Es la hora de curar las heridas en Donosti

José Ignacio Munilla (segundo por la izq.), obispo de San Sebastián

JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | La diócesis de San Sebastián estrena plan pastoral para los próximos cinco años. Se esperaba con interés y su elaboración no ha estado exenta de problemas, aunque se ha advertido en algunos sectores críticos un voto de confianza. En otros, la hipercrítica continua sin fin.

Aún recordamos el Consejo de Presbiterio del pasado 20 de junio, cuyo contenido se filtró a la prensa, obstaculizando la normalización eclesial en Donosti, una Iglesia nada fácil: 279 sacerdotes que atienden 221 parroquias a las que pertenecen casi 700.000 diocesanos. Según los estudios de la propia diócesis, el 80% del clero guipuzcoano es “culturalmente nacionalista”; el 10% abertzale; y el otro 10%, españolista.

Son ya 61 los años de recorrido de esta Iglesia local, desde que se segregara de Vitoria, como lo hizo Bilbao, en 1950. Seis obispos en este más de medio siglo. De ellos, uno catalán, otro navarro y los otros cuatro, vascos. No le fue fácil al profesor Setién, decano entonces de la Pontifica de Salamanca, acceder al episcopado en 1972 por la vía de los obispos auxiliares. Causó un gran revuelo su nombramiento y fue piedra de tropiezo en unas complicadas relaciones Iglesia-Estado. Complicado fue también su episcopado, así como su salida.

Juan María Uriarte, uno de los obispos con mayor influencia en amplios sectores del clero español, trabajó con ahínco, no justamente reconocido, ayudando a cuajar fraternidades sacerdotales y luchando por las vocaciones, aunque el éxito en una sociedad tan secularizada no lo acomapañara.

La llegada del actual prelado trajo su revuelo. Al Vaticano le faltó medir más el nombramiento. En él se cuestionaban temas de fondo eclesial que no debieran haberse desdeñado. Roma locuta, causa finita.  Después tocaba seguir trabajando.

Ahora es tiempo de restañar heridas
y rehacer la comunión.
Es ese el objetivo prioritario en el nuevo plan.
Sin su logro, pueden fracasar otros objetivos consensuados.

Ahora es tiempo de restañar heridas y rehacer la comunión. Es ese el objetivo prioritario en el nuevo plan. Sin su logro, pueden fracasar otros objetivos consensuados como son: “Oración, evangelización, práctica de la caridad con todos los necesitados, defensa de la familia y de la cultura de la vida y ayudar al proceso de pacificación en Euskadi, haciendo especial hincapié en conseguir una verdadera reconciliación en pos de una cultura de paz”.

Corresponde al obispo mantener en alto una eclesiología inclusiva en la que no destierre aspectos que pueden ayudar a serenar el ambiente y a enriquecer la comunión. A ser obispo también se aprende todos los días. Le corresponde a José Ignacio Munilla no entrar al trapo de viejas historias personales. No está Euskadi y su Iglesia para guerras intestinas.

Urge la evangelización; urge la reconciliación. Pasar página, pero habiendo aprendido todos la lección. Dice el teólogo Aguirre: “Gipuzkoa es un avispero muy ideologizado y una diócesis muy identificada con la línea nacionalista. Pasaron décadas sin denunciar la idolatría de un nacionalismo exacerbado que ha suplantado a Dios, sin darse cuenta de que el ídolo iba desertizando la conciencia moral y religiosa del pueblo vasco y de la juventud”.

Al clero corresponde una visión más amplia para asumir viejos errores. No todos los sacerdotes y laicos están en esa línea y, aunque críticos, tienen visiones acertadas. El plan puede ser un instrumento para ponerse todos a trabajar con renovada comunión.

director.vidanueva@ppc-editorial.com

En el nº 2.771 de Vida Nueva.

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