Las fumigaciones

Gustavo Girón Higuita OCD. Obispo de Tumaco

Hace ya más de 10 años que se inició a través de las fumigaciones en la costa de Nariño la actividad de control de los cultivos de uso ilícito que lentamente fueron invadiendo desde el año 1994 las ricas hoyas de los ríos Tapaje, Satinga, Sanquianga, Patía, Telembí, Chagüí, Mira y Mataje.

Un escuadrón de 5, 6 o 7 avionetas levantan vuelo con frecuencia para recorrer todos esos campos dejando a su paso la densa nube de glifosato que en pocos días deja esos cultivos y todos los demás cultivos que estén a su lado como pasto seco.
Ciertamente fue esta una solución que ha logrado bajar por algún tiempo la producción de la coca aunque no es una solución eficaz porque no mata las plantaciones sino sólo la cosecha presente. Luego las matas muy pronto reverdecen con nuevo vigor. Por el contrario, los demás cultivos de maíz, yuca, palma, arroz y frutales sucumben totalmente y con ellos todas las fuentes alimentarias de la población.
Después de diez años de estas continuas operaciones podemos constatar que los cultivos de uso ilícito y la producción consiguiente de cocaína no han desaparecido, sino que continúan dándose con diferente intensidad, según la frecuencia de las fumigaciones pero siempre con la perspectiva de incrementarse nuevamente en los mismos o en otros lugares en nuestra amplia región boscosa, que lamentablemente son deforestados para continuar la misma tarea. Por el contrario la destrucción de los cultivos tradicionales de pancoger sí ha sido casi completa. La rica región de la costa de Nariño que puede ser un emporio de riqueza agrícola está convertida en un campo de maleza y pobreza ya que no es posible introducir nuevos cultivos lícitos porque un día u otro son nuevamente devastados con nuevas fumigaciones. Es cierto, afirman normas oficiales, que cuando ocurre esto los cultivadores pueden elevar una queja a las altas autoridades para que los daños les sean resarcidos. Esto realmente así planteado puede ser correcto. Pero en la práctica es una solución imposible de aplicar, ya que para reclamar una indemnización en estos casos se requiere ante todo tener un título de propiedad, luego lograr una visita de las autoridades al campo objeto de la fumigación, su medición y estado en que se encuentra, presentar los documentos que testifiquen la propiedad del terreno, los costos tenidos con los cultivos anteriores y luego gestionar en Bogotá el estudio de los mismos y esperar, tal vez durante varios meses, la decisión de los organismos oficiales para su indemnización. Estas diligencias que parecen normales y sencillas no pueden realizarse de ninguna manera porque nuestros campesinos no tienen títulos de propiedad, muchos de ellos no saben leer ni escribir ni tienen la preparación ni el dinero para viajar y lograr la posibilidad de la revisión de sus campos, ni llevan contabilidad de los gastos de sus parcelas, ni mucho menos pueden viajar a Bogotá para gestionar un reclamo que puede demorarse meses.
El hecho es que la costa de Nariño hoy no presenta cultivos de ninguna clase en las márgenes de sus ríos, exceptuando algunas matas de plátano o cacao que han logrado sobrevivir.
Además de lo anterior vemos otras consecuencias que se han presentado. Se han constatado enfermedades en los niños y en los animales domésticos. Siendo ésta una región muy húmeda las lluvias frecuentes arrastran por toda la región los residuos de las fumigaciones y los llevan hasta el mar. En relación con esto, se ha visto que a partir de las fumigaciones la pesca en toda la costa de Nariño ha disminuido considerablemente, hasta el punto de que prácticamente todas las pesqueras que eran numerosas en Tumaco han cerrado sus puertas. Algunos han dicho que es un fenómeno del mar. Sin embargo, las pesqueras de Esmeraldas (Ecuador) que están en un área contigua al área marina de Tumaco siguen con una alta producción. La pregunta es si tienen las fumigaciones algo que ver con la disminución de la pesca. Este y otros muchos interrogantes están en la mente de todos los habitantes de esta costa que viven en medio de la inseguridad y de la muerte pero que día a día esperan un día mejor para que sus campos vuelvan a ser una despensa de buenos productos y se logre una vida sin sobresaltos.
Seguramente que todos se preguntarán: ¿Cómo combatir entonces los cultivos de uso ilícito? Es una pregunta que no sólo compete a esta región sino a otros países y regiones que reciben el producto de los cultivos. Compete también a las autoridades de control de estupefacientes, que realmente introduzcan normas y técnicas apropiadas que combatan el tráfico de drogas. Es también la pregunta para las Entidades de Desarrollo públicas o privadas que generen programas de cultivos lícitos y su mercadeo que permitan que los campesinos tengan los medios oportunos para su desarrollo. Es también la pregunta para todo el sector educativo de tal manera que todo nuestro pueblo campesino o de ciudad comprenda que lo ilícito produce muerte y exterminio y que lo que está según la ley de Dios es lo que puede traer paz y desarrollo verdadero. Esa es también nuestra labor de Iglesia que queremos realizar. VNC

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