Solidaridad recíproca

CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“Quien se cuida del bien común, sea el gobernar político o el dirigir una empresa, también necesita de solidaridad, de tenerlo en cuenta, de secundar los proyectos justos, los programas pensados en el bien de todos”.

Suele ser camino de una sola dirección: del poderoso al indigente. Ponerse al lado del sufriente y débil. Se acepta la carencia, de lo que sea, y se lleva la ayuda, la comprensión y el noble añadido de la fe, eliminando cualquier tipo de paternalismo.

Casi siempre vuelvo a pensar que se trata de una acción de baja y descenso al campo de los necesitados. Siempre son los mismos quienes dan y ofrecen el pan o el apoyo que se necesita en un momento determinado.

De esta solidaridad, sincera y recta, hacemos elogio y aplauso. Y lo merece. Demuestra sensibilidad ante el padecer ajeno y tiende generosa la mano benefactora, más llena de cosas y dineros que de compañía y dar la cara por quien cayera en desgracia.

Sin afán de retorcer las cosas y rizar el rizo en tal manera que ya nada se comprenda, quiero pensar también en el poderoso, en el triunfador, en el bien situado y con las espaldas más que cubiertas con todos esos ropajes que pensamos: dinero, prestigio social, buenas influencias y mejores contactos.

De solidaridad con estos señores, nada de nada. Hasta ahí podíamos llegar. Pues sí, hay que venir y estar lo más cerca posible de esas personas. No con la aprovechada intención del arribismo, del cobijo a la sombra de un árbol fuerte, del ejercicio tan lamentable del trepa que quiere saltar, cuanto antes y sin méritos para ello, los escalones que llevan a la primera fila. Queremos acercarnos al que ocupa un puesto público, de servicio al bien común. Con prestigio y fama ganados a pulso de trabajo y ejecutoria del mérito. Podemos llegar a pensar que este señor nada puede necesitar de los demás. Tiene poder y dinero. Aquí sobra la solidaridad. Lo que hay que exigir es dedicación y entrega, sacrificio y pensar más en todos.

Pues bien, aquí viene lo de la solidaridad recíproca o, si quieren, circular, de ida y retorno continuos. Quien se cuida del bien común, sea el gobernar político o el dirigir una empresa, también necesita de solidaridad, de tenerlo en cuenta, de secundar los proyectos justos, los programas pensados en el bien de todos. Una solidaridad, que toma modalidades propias y distintas. Como, por ejemplo, el apoyo a la ley justa, el interés por cuestiones que afectan a todos, la crítica constructiva, la denuncia de lo injusto… Todo eso también es solidaridad, y que buena falta nos hace…

Decía Benedicto XVI que, de cara al futuro, hay una responsabilidad común para que los valores que crean justicia y política, y que proceden de la religión, caminen juntos en nuestro tiempo (…). La política sustancialmente está creada para garantizar la justicia y, con la justicia, la libertad; pero la justicia es un valor moral, un valor religioso, y así la fe, el anuncio del Evangelio, en el tema de la justicia, se une a la política, y aquí nacen asimismo los intereses comunes. (Encuentro con periodistas, 16-9-2010).

En el nº 2.770 de Vida Nueva.

Compartir