“Toda una generación corre el riesgo de desaparecer en el Cuerno de África”

El Papa y entidades asistenciales cristianas renuevan su llamada contra la hambruna

ANTONIO PELAYO. ROMA | Uno de los problemas, desde luego menores, de Benedicto XVI es que, vaya adonde vaya, allí ya estuvo Juan Pablo II antes que él. Ha vuelto a suceder el domingo 9 de octubre en la ciudad de Lamezia Terme y la Cartuja de Serra San Bruno. En ambos lugares estuvo Karol Wojtyla el 5 de octubre de 1984. En 27 años, algunas cosas han cambiado mucho, y otras no tanto.

Era la primera vez, sin embargo, que el actual Pontífice visitaba Calabria, una de las regiones italianas más devastadas por la criminalidad organizada (aquí llamada N’drangheta), por la ininterrumpida corrupción de sus políticos y por la consiguiente depauperación de sus gentes, obligadas a emigrar. Nada de admirar, pues, que el alcalde de Lamezia Terme, Gianni Speranza, le diese la bienvenida a “esta tierra de sufrimiento, de extraordinaria belleza, de enormes potencialidades y recursos, de grandes talentos, pero al  mismo tiempo de un paro inaceptable, de dramáticas injusticias y violencias. De emigrantes a todos los continentes y últimamente refugio de la multitud de desesperados provenientes de África”.

Apenas aterrizado en el aeropuerto, Joseph Ratzinger se dirigió a una inmensa explanada, sede en su día de un complejo industrial hoy abandonado. Allí le esperaban unas 40.000 personas, menos de la mitad de las previstas, porque la noche anterior había diluviado y hacía frío, y colmo de los colmos, para asistir a una misa que iba a comenzar a las diez había que coger el autobús antes de las seis de la mañana… y encima pagando.

El Papa saluda a la multitud durante su visita a Calabria

En su homilía, el Papa recogió el guante: “Si observamos esta bella región de Calabria, reconocemos en ella una tierra sísmica, no solo desde el punto de vista geológico, sino también estructural, de comportamientos y social; una tierra donde los problemas se presentan con formas agudas y desestabilizadoras; una tierra donde el paro es preocupante, donde una criminalidad a veces feroz hiere el tejido social, una tierra en la que se tiene la continua sensación de estar en emergencia”.

Después de reconocer la capacidad de los que le escuchaban “para adaptarse a la estrechez”, les exhortó a no ceder nunca “a la tentación del pesimismo o de replegarse sobre uno mismo”, y un poco más adelante, deseó que surgiera “una nueva generación de hombres y mujeres capaces de promover no tanto los intereses partidistas cuanto el bien común”.

No es la primera vez que Benedicto XVI hace referencia a la necesidad de una nueva generación de políticos de nuevo cuño inspirados en la Doctrina Social de la Iglesia. Esta vez lo ha hecho cuando se multiplican las voces de una alternativa neo-democristiana a Berlusconi, patrocinada en cierto modo por la Iglesia, hipótesis descartada con solemnidad por el cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana.

Por la tarde, el Santo Padre visitó la Cartuja de Serra San Bruno, nacida hace más de mil años por iniciativa del fundador de la orden cartujana, llamado a Italia por Urbano II y que conoció en la historia períodos de gran esplendor. Hoy viven dentro de sus muros 16 monjes que perpetúan la tradición milenaria de la Orden.

Con su presencia y sus palabras, Benedicto XVI ha querido reconocer la valía del testimonio monástico en nuestra cultura secularizada: “A veces, el clima que se respira en nuestras sociedades no es muy salubre, está contaminado por una mentalidad que no es cristiana y ni siquiera humana, porque está dominada por los intereses económicos, únicamente preocupada por las cosas terrenales y carente de una dimensión espiritual. En este clima no solo se margina a Dios, sino también al prójimo, y nadie se compromete por el bien común. El monasterio, por el contrario, es modelo de una sociedad que pone en el centro a Dios y a la relación fraterna”.

Nuevo llamamiento por Somalia

Pero por muy penosa que sea la situación de los calabreses, estos pueden considerarse sumamente afortunados si se comparan con las poblaciones del llamado Cuerno de África. Benedicto XVI reiteró su llamamiento a la comunidad internacional para que se palíen los sufrimientos inhumanos de millones de personasque carecen de alimentos, agua y medicinas. Lo hizo al final de la audiencia general del miércoles 5: “Renuevo mi preocupada invitación a la comunidad internacional para que continúe su compromiso con esos pueblos e invito a todos a rezar y a ayudar de modo concreto a tantos hermanos y hermanas tan duramente probados, en particular los niños, que todos los días mueren en esa región por enfermedades, por falta de agua y de comida”.

Giorgio Bertin, nuncio apostólico en Somalia, durante la rueda de prensa en el Vaticano

En la audiencia estaba el cardenal Robert Sarah, presidente del Pontificio Consejo Cor Unum, que había convocado esos días en el Vaticano una reunión de diversos organismos asistenciales cristianos sobre la situación y la ayuda de las Iglesias en el Cuerno de África. Sobre esa reunión se informó en una conferencia de prensa el 7 de octubre.

“En esta emergencia –aseguró el purpurado, originario de Guinea-Conakry– se dan cita todos los ingredientes dramáticos presentes en crisis análogas: un acontecimiento catastrófico –en este caso, la larguísima sequía–, la falta de infraestructuras sanitarias, la insuficiencia de personal cualificado para gestionar situaciones de emergencia, la inestabilidad política, la corrupción, la pobreza endémica del territorio, la falta de trabajo… Pero hay algo particular que me preocupa y corre el riesgo de perjudicar el futuro de esta parte del continente africano y es lo siguiente: los millones de refugiados que vagabundean en el intento de sobrevivir se convertirán el día de mañana en prófugos, clandestinos, apátridas, gente sin casa, sin trabajo, sin comunidad. Toda una generación corre el riesgo de desaparecer”.

A continuación, el cardenal Sarah insistió en la necesidad de construir nuevas escuelas: “Donde hay escuelas hay educación, hay un futuro posible, habrá trabajo el día de mañana, se formarán familias… Desde hoy mismo hago este llamamiento: ¡una escuela para cada aldea! Lo digo como africano: ¡unámonos en el esfuerzo de ayudar al Cuerno de África a dar educación, instrucción y cultura a nuestros hijos”.

En el curso de la conferencia de prensa, se hizo público un mensaje del arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, con el que se sumaba a los esfuerzos de las más importantes agencias cristianas de ayuda humanitaria. “Las comunidades de fe –escribe el primado de la Iglesia Anglicana– juegan un papel específico en esta crisis: están presentes como parte integral de la comunidades locales mucho antes de que surgiera la crisis y han permanecido durante la emergencia y después de ella, cuando otras agencias humanitarias han abandonado el campo. Son, por eso mismo, un componente esencial de la arquitectura de las comunidades que resisten”.

También se informó de las acciones concretas que la Iglesia católica está desarrollando en Somalia, Kenia, Etiopía y Yibuti, países donde, según las oficinas especializadas de la ONU, 13 millones de seres humanos viven en plena emergencia alimentaria y sanitaria. Además de las Caritas (que han invertido 31 millones de euros en la asistencia a más de un millón de personas), están presentes en la zona otras organizaciones de diversos países, como la española Manos Unidas, la Orden de Malta, el Servicio Jesuita al Refugiado, la Familia Vicenciana, etc.

“La situación –aseguran los especialistas– va a ser más seria en los próximos meses; la ayuda no es suficiente y octubre puede ser un mes crucial, ya que es normalmente un período de precipitaciones, pero las irregularidades de las lluvias en los meses recientes pueden indicar un período adicional de sequía. La actual situación no se debe exclusivamente a la falta de agua, sino que ha sido también generada por los violentos conflictos, la ausencia de un Gobierno central, la corrupción, la inseguridad en el mantenimiento del territorio y una continua ausencia de servicios básicos”.

  • Opinión: Nunzio, por Antonio Pelayo

En el nº 2.772 de Vida Nueva.

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