Roger Etchegaray: “Si no entendemos que Dios es amor, no tendremos nunca la paz”

Cardenal y presidente emérito del Pontificio Consejo Justicia y Paz

DARÍO MENOR | El 27 de octubre, Benedicto XVI viaja a Asís para celebrar el 25º aniversario del encuentro de oración por la paz en el que participaron representantes de las principales religiones del mundo. El cardenal vascofrancés Roger Etchegaray, “cocinero” de aquella histórica jornada impulsada por Juan Pablo II por su responsabilidad como presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, la sigue viendo hoy como una “idea audaz, nueva y profética”. Sin Asís no puede entenderse el diálogo interreligioso, que Etchegaray considera algo que va más allá de los gestos y las buenas palabras: “Consiste en que cada uno de nosotros acepte que Dios ha querido que existan tantas religiones en el mundo”. [Siga aquí si no es suscriptor]

– ¿Cómo era el mundo hace 25 años para que hiciese falta el Encuentro de Asís?

– Ni mejor ni peor que hoy. Existía la amenaza nuclear, que asustaba a todos, y la división entre el Norte y el Sur y, sobre todo, entre el Este y el Oeste. En 1985, el año anterior al encuentro, Juan Pablo II recibió una carta de un célebre físico alemán, Weizsäcker, muy preocupado por la cuestión de la paz. Era un cristiano valiente que le pedía al Papa que crease una gran asamblea de todos los cristianos para hablar y, sobre todo, rezar por la paz. Yo entonces era responsable del dicasterio de Justicia y Paz, por lo que el Papa, enseñándome la carta, me dijo: “Un gran físico conocido en el mundo entero me pide a mí, pobre Papa, que haga algo más”. En esta situación, Juan Pablo II, gran comunicador y con una visión muy amplia del mundo, se puso a trabajar para que, a partir del Evangelio, los hombres y mujeres pudiesen vivir en todos lugares como hermanos y hermanas.

“Asís fue una idea audaz,
verdaderamente nueva
y diría que profética”.

– ¿Por qué Asís?

– Fue decisión del Papa, que quería mucho esa ciudad, abierta a la fraternidad gracias a su símbolo religioso, san Francisco. Fue también él quien decidió convocar a los líderes de todas las religiones, no solo a los cristianos. Fue una idea audaz, verdaderamente nueva y diría que profética. El Papa quiso encontrar a todos los hombres de buena voluntad de todas las religiones para rezar. La base de todo era la oración.

– Hubo quien no entendió la propuesta. ¿Temieron las críticas?

– El Papa quería evitar el sincretismo y toda apariencia del mismo. En la preparación se trabajó para que la opinión pública no considerase que todas las religiones valen y son iguales. Siempre con mucho respeto hacia cada religión. Un cristiano piensa que el único salvador de todos, de toda la humanidad, es Cristo. Recuerdo que el Papa dedicó cinco Angelus del domingo a presentar Asís y a explicar por qué quería el encuentro y en qué condiciones. Aún así, la iniciativa no fue entendida por todos. Hay quien está en contra del mismo principio de dialogar con otras religiones.

Un gran paso adelante

– ¿Qué recuerdos guarda del Encuentro?

– Era una día gris, lluvioso, pero al final de la mañana, un magnífico arcoíris apareció en el cielo de Asís. Por la tarde, cuando respiramos un poco mejor porque todo había ido bien, el Papa me dijo: “Este arcoíris que hemos admirado es un signo de que Dios quería este encuentro. El arcoíris es el signo de la alianza de Dios con Noé después del gran diluvio. Recordó a los hombres que todavía hoy Dios quiere salvar a toda la humanidad de todas las catástrofes. Les salva para la vida eterna”. El Encuentro de Asís fue verdaderamente una novedad. El ecumenismo existía desde hacía tiempo, pero que la Iglesia se interesase por religiones no cristianas era un escándalo porque las creencias lejanas, orientales como dicen, parece que vivan en otro planeta. De hecho, a nuestra mentalidad latina, occidental, le cuesta aún hoy entender estas religiones no cristianas. No las conocemos bien.

– ¿Qué escenario se abrió para el diálogo interreligioso tras el encuentro de Asís?

– Juan Pablo II dio con Asís un gran paso adelante para todos. Allí pudimos encontrarnos para rezar. No todos juntos, pero estuvimos juntos para rezar, según la fórmula tan célebre del Papa. Yo participé después como responsable de Justicia y Paz en encuentros por todo el mundo con todo tipo de religiones. La Comunidad de Sant’Egidio ha sido el grupo católico que ha transmitido y desarrollado lo que el Papa llamaba “el espíritu de Asís”. Desde entonces, cada año ha reunido en una ciudad europea a hombres y mujeres de todas las religiones.

– ¿Qué queda hoy de ese espíritu?

– Hay que entender el mundo de hoy, donde tiene gran importancia el fenómeno migratorio, muy difícil de regular. Lo generoso es aceptar que tenemos al lado a un musulmán, a un hindú… Aún no somos capaces de balbucear el verdadero diálogo interreligioso, que no comienza solo cuando se es amable con alguien de otra religión; consiste en que cada uno acepte que Dios ha querido que existan tantas religiones en el mundo. Nosotros, católicos, debemos respetar las religiones de los otros y, al tiempo, afirmar que todo hombre, aunque no lo sepa, es salvado gracias a Cristo muerto y resucitado.

– ¿Por qué la violencia sigue hoy travistiéndose de religión, como afirma el Papa?

– Felizmente, ha pasado la época en la que las guerras de religión eran las más importantes. Todas las religiones buscan someterse a Dios, a su voluntad, a la vida. Muy pocos entienden, y debemos repetirlo en este período laicizado, que Dios es verdaderamente el Señor de todos y que es alguien que nos ama. Si no entendemos que Dios es amor, y amor misericordioso, que nos perdona, que todos somos unos pobres pecadores, si no lo aceptamos, si no lo entendemos, si no rezamos por ello, no tendremos nunca entre nosotros la paz que se desea para todos. Por fortuna, tanto los cristianos como los miembros de las otras creencias hacemos mucho para mostrar que todas las religiones son un signo de alianza con el Dios de la paz. Estamos en una época en la que hemos perdido los grandes puntos de referencia, los valores sobre los que la humanidad puede vivir en paz. Estos valores son los valores espirituales, como los que tiene la religión de la que formamos parte.

“En África, el recuerdo que me ha marcado más,
por la miseria humana,
pero también por la esperanza de los hombres,
es Ruanda”.

– Juan Pablo II le envió a multitud de lugares de conflicto. ¿Qué recuerdos guarda de aquellas difíciles misiones?

– Hubo algunas que eran imposibles. Fui a guerras que duraban desde hacía mucho tiempo, a guerras impulsadas por el odio y la violencia. He visto mucha miseria. Recuerdo los encuentros con Fidel Castro, Sadam Husein o con un jefe de una tribu en África que estaba sembrando el terror. Recuerdo la guerra de los Balcanes, donde me impliqué mucho. En África, el recuerdo que me ha marcado más, por la miseria humana, pero también por la esperanza de los hombres, es Ruanda. Viví en primera persona aquel genocidio.

– ¿Perdió en algún momento la confianza en el género humano?

– Estamos hechos más para la paz que para la guerra. “Dichosos los artesanos de la paz”, dijo Jesús. Estos se encuentran en el pueblo, aunque no les escuchemos. No respetamos las profundas aspiraciones de paz que cualquier pueblo expresa. Juan Pablo II nos mostró que Dios ama al hombre en todo lugar, sea quien sea. Siempre he tenido confianza, incluso en períodos difíciles, porque estamos en las manos de un Dios de amor, de amor que perdona.

En el nº 2.773 de Vida Nueva.

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