El Episcopado italiano carga contra Berlusconi

Duro discurso del cardenal Bagnasco denunciando el deterioro de la escena pública y de la imagen actual del país

El primer ministro Berlusconi y el cardenal Bagnasco

ANTONIO PELAYO. ROMA | “Ya era hora”, comentó un colega italiano que escuchaba a mi lado en directo el discurso con el que el cardenal Angelo Bagnasco inauguraba el pasado 26 de septiembre la reunión del Consejo Permanente del Episcopado italiano. Se refería, sin duda, a la severa toma de posición del purpurado ante la actual situación política italiana y sobre las “actividades” de Silvio Berlusconi, presidente del Consejo de Ministros.

En uno de los pasajes de su extensa disertación, el presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) y arzobispo de Génova, afirmaba exactamente lo siguiente: “Conocemos las preocupaciones que sacuden el cuerpo vivo del país y no se nos escapa ciertamente todo lo que, en muchas ocasiones, se ha intentado hacer y se está haciendo para afrontarlas. Sin embargo, la impresión es que, ateniéndonos a lo que se ha visto, no sea todavía suficiente. Sorprende el rechazo a reconocer la exacta seriedad de la situación más allá de las instrumentalizaciones y posiciones partidistas; provoca amargura el método descoordinado con el que se procede, dando la impresión de que el ajuste de cuentas personales prevalezca respecto a las obligaciones institucionales y al comportamiento que exige la escena pública sobre todo en tiempos de austeridad”.

Más adelante, el cardenal iba más al grano en sus acusaciones: “Produce tristeza el deterioro de las costumbres y del lenguaje público, así como la recíproca denigración, ya que de este modo se corrompe el sentido cívico, complicando toda hipótesis de renacimiento, incluso político. Mortifica, sobre todo, tener que constatar algunos comportamientos no solo contrarios al decoro público, sino intrínsecamente tristes y vacíos. No es la primera vez que lo anotamos: todos los que optan por la militancia política deben ser conscientes ‘de la mesura y sobriedad, de la disciplina y del honor que lleva consigo’, como recuerda nuestra Constitución”.

Daño social

Otro párrafo de su discurso destacado por la prensa del país ha sido el siguiente: “Los comportamientos licenciosos y las relaciones impropias son en sí mismas negativas y producen un daño social prescindiendo de su notoriedad. Enrarecen el ambiente y hacen más pesado el camino común. Tanto más si esto se produce en una sociedad mediatizada, en la que las revelaciones de asuntos turbios, además de ser objeto de vigilancia, se hace contagioso y es un motor del mercado. De una situación anormal nacen otras, y el equilibrio general se resiente de forma progresiva… La colectividad mira con consternación a los actores de la escena pública, y la imagen del país en el exterior se ve peligrosamente debilitada… Hay que purificar el aire, si no, las nuevas generaciones serán envenenadas”.

Discurso “pactado” con la Santa Sede

Este discurso, como es lógico suponer, fue consultado y –podríamos decir– “pactado” con la Santa Sede. La víspera de pronunciarlo, el cardenal Bagnasco fue recibido por el Papa, quien, sin duda, fue informado del “paso” que iba a dar la Iglesia italiana frente a Il Cavaliere, y que algunos observadores consideran definitivo para su caída a más o menos corto plazo.

Hasta ahora, las relaciones con el veterano político habían sido dictadas por un cierto pragmatismo o –utilizando otros términos– con “secular realismo”, pero la medida ha sido colmada con las últimas revelaciones y ya se piensa en el “post-Berlusconi”, aunque muchos creen que el final de su era no es tan inminente.

En el nº2.771 de Vida Nueva.

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