtica de la vocación, la consagración y la misión. Me parece a mí que una mirada serena y objetiva advierte más luces que sombras. Nunca se apagará la luz de la Vida Consagrada que ha encendido el Espíritu en su Iglesia para manifestar el resplandor y la belleza de su santidad.Vicente Jimenez obispo Santander Juan Rubio director Vida Nueva

– A todos preocupa la crisis vocacional, especialmente a los religiosos. ¿Cómo abordar el descenso de vocaciones?

– El tema de las vocaciones a la Vida Consagrada y al sacerdocio es tarea importante y urgente en la Iglesia en España. Ante la crisis de vocaciones, que estamos sufriendo, la primera respuesta que la Iglesia debe dar es una actitud y acto de confianza total en el Espíritu Santo. Se trata de tener confianza y cooperar con la acción de Dios, que sigue llamando. Desde la esperanza confiada en Dios, la primera tarea es la oración incesante al Señor, que es el dueño de la mies (cfr. Lc 10, 2), junto con un plan de acción bien organizado, que promueva la cultura vocacional en nuestra Iglesia. La obra de las vocaciones a la Vida Consagrada y al sacerdocio requiere un compromiso coral de toda la Iglesia: obispos, sacerdotes, consagrados, familias, jóvenes…

El papa Benedicto XVI, en el mensaje para la Jornada Mundial de oración por las vocaciones del año 2010, señalaba el testimonio de los consagrados para suscitar vocaciones. Es cierto –decía el Papa– que la fecundidad de las propuestas vocacionales depende primariamente de la acción de la gracia de Dios, pero, como confirma la experiencia pastoral, está favorecida también por la cualidad y el testimonio personal y comunitario de quienes han respondido ya a la llamada.

“Cuando se dan tensiones, hay que pasar
de la desconfianza y la prevención
al afecto mutuo y a la corrección fraterna.
La comunión exige la certeza de un amor recíproco”.

– También se ha asistido a ciertas tensiones entre obispos y religiosos…

– Las relaciones mutuas entre los obispos y los religiosos son buenas. No niego que en algunos momentos haya tensiones, inherentes a la misma vida humana. Las dificultades nacen, sobre todo, de la tensión entre carisma y jerarquía; entre servicio a la Iglesia universal e inserción en una Iglesia diocesana; entre autonomía y autoridad: entre exención de los religiosos y jurisdicción de los obispos.

El camino correcto para superar los problemas de comunión es el diálogo desde la verdad y la caridad, y con una escucha cada vez más atenta y disponible al Espíritu Santo, fuente de todos los dones de la Iglesia. El diálogo no atenúa ni oscurece la autoridad y la responsabilidad del obispo respecto a la vida espiritual, litúrgica, catequética y caritativa en su Iglesia particular. Cuando se dan tensiones, hay que pasar de la desconfianza y la prevención al afecto mutuo y a la corrección fraterna. La comunión exige la certeza de un amor recíproco, de una apertura al otro, de una caridad capaz de hacernos olvidar de nosotros mismos para acoger a los otros en la comunión de la Iglesia. Es el camino del Evangelio.

Nuevas congregaciones

– ¿Cómo valora el nacimiento de las nuevas formas de Vida Consagrada, algunas de ellas vinculadas a movimientos?

– Son un “soplo del Espíritu”. Son formas nuevas de vivir la entrega total al Señor, que llama, consagra y envía. Me gusta el número 12 de la exhortación apostólica Vita consecrata sobre las nuevas formas de Vida Consagrada. “La perenne juventud de la Iglesia continúa manifestándose también hoy: en los últimos decenios, después del Concilio Ecuménico Vaticano II, han surgido nuevas o renovadas formas de vida consagrada. En muchos casos se trata de Institutos semejantes a los ya existentes, pero nacidos de nuevos impulsos espirituales y apostólicos. Su vitalidad –continúa el Papa– debe ser discernida por la autoridad de la Iglesia, a la que corresponde realizar los necesarios exámenes tanto para probar la autenticidad de la finalidad que los ha inspirado, como para evitar la excesiva multiplicación de instituciones análogas entre sí, con el consiguiente riesgo de una nociva fragmentación en grupos demasiado pequeños”.

Recientemente he participado en la II Jornada de estudio sobre estas formas nuevas de Vida Consagrada, organizada por la Cátedra de Vida Consagrada de la Universidad Eclesiástica de San Dámaso en Madrid, y he podido comprobar el interés del tema y la riqueza de dones actuales que el Espíritu suscita en su Iglesia.

En el nº 2.776 de Vida Nueva.

 

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