Therese Mabulayi: “Los discapacitados tenemos que mostrar nuestro talento”

Fundadora de la ONG ASAM en R.D. Congo para discapacitados

Texto y foto: JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO | El 17 de enero de 2002, la vida de Therese Mabulayi cambió para siempre. Ese día notó que algo en su cuerpo no la dejaba moverse y empezó el largo calvario de una enfermedad que, a pesar de numerosas intervenciones quirúrgicas, la dejó sin movilidad en las piernas. Tenía entonces 31 años.

Por una triste coincidencia, ese mismo día, la ciudad de Goma (República Democrática del Congo), en la que siempre ha vivido, sufrió una fuerte erupción del volcán Nyaragongo, que destruyó la mayor parte de la misma y causó el desplazamiento de cientos de miles de personas, ella misma y su familia incluidos.

Pero, para volcán, esta madre de tres hijos, a la que su nueva condición, lejos de derrotarla, la impulsó a dedicar su vida a luchar por los derechos de las personas con discapacidad: “Cuando me di cuenta de que mi enfermedad no tenía explicación ni cura, pasé por un tiempo de rebelión interior y amargura, pero más tarde me di cuenta de que Dios lo había permitido para darme una oportunidad de poner mi vida al servicio de los demás”.

Donde se dio cuenta definitivamente de que “todos juntos podíamos ayudarnos a nosotros mismos” fue en el centro para discapacitados físicos que tienen en Goma los Hermanos de la Caridad. Allí empezó recibiendo sesiones de fisioterapia y acabó trabajando como administradora.

Un proceso en el que influyó mucho su fe: “Como cristiana, yo me realizo al servicio de los demás”. Y un sentimiento, el de la esperanza, que trató de insuflar a los demás: “Me propuse cambiar la mentalidad de que una persona discapacitada no puede hacer nada, y pensé que nosotros mismos teníamos que empezar a organizarnos y terminar con la actitud de mendigar que nos den todo de fuera”.

Con apoyo de los Hermanos de la Caridad, en 2006, fundó ASAM (Action Solidaires Anaka Mlemavu), una ONG en la que una de sus actividades principales es un restaurante donde trabajan 18 personas –13 de ellas discapacitadas–. Este genera suficientes ingresos como para pagar la escuela de muchos de los hijos de los miembros de la asociación.

En el nº 2.775 de Vida Nueva (entrevista completa para suscriptores).

Compartir