Las controversias que desata una visita papal

De la reacción de un amplio sector europeo

 

Ya no sorprende que las visitas del Papa sean recibidas por un gentío de seguidores y otro grupo de opositores. La última visita que hizo a Madrid, del 18 al 21 de agosto, tuvo lugar a propósito de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud; un encuentro anual programado para jóvenes católicos de todo el mundo, en el cual, cada dos años, el Papa acompaña y ofrece una misa multitudinaria. Se recibieron cerca de dos millones de personas, un suceso calificado por el diario El País de España como “la mayor concentración de católicos en la historia de España”. Este afluente de turistas extranjeros impactó al Ministerio de Industria, Turismo y Comercio español con un crecimiento del 42,6% respecto del agosto del año pasado. El sol y las altas temperaturas también estaban disparadas por lo alto, fueron inclementes y pese a la lluvia, algunos se marearon y unos pocos se desmayaron.

Al medio día arribó el avión del Papa al aeropuerto internacional de Madrid-Barajas. Se escuchaba un coro diciendo “Esta es la juventud del Papa”. Benedicto XVI bajó uno, dos escalones y saludó a la multitud. Completó los veintiún escalones y piso tierra española. “Sí, sí, sí. El Papa ya está aquí”, gritaban en coro y repetían cientos de jóvenes, mientras que ondeaban las banderas de España, en su gran mayoría.
A esa hora, el día anterior los manifestantes laicos, ateos, librepensadores, indignados y también católicos -como Evaristo Villar, líder de la organización Redes Cristianas-, se alistaban para su marcha de dos kilómetros en protesta por la visita del Papa. Terminaban de pintar “De mis impuestos, al Papa cero”, otros alzaban “Estado laico ¡Ya!” y otros jóvenes cargaban la consigna, “¡Dios sí! ¡Iglesia no!”. Fueron cientos de organizaciones las que convocaron a quince mil personas. En su recorrido, planeado con semanas de antelación y autorizado un par de días antes, pasarían por la Puerta del Sol -algo tan emblemático como nuestra Plaza de Bolívar-, que sería el mismo lugar donde también estarían congregados los peregrinos de las jornadas juveniles. En medio de estos dos grupos, como un río que divide, estaría un dispositivo de seguridad de la policía. La posible situación de riesgo se había contemplado y lo esperado era un escenario sin conflictos. Dolores Carrión, delegada del Gobierno en Madrid, argumentó que tenía “una obligación y eso incluye que la gente pueda manifestarse y ejercer su derecho de reunión. De no haberlo hecho, habría incurrido en un delito de prevaricación”.
Pero las arengas que iban de un lado y venían del otro, la presión, poco a poco tensionó a los dos grupos e hizo complicar al cordón policial, que justo cuando los manifestantes disolvían sus filas provocó los disturbios.
Cuando llegaba el Papa, los titulares de la prensa hablaban de ocho detenidos, once heridos por las protestas y José Pérez Bautista, un detenido que planeaba atentar contra los manifestantes de la visita papal: parte de las cifras negativas. Cuando él iba camino a la Plaza de Cibeles, luego de una siesta, los manifestantes volvían a salir a marchar pero esta vez sin permiso oficial del Gobierno para reunirse en la Puerta del Sol; aquella que reunió al grupo de los “indignados” del 15 de mayo. Con este antecedente, la policía no podía volver a permitir que se tomaran la plaza y mucho menos que volvieran a acampar allí. Un grupo de más o menos 460 personas fue rodeada por la policía y a medida que pasaba la noche fue desalojando el lugar. Allí también habían peregrinos y personas del común que se vieron lesionadas por el paso de la policía, como muestran los videos de Internet; motivo por el cual, ahora se adelantan investigaciones para aclarar si los agentes implicados habían incurrido en un abuso de su autoridad.
Para el Padre Hermann Rodríguez Osorio, decano académico de la Facultad de Teología de la Pontifícia Universidad Javeriana, “las críticas nacen de un malestar que tiene sus fundamentos, pero no son críticas a la visita del Papa, sino contra la Iglesia jerárquica”.
Otra de las críticas que se hacía en España se debía al costo de la visita, una cifra que oscilaba entre los veinte y los cien millones de euros, pero que terminado el encuentro reveló que las jornadas y las visitas, habían contado con un respaldo económico del ochenta por ciento dado por los peregrinos y el medio centenar de donantes. Así que solo un veinte por ciento pudo haber sido respaldado por el gobierno español. Una cifra pequeña que toma un nuevo sentido si se le contrasta con el casi veinte por ciento de desempleo que sufre el país. Las cuentas grandes del evento, se dividieron así: treinta millones de euros facturados por los restaurantes, divididos en dos mil quinientos establecimientos, que aceptaban los bonos de los peregrinos y, en segundo lugar, entre doce y quince millones de euros fue para los hoteles, según Carlos Díaz, presidente de la Asociación Hotelera de Madrid, que reportó una ocupación del setenta por ciento, frente al cuarenta del año pasado. El dinero aún no se ha visto porque cada bono debe enviarse a la organización de las Jornadas Juveniles para que, en un plazo estimado de un mes, se efectúe el desembolso. Los sectores menos favorecidos fueron: los bares, las discotecas, el transporte público -que rebajó hasta un ochenta y cuatro por ciento el precio del tiquete, con lo cual la ciudad cobró casi cinco millones de euros, cuando pudo haber recogido veinte-, los taxistas y los museos -el Museo del Prado tuvo acceso gratuito para recibir a quince mil peregrinos durante tres días, ampliando su jornada de trabajo hasta la media noche-.
El domingo 21 de agosto, a las 6:30 de la tarde, el Papa inició su ceremonia de despedida. Su traslado al aeropuerto fue seguido y grabado en helicóptero. Blanco y dorado vistió el último y el primer día en España. Blanco, rojo y dorado serían los colores de la visita a Alemania. En Berlín lo recibieron seguidores y también contradictores. Nada nuevo ni para el Vaticano. Las críticas se centraban en la serie de escándalos por pederastia que se conocieron el año pasado de la iglesia católica alemana. Otro de los puntos que subrayaba la prensa eran el encuentro con varios de sus anfitriones: Angela Merkel, canciller alemana, evangélica y casada dos veces; Guido Westerwelle el vicecanciller, gay, casado con Michael Mronz; Klaus Wowereit, alcalde de la capital, también gay.
A diferencia de lo ocurrido en España, en la capital germana, la movilización de ocho mil personas fue pacífica, pero se detuvo a una persona en Erfurt, por disparar un arma de aire comprimido dos horas antes de la misa. En esta misma ciudad, un pequeño grupo de víctimas de abusos sexuales en instituciones católicas, pidió que se combatieran estos delitos que se han perpetrado por décadas. En esta ciudad no hubo protestas, el ambiente de indiferencia predominaba, suscitado tal vez, porque según la Conferencia Episcopal alemana, desde los años noventa, el número de católicos ha caído un cuarenta y dos por ciento y el número de misas celebradas ha disminuido en casi sesenta por ciento. Otro gesto que diferenció al país germano, fue que a la protesta se le sumaron más de cien diputados entre los partidos La Izquierda, Los Verdes y varios socialdemócratas. Sin embargo, con la pequeña cuota de católicos Alemania logra mantener su tradición de ser uno de los países más generosos con el Vaticano, más ricos y más influyentes en el mundo católico. Caso muy similar al de España, un país clave en la lucha contra el laicismo, según el padre Samuel Elías Forero, decano de la facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás de Bogotá. Se dice que en España, el año pasado un ochenta por ciento de la población se consideraba católica, pero ahora, solo el setenta. Mario Vargas Llosa, premio Nobel de literatura 2010, pocos días después de la visita del Papa se preguntaría “¿Es esto bueno o malo para la cultura de la libertad? Mientras el Estado sea laico y mantenga su independencia frente a todas las iglesias, a las que, claro está, debe respetar y permitir que actúen libremente, es bueno”. Este es un efecto natural de los estados modernos que privilegian la libertad, la democracia y el respeto.
Para Eduard Soto y Angélica Lagos, editores que cubren el panorama internacional del periódico El Tiempo y El Espectador respectivamente, las últimas dos visitas del Papa reflejan problemas no solo de los católicos en España y Alemania, sino que indican las fisuras del catolicismo en el resto mundo, con lo cual se abriría la pregunta ¿Hacia dónde va el catolicismo? Si una primera respuesta viniera del próximo viaje del Papa, entonces sería hacia Benin, África occidental, donde el próximo viernes 18 de noviembre lo recibirán. Esta república naciente desde 1991, que recibió la herencia católica por ser una antigua colonia francesa, pero toda África, al igual que América Latina, son puntos de interés de la Iglesia, de allí deriva que la próxima Jornada de la Juventud sea en Río de Janeiro, Brasil. VNC

Compartir