Los líderes religiosos mundiales testimonian la fuerza de la religión para el bien

Asís acogió el IV Encuentro de Oración por la Paz convocado por Benedicto XVI

El Papa, flanqueado por Bartolomé I, el rabino Rosen y el profesor Wande Abimbola

ANTONIO PELAYO, enviado especial a ASÍS | La previsión meteorológica no podía ser más nefasta: los temporales que se habían abatido los días anteriores sobre la Liguria y la Toscana podían repetirse en la Umbría el jueves 27 de octubre. Lo primero que hicimos, pues, todos los que nos encontrábamos en Asís desde la víspera fue esperar a que amaneciera y contemplar, con alivio, que los hombres del tiempo una vez más se habían equivocado.

En Roma, Joseph Ratzinger había llegado a las 7:30 h. de esa mañana a la estación ferroviaria hecha construir por Pío IX en los jardines vaticanos, donde le esperaba un tren Frecciargento puesto a su disposición por las Ferrovie Italiane. Antes que él, habían subido a bordo los casi 400 invitados a la Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo, que iba a celebrarse ese día en la ciudad del Poverello.

Todos se acomodaron en alguno de los siete vagones climatizados del tren, que puede viajar a 250 kilómetros por hora. El Papa iba en el segundo de los vagones, en compañía de las más altas personalidades religiosas. Después de tres sucesivas “paradas” en Terni, Spoleto y Foligno, donde las gentes de dichas localidades se habían dado cita para saludarlo, el tren llegó a la estación de Santa Maria degli Angeli en Asís a las 9:50 h., con cinco minutos de retraso sobre el horario anunciado.

En el andén le esperaba el secretario de la Presidencia del Gobierno, Gianni Letta(en anteriores ocasiones habían acudido a saludarle el presidente de la República, Oscar L. Scalfaro, y Silvio Berlusconi, cuya presencia esta vez no parecía muy aconsejable), con las autoridades provinciales y locales.

Un momento del acto en la iglesia de la Porciúncula

Benedicto XVI recorrió la distancia entre la estación y la Basílica en un minibús en el que habían tomado asiento también algunas de las personalidades que le acompañaban (creo que era la primera vez que un Papa se traslada en autobús…). En las calles del recorrido y en la inmensa explanada que se abre ante la fachada de la Basílica le esperaban algunos millares de fieles, muchos menos, en todo caso, que en anteriores ocasiones. En el atrio del templo fue saludado por el ministro general de los OFM, fray José Rodríguez Carballo, y otros representantes de la familia franciscana.

A continuación, el Santo Padre fue saludando uno a uno, con su habitual cortesía, a los exponentes de las 176 tradiciones religiosas diversas llegadas hasta la ciudad de san Francisco (en 1986 habían sido solo 28), acompañado por los cardenales Peter Turkson, Kurt Koch, Jean-Louis Tauran y Gianfranco Ravasi, presidentes, respectivamente, de los Pontificios Consejos Justicia y Paz, para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, Diálogo Interreligioso y de la Cultura, coorganizadores del Encuentro.

Entre las 10:30 h. y las 12:30 h. de la mañana tuvo lugar el primer acto de esta Jornada. Teniendo a sus espaldas la iglesia de la Porciúncula, cuna de la orden de los hermanos menores y de las hermanas pobres, se había montado un inmenso palco cuadrangular donde tomaron asiento todos los participantes. A la derecha del Papa fueron colocados Su Santidad Bartolomé I, patriarca ecuménico de Constantinopla, y Su Gracia Rowan Williams, primado de la Comunión Anglicana; y a su izquierda, el rabino David Rosen y el profesor Wande Abimbola, portavoz de las religiones tradicionales africanas ifu y yoruba en el mundo.

“Hemos venido aquí –dijo el cardenal ghanés Turkson al abrir la sesión– para testimoniar la gran fuerza de la religión para el bien, para la construcción de la paz, para la reconciliación de los que están en conflicto, para devolver al hombre a la armonía con la creación”.

Después de la proyección de un documental sobre la primera cumbre de Asís, en 1986, diez de las personalidades presentes dieron su personal “testimonio” sobre el tema central del encuentro: la paz. Aunque sea telegráficamente ofrecemos una síntesis de sus intervenciones más destacadas.

Después de este decálogo de testimonios sobre la paz, Benedicto XVI ofreció el suyo propio. “Junto a los factores económicos y políticos –aseguró Benedicto XVI analizando los cambios en el mundo después de la caída del Muro de Berlín en 1989–, la causa más profunda de dicho acontecimiento es de carácter espiritual: detrás del poder material ya no había ninguna convicción espiritual. Al final, la voluntad de ser libres fue más fuerte que el miedo ante la violencia”.

Para el Papa, la situación actual es la siguiente: “Aunque no haya a la vista amenazas de una gran guerra, el mundo está desafortunadamente lleno de discordia. No se trata solo de que haya guerras frecuentemente aquí o allá; es que la violencia en cuanto tal siempre está potencialmente presente, y caracteriza la condición de nuestro mundo. La libertad es un gran bien. Pero el mundo de la libertad se ha mostrado en buena parte carente de orientación, y muchos tergiversan la libertad, entendiéndola como libertad también para la violencia”.

El Papa pide perdón

Ratzinger analizó en primer lugar el terrorismo, diciendo: “Sabemos que el terrorismo es a menudo motivado religiosamente y que precisamente el carácter religioso de los ataques sirve como justificación para una crueldad despiadada, que cree poder relegar las normas del derecho en razón del ‘bien’ pretendido. Aquí, la religión no está al servicio de la paz, sino de la justificación de la violencia”.

Hasta 176 representantes religiosos acudieron a Asís

Y llegado a este momento de su reflexión, Benedicto XVI pronunció este mea culpa: “Sí, también en nombre de la fe cristiana se ha recurrido a la violencia en la historia. Lo reconocemos llenos de vergüenza. Pero es absolutamente claro que este ha sido un uso abusivo de la fe cristiana, en claro contraste con su verdadera naturaleza”.

Desde otro punto de vista, resaltó que “una segunda tipología de violencia de aspecto multiforme tiene una motivación exactamente opuesta: es la consecuencia de la ausencia de Dios, de su negación, que va a la par con la pérdida de la humanidad (…). Los horrores de los campos de concentración muestran con toda claridad las consecuencias de la ausencia de Dios”.

Sin duda, la parte más “original” del discurso papal es la que dedicó a la no creencia o al agnosticismo (la invitación a cuatro exponentes de esta línea de pensamiento fue la novedad de Asís IV), a esas “personas a las que no les ha sido dado –dijo– el don de poder creer y que, sin embargo, buscan la verdad, están en la búsqueda de Dios (…). Son ‘peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz’”.

Estos agnósticos, siempre según Ratzinger, “llaman en causa a los seguidores de las religiones para que no consideren a Dios como una propiedad que les pertenece a ellos hasta tal punto de sentirse autorizados a la violencia respecto a los demás. Estas personas buscan la verdad, buscan al verdadero Dios, cuya imagen en las religiones, por el modo en que muchas veces se practican, queda frecuentemente oculta. Que ellos no logren encontrar a Dios depende también de los creyentes, con su imagen reducida o deformada de Dios”.

Compromiso común

Finalizado el acto, el Papa primero y después todos los presentes fueron entrando en la iglesita de la Porciúncula, antes de dirigirse al refectorio para un “frugal” almuerzo, al que siguió una pausa destinada al silencio, a la reflexión y a la plegaria personal. Prólogo ideal para el acto conclusivo que iba a tener lugar en la Plaza inferior de San Francisco, es decir, la placita con columnas situada frente a las basílicas y el sacro convento, ya escenario de anteriores cumbres de todas las religiones.

Benedicto XVI junto a otros líderes religiosos durante la Jornada de Asís

En ella tuvo lugar la solemne ceremonia de compromiso por la paz trece veces repetido en trece lenguas diversas. Invitados por el cardenal Jean-Louis Tauran, fueron sucediéndose en el ambón, para hacerlo en presencia de todos, el patriarca de Constantinopla, Bartolomé I; el obispo Munib Younan, de la Federación Luterana Mundial; el líder shijk Tarunjit Singh Butalia; el representante del Patriarcado de Moscú, metropolita Aleksandr; el reverendo John Upton, en nombre de la Alianza Bautista Mundial; el mulá Mohammed Zubair Abid; el metropolita Mar Gregorios, de los siro-ortodoxos de Antioquía; el taoísta Wai Hop Tong; el budista venerable Phra Phommolee; Tsunekiyo Tanaka por los sintoístas japoneses; la señora Betty Ehrenberg, del Comité Internacional Judío; el reverendo Setrui Nyomi, de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas; y en nombre de los no creyentes, el profesor mexicano Guillermo Hurtado.

“¡Nunca más la violencia! ¡Nunca más la guerra! ¡Nunca más el terrorismo! En nombre de Dios, todas las religiones traigan a la tierra Justicia y Paz, Perdón y Vida, Amor”, corroboró Benedicto XVI antes de despedir a cada uno de los presentes con un abrazo fraterno, mientras, ya al iniciarse el atardecer, la plaza se llenaba de lámparas encendidas, como símbolo de una esperanza que no se resigna a desaparecer de la faz de la tierra.

  • Opinión: Silencio, por Antonio Pelayo

En el nº 2.775 de Vida Nueva.

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