Recordando a Yolanda

Entregó su vida en una lucha desigual contra asesinos pagados por el narcotráfico

 

La religiosa Yolanda Cerón, directora de Pastoral Social de la Diócesis de Tumaco, nacida en Berruecos (Nariño) se entregó al servicio de sus hermanos, los más pobres, pertenecientes a comunidades afrodescendientes en la Costa Pacífica Colombiana. Hace 10 años fue asesinada por sicarios a sueldo.

En lucha desigual contra asesinos pagados por narcotraficantes y paramilitares que buscaban hacerse a la propiedad de la tierra de los campesinos, Yolanda dirigiendo el equipo de la Pastoral Social, contribuyó para que al amparo de la Ley 70 se titularan 96.000 hectáreas de tierra para una población de 9.000 personas afrodescendientes que durante cientos de años ejercían derechos de propiedad sobre estas tierras ancestrales. Ahora tienen una titulación colectiva que es inalienable, imprescriptible e inembargable, pero además con este proceso se sentó un precedente, al que el gobierno se oponía, la titulación de los manglares para comunidades afrodescendientes.
Yolanda era animadora vital del espacio común conformado por 17 proyectos apoyados por Misereor (agencia de ayuda de la Conferencia Episcopal Alemana) que desde Riosucio (Chocó) hasta Tumaco (Nariño) han venido coordinando esfuerzos a favor de comunidades negras e indígenas atropelladas por múltiples violencias y con un palpable abandono del Estado, que no ha tenido en cuenta este rico y frágil territorio sino para entregarlo en concesiones a enclaves mineros y madereros nacionales y extranjeros que han extraído la riqueza de la región sin devolver nada a cambio, pero sí dejando las heridas del maltrato a la tierra y al territorio. Hoy la región está amenazada por los cultivos de coca y de palma aceitera.
Las amenazas y las intimidaciones contra Yolanda se multiplicaron, pero con un cuerpo frágil y una voluntad tenaz, animaba a sus hermanos a que no desmayaran en sus derechos, mientras que exigía al Estado el cumplimiento de la ley y la protección a las comunidades. Su voz y su gestión fueron fuertes, valerosas y constantes. Los enemigos de la causa de la justicia, sin ningún escrúpulo, muchas veces en concubinato con las fuerzas armadas del Estado (a quienes corrompían), arreciaron sus amenazas.
Yolanda sufría, sabía que la sentencia contra su vida estaba echada, pero aún así no quiso ni retroceder ni abandonar a las comunidades. Se le pidió prudencia, ausentarse del lugar por un tiempo, pero su voz interior le decía que no podía abandonar a sus amigos en momentos estratégicos. Al regresar a su lugar de trabajo, después de una gira por Europa, en la que denunció lo que acontecía en su región, el 19 de septiembre de 2001, al salir a medio día de su oficina, en pleno corazón de Tumaco, fue asesinada en el atrio de la Iglesia Nuestra Señora de la Merced por sicarios a ordenes de jefes paramilitares del nivel nacional. Su asesinato se produjo cerca de la Estación de Policía. Al parecer una vez cometido el magnicidio los asesinos se dirigieron al aeropuerto, tomaron avión a Cali a las dos de la tarde, mientras que la policía para buscar a los asesinos hizo retenes a las cinco de la tarde ante la alarma general.
Yolanda había denunciado valientemente el inocultable maridaje entre miembros de las fuerzas de seguridad del Estado con los grupos paramilitares asentados no solamente en el puerto, sino en la mayoría de los nueve municipios que forman parte de la Diócesis de Tumaco.
El ejemplo y enseñanzas de Yolanda perduran. En 1997, el día de entrega de la propuesta de titulación colectiva de tierras al Consejo Comunitario ACAPA, les dijo: “El principal mensaje para las comunidades actuales y futuras es que no se desanimen, que sigan adelante, que el trabajo apenas empieza. Hay una gran tarea y una gran responsabilidad. Y que por lo tanto ellas, como gestoras de su propio futuro, de su propio desarrollo tienen que seguir adelante y no desmayar en ningún momento”. VNC
TEXTO: Jaime H. Díaz A. PhD.
FOTOS: VNC

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