La vida monástica vuelve a latir en Armenteira

Deshabitado durante más de un siglo, acaba de organizar un encuentro para jóvenes

MAITE LÓPEZ MARTÍNEZ | Santa María de Armenteira (Pontevedra) es una de las abadías más importantes de Galicia. Monumento histórico, es un edificio del siglo XII y uno de los mejores ejemplos del románico gallego. En su origen fue una comunidad masculina la que habitó el monasterio hasta la Desamortización, que obligó a los monjes a abandonarlo en 1837. Estuvo deshabitado durante más de un siglo, tiempo en el que los edificios, salvo la iglesia, fueron desmoronándose.

Curiosamente, en 1961, Carlos Valle-Inclán (hijo del escritor Ramón Mª del Valle-Inclán), recorriendo los parajes en los cuales su padre se había inspirado para redactar Aromas de leyenda, visita el abandonado convento y decide crear una asociación (“Amigos de Armenteira”) para reconstruirlo. Lo consiguieron en los años 70, permitiendo así al monasterio albergar de nuevo la vida monástica, lo que sucedió en 1989 con la llegada de un pequeño grupo de hermanas procedentes del también monasterio cisterciense de Alloz (Navarra).

La hermana Ana Moneo, priora del convento, comenta de ese período que “fue un tiempo del que las hermanas guardan un bonito recuerdo y en el que, a la par que se acondicionaban los lugares necesarios, se iba configurando la comunidad.”

El tiempo en la clausura fluye lenta pero intensamente y se distribuye en tres tareas: liturgia, lectio y trabajo, siendo la oración aquello que todo lo impregna. En Armenteira, y como modo de subsistencia, las hermanas elaboran artesanalmente jabones naturales y aceites vegetales con esencias. Dicen que la vida monástica es fuente de alegría y felicidad: “La vida comunitaria nos ayuda a crecer en esta experiencia: la compasión, el perdón, la paciencia, la ayuda mutua nos traen el reflejo de aquello a lo que todos aspiramos: sentirnos unidos en el Amor”.

Están convencidas de que los jóvenes pueden entender mejor que nadie estas señales de cambio, de renovación dentro de la sociedad y de la Iglesia. Y por eso ofrecen encuentros y cursillos de oración para conocer y profundizar en la Palabra de Dios a través de la lectio divina. Su última convocatoria, el I Encuentro Monástico Juvenil, celebrado del 8 al 12 de octubre, estaba estructurada con momentos y actividades especialmente pensadas para ellos: trabajo en la huerta, elaboración de productos monásticos, una introducción a la oración y a la lectura espiritual, charlas y tiempos para compartir la fe.

La hermana Ana, de 55 años, entró en el convento con la edad de 35: “Como mucha gente de mi edad, he tenido oportunidad de estudiar. Hoy no es nada raro, e incluso puede ser bastante común, que quien entra haya cursado estudios superiores y trabajado antes de entrar. Yo así lo hice”.

La actual comunidad está formada por nueve hermanas, con una media de edad de 57 años. Desde que las primeras llegaron a Armenteira han entrado en la comunidad seis nuevas hermanas, de las cuales cuatro han perseverado. “No se puede decir que sean muchas –declara ella misma– pero no ha dejado de entrar alguien cada cierto tiempo, de modo que no hay vacío generacional ni salto de edades. La última que entró fue hace menos de un año”.

Algunas hermanas estuvieron presentes en uno de los puestos que acogió la Feria Vocacional de la JMJ Madrid 2011, llevando materiales costeados por la Diputación de Pontevedra. Allí pudieron comprobar cómo no pocos jóvenes se interesaban por el Císter, dejando sus correos electrónicos para recibir información sobre las iniciativas del monasterio.

A pesar del ambiente de soledad que es propio de la vida conventual, la comunidad tiene una importante proyección de cara a los demás en la acogida que realizan, en primer lugar, en la liturgia, abierta a todo el que quiera participar. De un modo más amplio, la hospedería (con espacio para hasta 25 personas) se ofrece a quien quiera acercarse buscando un lugar de silencio, oración y descanso, facilitando esa distancia de la vida cotidiana tan necesaria para volver a ella con nuevo empeño.

En el nº 2.772 de Vida Nueva.

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