Francisco de Roux … entre “los 10 mejores líderes de Colombia”

Reconocido recientemente por Publicaciones Semana por su gestión social y desarrollo comunitario por la paz

 

 

Escucharlo se vuelve un privilegio, su don de la palabra y conocimiento profundo del sentido y significado de voces como paz, comunidad y Dios son una cátedra que se improvisa casi a la perfección en cualquier pasillo o escenario donde se le encuentra y se le consulta. Dinámico y vital como siempre, cuesta creer que tenga 65 años de edad y ande tan campante. El jesuita Francisco de Roux o Pacho de Roux como suelen llamarle algunos, fue reconocido recientemente por Publicaciones Semana como uno de los “Diez mejores líderes de Colombia” de los últimos años. En su caso, un gestor social que fue capaz de organizar a toda una comunidad en el Magdalena Medio, marginarla de los actores armados ilegales y organizarla como una comunidad productiva, lejos del cultivo de coca como alternativa, un modelo inimaginable de paz y desarrollo en medio de un soterrado y mortal conflicto social. Por ese mismo proyecto, hecho realidad sobre una zona de más de 30.000 kilómetros cuadrados con 29 municipios, en 2001 fue reconocido con el Premio Nacional de Paz.

Esa inquebrantable voluntad y envidiable solvencia académica -además de sacerdote, es filósofo, teólogo, Magister en economía de la London School of Economics y doctorado de la Sorbona- las puso en su totalidad al servicio de los demás, como misión de vida. Su nombramiento el año pasado como provincial de la Compañía de Jesús en Colombia fue una noticia que no sorprendió a nadie y sí alegró a todos los que lo conocen. En cada foro, encuentro o seminario al que le invitan es uno de los ponentes más esperados. Así fue en el reciente evento organizado por la Conferencia Episcopal de Colombia (V Congreso de Reconciliación Nacional) en donde como suele decirse popularmente “le cantó la tabla” a más de uno con respecto a las leyes de restitución de tierras y reparación de víctimas, en proceso de ser llevadas a la práctica. En esa oportunidad no se refirió tanto a los guerrilleros, ni a los paramilitares, ni al Ejército, sino a quienes están en la mitad, a los que siendo mayoría denominó “colaboracionistas”. Trajo a colación un ejemplo de la historia que dejó pensando a más de uno entre los 500 asistentes a aquella jornada. “Cuando en la India, se preguntaron ¿cómo es posible que 800 millones de indios estén sometidos y manejados por solo 25.000 británicos? La respuesta fue: Porque todos les colaboramos a esos pocos. Entonces dejemos de colaborarles, expresó Gandhi. Eso cambió la situación, así ocurre aquí, ese es el punto, no sigamos colaborando con la guerra, aquí nadie se tiene que ir”.
El segundo aspecto de esa intervención fue para la propia Iglesia. Instó a los párrocos del país a no evitar referirse a aquellos temas en el desarrollo de sus actividades, incluso en la misma celebración de la misa.
Este año como provincial de los jesuitas, tuvo que encarar lo que parecía inevitable, tener que vender el edificio donde por siglos ha funcionado el colegio San Bartolomé (centro histórico de la ciudad) por razones económicas y para facilitar un proyecto con el que aún sueñan en el seno del Gobierno, convertir el centenario edificio en los ministerios del Interior y de Justicia. Pese a ello y luego de reflexiones y consultas este jesuita reiteró sin asomo de duda la voluntad de la comunidad en pleno -padres de familia, estudiantes y profesores-, conservar allí mismo el colegio, decisión que se mantiene.
Acompañar y ser la voz de la comunidad es y seguirá siendo el gran propósito de este hombre, que enfatiza su discurso entrecerrando los ojos y en ocasiones apretando el antebrazo de su interlocutor quizás para transmitirle la fuerza de su espíritu. Vida Nueva acompaña y celebra este ejemplo de luz y vida para Colombia. VNC
TEXTO: VNC
FOTO: Carlos Prieto Acevedo

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