Testigos proféticos en los escenarios de la Nueva Evangelización

Vicente Jiménez obispo Santander presidente Comisión Vida Consagrada

Vicente Jiménez obispo Santander presidente Comisión Vida Consagrada

JUAN RUBIO. Foto: SE QUINTANA | “Dos acontecimientos eclesiales como el Año de la fe y el Sínodo de la Nueva Evangelización afectan de lleno a los religiosos y consagrados, como a los sacerdotes y fieles laicos. La carta apostólica Porta fidei, con la que el papa Benedicto XVI convoca el Año de la fe, con motivo del 50º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, nos recuerda la exigencia de descubrir el camino de la fe para iluminar la alegría del encuentro con Cristo. Será un año propicio para creer y evangelizar”, dice el obispo Vicente Jiménez.

A la vez, destaca cómo “el Papa, al final de la carta, recuerda los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación, y entre ellos menciona a los religiosos. Dice el Papa: ‘Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad, signos concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar’ (n. 13)”.

Este contexto lo viven los religiosos de forma particular, asegura el obispo responsable de la Vida Consagrada en la Conferencia Episcopal: “Los religiosos, por su vocación, consagración y misión están llamados a ser nuevos evangelizadores para la Nueva Evangelización. Los religiosos son enviados al mundo con la misión de proclamar el Evangelio del Reino y transfigurarlo con el espíritu de las Bienaventuranzas. Esto vale tanto para la vida activa como para la contemplativa. La ‘misión ad gentes’ testimonia la contribución de muchos institutos religiosos a la evangelización de los pueblos. La misión renueva y refuerza la Vida Consagrada”.

“El amor y el servicio a los últimos –continúa–, desde el icono del lavatorio de los pies, debe acompañar la misión de los consagrados, junto con la promoción de la justicia, que es parte integral de la evangelización. La Nueva Evangelización exige evangelizadores nuevos, convertidos y enamorados de Cristo. Desde la fidelidad y pasión por Cristo y su Iglesia, los religiosos tendrán que estar presentes con el testimonio profético en algunos escenarios de la Nueva Evangelización: educación, cultura, medios de comunicación social, etc. El papa Benedicto XVI, en el encuentro con las religiosas jóvenes en El Escorial, habló de la radicalidad evangélica en la consagración, en la comunión y en la misión. Les decía el Papa: ‘La Iglesia necesita de vuestra fidelidad joven arraigada y edificada en Cristo. Gracias por vuestro sí generoso, total y perpetuo a la llamada del Amado’”.

Se trata, según el obispo, de que “una gran tarea en la Nueva Evangelización corresponde a la Vida Consagrada, en las formas antiguas y nuevas. Es necesario recordar que todos los grandes movimientos de evangelización, surgidos en los dos mil años del cristianismo, están vinculados a formas de la radicalidad evangélica. Las personas consagradas, sobre todo, están llamadas por vocación a vivir un estilo de vida que exige la santidad a la que está llamada toda la Iglesia. Este estilo se expresa visiblemente en los consejos evangélicos vividos en comunidad; con ellos se manifiesta la novedad y la radicalidad del seguimiento de Cristo. La consagración se convierte en un instrumento de Nueva Evangelización”.

Y ellos están presentes también en los nuevos retos: “Para hacer frente a los grandes desafíos que la historia plantea a la Nueva Evangelización, se requiere que la Vida Consagrada se deje interpelar continuamente por la Palabra de Dios y por los signos de los tiempos. Para su provechosa inserción en el proceso de la Nueva Evangelización es importante la fidelidad al carisma fundacional, la comunión con todos los miembros de la Iglesia comprometidos en esta tarea, especialmente con los obispos, y la cooperación con todos los hombres de buena voluntad. Las personas consagradas han de ser evangelizadoras entusiastas en todo tiempo y lugar, y estar dispuestas a responder con sabiduría evangélica a los interrogantes que hoy brotan de la inquietud del corazón humano y de sus necesidades más urgentes”, termina señalando.

En el nº 2.776 de Vida Nueva.

 

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