Pedro Trigo, ser cristiano hoy

El que tiene más fe lleva más al otro, el que tiene menos fe es llevado, pero todos nos llevamos. Paradójicamente, el que más da, es el que más recibe

 

 

Pedro Trigo hace parte del grupo de teólogos latinoamericanos que han apostado la vida por las comunidades populares. En 1980 comenzó su labor docente en la facultad de teología de los jesuitas, vinculada luego a la Universidad Católica Andrés Bello en Caracas. Como sacerdote jesuita es reconocido por su fecunda producción teológica, difundida en libros y artículos de impacto internacional. A esto se añade su profundo compromiso social. Desde hace 21 años vive en una zona popular de Caracas y desde 1973 se encuentra vinculado al Centro Gumilla, que es el Centro de investigación y acción social de la Compañía de Jesús en Venezuela. Allí colabora en la animación de procesos de investigación, formación en política ciudadana y acompañamiento a comunidades. También hace parte de la Comisión de Teólogos jesuitas de la Conferencia de Provinciales de América Latina (CPAL). Pedro aceptó la invitación de Vida Nueva Colombia para compartir algunas reflexiones sobre la realidad y los desafíos de las comunidades cristianas.

Vida Nueva Colombia (VNC): ¿Qué significa para Pedro Trigo acompañar comunidades populares?
Pedro Trigo (PT): Acompaño tres comunidades populares desde hace 32 años y una desde hace 16. Los fines de semana los dedico a estas comunidades. Esto es lo que me da vida. Yo nunca lo he sentido como “hacer pastoral”. Para mí es una necesidad de mi ser cristiano. En las comunidades somos hermanos. Nos necesitamos mutuamente. Para ellos yo no soy padre, soy su hermano. Y me siento hermano de todos, desde la persona mayor que tiene mi edad hasta la más joven que tiene 14 años.
VNC: ¿Se trata de experiencias eclesiales de base?
PT: Tres, sí son. Pero una que inicialmente era Comunidad de Base, ahora es Comunidad de Referencia. Eso es lo que a mí más me está interesando. Pienso que con esta movilidad tan grande que ha generado la postmodernidad, el futuro de la Iglesia van a ser las Comunidades de referencia. En este caso es una comunidad que se encuentra en un barrio a 110 kilómetros de Caracas. La comunidad fundó un colegio, en torno al cual se reúnen grupos de personas que provienen de seis lugares distintos. Son comunidades que irradian vida con gran intensidad. Pero no en todos los casos las comunidades funcionan bien.
VNC: ¿Qué problemas se evidencian?
PT: Yo concibo las CEB como una alianza entre gente popular y no popular en el seno del pueblo. El problema es que se ha retirado la gente no popular. Eso es muy doloroso. Hay mucha gente que está abandonada, que de alguna manera continúa pero requieren de una ayuda que nadie les está dando.
VNC: ¿Y a qué se debe este éxodo?
PT: En Venezuela en los años 80 se presentaron tres problemas integrados. Por una parte, la crisis económica. Desde 1979 el poder adquisitivo del pueblo viene cayendo en picada, mientras que la clase alta se ha mantenido. Esto ha golpeado mucho a las comunidades religiosas que tenían una fuerte presencia en los barrios populares. El segundo problema tiene que ver con el envejecimiento de varias generaciones de religiosas y religiosos que, en su mayoría, vino de afuera. La solución a este problema fue la reinstitucionalización: lo que no genera recursos se cierra y lo que da se refuerza. Pero hay un tercer factor mucho más grave: la crisis de sentido. Esta es la que mayor impacto causó en Venezuela. Con la irrupción del neoliberalismo en la segunda mitad de los 80 son otras las dinámicas que se imponen: todos los seres humanos somos egoístas; no hay ninguna entidad pública ni colectiva; no existe el pueblo… Estas realidades también impactaron fuertemente a los agentes de pastoral. Aunque la gente no quiera abandonar las comunidades, estos complejos horizontes aniquilan el compromiso de muchos.
VNC: Frente a esta crisis, ¿qué alternativas ha ofrecido el chavismo?
PT: Mucha gente no votó por Chávez sino por el cambio. Chávez triunfó con un discurso anti-partido y arrasando con una impresionante interlocución ante el pueblo. Al principio, insistió en la participación popular, a través del programa de rehabilitación de los barrios, el cual tenía el 5.4% de todo el presupuesto nacional y era gerenciado por organizaciones de los barrios. Se dio una movilización impresionante. Pero a Chávez le pareció que el poder del pueblo le quitaba poder. Y acabó con el programa. Su lenguaje fue cambiando hacia una ideologización cada vez mayor. La participación popular se tornó, en una colaboración con el Gobierno. De este modo, se acentuó la ambigüedad en la gente que aunque ve que eso no es lo suyo, no encuentra ninguna alternativa.
VNC: Entonces, ¿el chavismo está vigente?
PT: Con la enfermedad, Chávez se ha dado cuenta que ya no puede hacer lo que hacía antes. Se está viendo obligado a delegar funciones. Por otra parte, se encuentra la “mesa de la unidad” que lleva casi tres años reuniéndose con expertos para elaborar unas bases programáticas. Se trata de una “masa crítica” que sabe dónde está parada y ha reflexionado con hondura y solvencia. Si triunfara “la mesa” recogiendo lo bueno de Chávez, sería realmente una alternativa.
VNC: ¿Qué lectura se puede hacer de todo esto desde el punto de vista cristiano?
PT: A mí me parece que, desde el punto de vista cristiano lo más importante de todo es hacer ciudadanía. No son tan importantes los cambios que ocurran a nivel de las superestructuras como si hay o no una “masa crítica” de ciudadanos que se ocupen de lo público, que se vayan formando y aprendiendo a pensar y a decidir responsablemente. Como cristianos es preciso ser ciudadanos y asumir una postura digna, considerando al otro y fomentando la libertad responsable.
Lo que más hago yo con la gente popular es leer el Evangelio. De este modo se logra autonomía de vuelo, es decir, ser personas densas. Es lo que en los griegos y en el Nuevo Testamento se llamaba la “parresía”, aquella capacidad de decir la verdad y sostenerla con la propia vida. También es necesario insistir en las organizaciones sociales, como organizaciones de la sociedad civil, para que se cualifiquen. Por eso es preciso capacitar agentes y ayudar a que la gente se encuentre y pueda marchar unida.
VNC: ¿Esto se está dando en la actualidad?
PT: En el Centro Gumilla estamos insistiendo en esto pero estamos sobrepasados: el efecto supera la causa. Estamos con la lengua afuera. Solamente nos sostiene el hecho de que estamos muy contentos, sentimos que se está avanzando mucho, las cosas van resultando, la gente va creciendo… Esto nos anima demasiado. En primer lugar los compañeros y las compañeras del Centro. La mayor parte son laicos, no son jesuitas.
VNC: ¿Qué lugar ocupan los laicos en esta propuesta?
PT: Esto es lo más importante de todo. Nosotros lo que hacemos es alentar, ayudar… Por ejemplo, yo trato de estar en todas las reuniones que hay, recibir lo que se dice y dar mi opinión, pero ellos son los que hacen todo. Yo lo único que hago es acompañar.
VNC: ¿Entonces este proceso tiene grandes implicaciones eclesiales?
PT: Precisamente. Las comunidades que yo acompaño tratan de ser comunidades que viven por la gracia de Dios, y no por la gracia del cura. Tenemos que insistir en que la Iglesia somos nosotros los cristianos, no nosotros los curas. Yo soy cristiano antes que cura. Lo sagrado que tengo es ser cristiano, no ser cura. El ser cristiano es eterno, pero el ser cura es una función, un ministerio, un servicio que tengo en esta vida. Entonces lo que tiene que ser más denso es lo que yo llamo la “primera eclesialidad”, que es en lo que insistió el Concilio Vaticano II: “todos somos el pueblo de Dios”.
Las vocaciones vienen luego. Esto significa que yo ayudo a los laicos como cura y ellos me ayudan como laicos. El llevarnos mutuamente en la fe, no distingue si soy cura o laico. El que tiene más fe lleva más al otro, el que tiene menos fe es llevado, pero todos nos llevamos. Lo mismo en el amor fraterno. El que tiene más amor es capaz de llevar más, el que tiene menos amor, recibe más. Paradójicamente, el que más da, es el que más recibe. Por eso, si una persona no da esperanza, nunca tendrá esperanza. Si una persona no da alegría a nadie, no tendrá alegría. Se tiene lo que se da, porque se tiene al darlo, no antes.
VNC: Entonces, ¿qué es ser cristiano hoy?
PT: Las cartas de Pablo son muy claras: enséñense unos a otros, ayúdense unos a otros, espérense unos a otros, corríjanse unos a otros. Eso es lo que es ser cristiano. Cuando funciona en la Iglesia, es una maravilla, y cuando no funciona es un obstáculo. Luego viene mi contribución de cada vocación, que es imprescindible, pero viene después. Por ejemplo en mi caso, sobre todo transmitir la Tradición y presidir la eucaristía y en el de ellos consagrar al mundo en su vida y profesión.
VNC: ¿Qué balance hace de su vida a partir de todas estas experiencias?
PT: Mi balance es que estoy naciendo a muchas cosas. Estoy muy agradecido con el Concilio porque me ayudó a pasar del Dios de mis padres, al Padre de nuestro Señor Jesucristo, a alimentarme de los Evangelios. Siempre tengo la sensación de que estoy empezando y Dios me supera absolutamente. La impresión que tengo es que hace muchos años salí del puerto, estoy en altamar y me moriré sin dar a ningún puerto. Y me quedo contento con el simple hecho de poder avanzar con la gente. Ese es mi premio. VNC

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