Domund 2011: La misión pasa por ejercer la justicia

Ante la jornada del domingo 23, una misionera relata su experiencia

AMPARO CUESTA, misionera de Nuestra Señora de África | En los años 70, África seguía siendo un continente desconocido y misterioso. Y yo quería ir allí. Pero mi vocación no había nacido por una atracción a unas tierras misteriosas o por un ansia de aventuras. Mi vocación –lo recuerdo muy bien, porque hay momentos que no se borran de nuestra memoria– viene de un encuentro con Cristo en una capilla donde yo me encontraba sentada, esperando a que terminara un grupo de misioneros que habían ido a hablar sobre África. Jamás había pensado en hacerme misionera para toda la vida; solo quería colaborar, irme un tiempo a África o a América Latina y ayudar un poco.

Pero el Señor tenía otros planes para mí y aquella tarde, cuando miré al crucifijo que colgaba en el altar, sentí como si el Señor me hablara y me dijera que quería que le siguiera. Cuando salí, mi vida iba a dar un giro totalmente inesperado y el sentimiento de lo que experimenté aun lo recuerdo con fuerza.

Un año después, entraba en la Congregación de las Misioneras de Nuestra Señora de África, fundadas por el cardenal Lavigerie, igual que los Misioneros de África (Padres Blancos), dedicada exclusivamente a África. Todavía tardaría cuatro años más en pisar ese continente y Malawi, pero fue ese encuentro personal con el Señor el que me ha acompañado y dado energías, vitalidad y fuerzas durante toda mi vida.

Malawi es un pequeño país de mil kilómetros de longitud situado en el sureste de África, y que se llamaba Nyasaland en la época en que estaba colonizado por los ingleses. Recuerdo muy bien que cuando quise mandar un paquete de libros antes de ir allí por primera vez, en la oficina de Correos no sabían ni qué era ni dónde estaba Nyasaland. [Seguir leyendo]

En el nº 2.772 de Vida Nueva.

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