El verdadero Evangelio en la viña hoy

Parroquias, movimientos de AC y particulares se afanan en la labor solidaria con los temporeros

Texto y fotos: VICENTE L. GARCÍA | La vendimia está llegando a su fin y, un año más, el MRC (Movimiento Rural Cristiano) de La Rioja alza su voz para exponer la situación de quienes pertenecen al último eslabón de la cadena: los temporeros. Las labores agrícolas precisan de mano de obra, y aunque la tecnología se abre paso entre las cepas y los surcos, desplazando al ser humano, todavía, en momentos puntuales, el agricultor precisa de muchas manos para hacer la tarea a tiempo. Además del valor que el trabajo artesanal aporta aún hoy al producto.

Hoy día, las condiciones de trabajo, los abusos y otras cuestiones conflictivas precisan de un diálogo entre las partes implicadas, y, en esa tarea de encuentro y solución de conflictos, la Iglesia juega un papel importante. Tanto Cáritas como el MRC trabajan por mejorar las condiciones de quienes honradamente se ganan la vida como temporeros.

El párroco, Jesús Jorge, con unos temporeros

En Uruñuela, el párroco, Jesús Jorge, lleva muchos años comprometido con la pastoral rural de la Acción Católica. Desde su militancia en el MRC y desde su experiencia en el día a día, expone la situación actual del mundo de los temporeros: “Hace unos años, para los trabajos tanto de la patata como de la vendimia, se contaba con estudiantes que intentaban sacarse un dinero en poco tiempo y trabajadores que venían del sur de España o de Portugal, algunos de raza gitana; hoy, la mayoría de los temporeros son portugueses de raza gitana y mucho africano (de países como Mali o Senegal); también hay grupos de rumanos y algunos procedentes del Sáhara. Aparte de las familias que tradicionalmente se han dedicado a los trabajos de temporero, en los últimos años la crisis de la construcción ha desplazado a muchas de las personas que trabajaban en este sector hacia las labores agrícolas”. Hasta aquí, el perfil humano de los temporeros.

“También los trabajos de temporero han atraído siempre a otro sector que no puede considerarse como tal, ya que son transeúntes, y suelen ser, además, una de las fuentes de conflictos por incumplimientos laborales y por sus comportamientos antisociales, a causa de excesos con las drogas o el alcohol”, añade el sacerdote.

Evitar las mafias

Algunas bodegas han optado por contratar solo a gente con residencia en la zona, intentando evitar así a las mafias o la incertidumbre de garantizar el número de obreros necesarios cada día. También, algunos sindicatos disponen de bolsas de trabajo a disposición de los agricultores.

Las explotaciones familiares suelen precisar de pocos temporeros, lo cual les permite intentar mantener y repetir con las mismas personas cada temporada. Este es el caso de la familia de Josefina Fontecha, que con uno o dos temporeros cubre sus necesidades; quien trabaja hoy con ellos ya había venido en pasadas temporadas. “Es una tranquilidad contar con gente que ya conoces”, comenta Josefina.

El estado de indefensión de unos y de otros ha dado pie al funcionamiento de las mafias de contratación. Por eso, tanto el MRC como Cáritas alertan contra la subcontratación y la explotación (salarios que rondan los 7,46 euros la hora) y reclaman una acogida digna, con alojamiento y comida, y una atención a aquellos miembros de la familia (menores y ancianos) que acompañan a los temporeros.

Pero la auténtica respuesta evangélicase desarrolla a pie de calle, de forma casi anónima y desde la iniciativa privada. Al patear esta tierra que da nombre a uno de los mejores caldos del mundo, se descubre que en cada pueblo hay gente que aprobará con nota cuando, en el repaso de la vida, se llegue al “tuve hambre y me diste de comer, fui transeúnte y me acogiste”.

En el nº 2.773 de Vida Nueva (artículo íntegro para suscriptores).

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