Editorial

La misión global, aquí y ahora

Compartir

EDITORIAL VIDA NUEVA | Hace 85 años, en la entonces llamada Sagrada Congregación de Ritos, se levantaba acta fundacional de lo que luego se popularizaría como Domingo Mundial de las Misiones, una jornada que la Iglesia marca en rojo el penúltimo domingo de octubre. En España, es una de las convocatorias eclesiales más celebradas, con un notable arraigo en el imaginario colectivo, incluso en el de aquellos que, por las razones que sean, no comulgan con la institución que la organiza.

Sin embargo, su aceptación general viene sostenida por el unánime reconocimiento de que apoyar esa jornada, con su cuestación económica incluida, supone arrimar el hombro, aunque sea simbólicamente, con los más de 14.000 misioneros españoles, hombres y mujeres, desparramados por más de un centenar de países, a donde su fe los ha llevado para entregarse incondicionalmente al servicio de los más desfavorecidos. Son unos pocos los que el día del Domund tienen algo que oponer a ese impresionante granero de patrimonio testimonial que son nuestros misioneros y, sobre todo, a las obras por las que son conocidos y reconocidos.

Y aquí cabe una pequeña parada para detenerse ante el orgullo que suponen para la Iglesia en España los datos que hablan de manera muy elocuente de la generosidad de sus gentes. Una generosidad que se plasma tanto en sus aportaciones económicas, una de las más elevadas del mundo (casi 17 millones de euros durante el año pasado), como con la entrega de sus hijos e hijas, pues España sigue siendo uno de los países con mayor número de misioneros fuera de sus fronteras, cuyo número se engrosa cada año con el envío de unos 150 miembros de órdenes, congregaciones, institutos seculares y movimientos y asociaciones, según señalan los datos ofrecidos por las Obras Misionales Pontificias.

Existe el riesgo de considerar
la Jornada Mundial de las Misiones
como un hecho rutinario,
algo aislado en medio del año.

Pero la convocatoria de este año, bajo el lema Así os envío yo, nos propone también una lectura que nos sacude frente al peligro de la rutina con la que puede ser acogida la jornada por las comunidades. Y así lo recuerda el Papa en su mensaje: “La atención y la cooperación en la obra evangelizadora de la Iglesia en el mundo no pueden limitarse a algunos momentos y ocasiones particulares, y tampoco pueden considerarse como una de las numerosas actividades pastorales: la dimensión misionera de la Iglesia es esencial y, por tanto, debe tenerse siempre presente. Es importante que tanto los bautizados de forma individual como las comunidades eclesiales se interesen no solo de modo esporádico y ocasional en la misión, sino de modo constante, como forma de vida cristiana. La misma Jornada Mundial de las Misiones no es un momento aislado en el curso del año, sino que es una valiosa ocasión para detenerse a reflexionar si respondemos a la vocación misionera y cómo lo hacemos”.

A ello nos obliga también el que han cambiado los conceptos clásicos. Hoy, la misión es ya global, está a la vuelta de la esquina, también en sociedades tradicionalmente consideradas cristianas y que ahora son refractarias a la fe. En ellas tenemos oportunidad de renovar el compromiso de llevar a todos el mensaje con el entusiasmo de los primeros cristianos.

En el nº 2.772 de Vida Nueva (del 15 al 21 de octubre de 2011).

INFORMACIÓN RELACIONADA