Religiosos europeos, unidos contra la trata de mujeres

Polonia acoge un encuentro que promueve el trabajo en red como una acción prioritaria

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Con el objetivo de “saber y querer escuchar el grito de las mujeres víctimas de la trata”, 76 religiosos (en su gran mayoría mujeres) procedentes de 19 países de Europa (también los hubo de África y Asia, pero incardinados en el Viejo Continente) se reunieron recientemente en Cracovia (Polonia), en el marco del Congreso Cuando escuchamos el llanto…, convocado por los Religiosos Contra el Tráfico y la Explotación de Redes de Europa (RENATE). [Siga aquí si no es suscriptor]

Los participantes fueron acogidos por el cardenal Stanislaw Dziwisz, arzobispo de Cracovia y quien fuera durante tantos años secretario personal de Juan Pablo II. En su saludo, vinculó el dolor sufrido por las mujeres víctimas de la trata con el que se vivió en su país durante la II Guerra Mundial: “No por casualidad se llega a Polonia y a Cracovia. Esta es una tierra sagrada, empapada con la sangre de millones de víctimas y que fue privada de toda dignidad humana. Es el mismo servicio que queréis [en referencia a los religiosos] hacer hoy en día: la dignidad alimenta a la persona”.

Ian Linden, laico comprometido en esta lucha, ofreció uno de los testimonios más significativos, identificando la trata de seres humanos como uno de los retos que plantea la globalización, ante la que defendió “el derecho a la ciudadanía, porque quien no la posee, no puede reivindicar sus derechos humanos”.

Eugenia Bonetti, religiosa italiana misionera de la Consolata, y que ha sido galardonada con prestigiosos premios internacionales que reconocen su labor en la defensa de las mujeres, reivindicó la importancia del trabajo en red, tanto a nivel eclesial como con otras organizaciones. Este aspecto fue objeto de estudio en las posteriores mesas de trabajo, que buscaron la fórmula de atraer a su organización a países hoy ausentes, como Rusia, Moldavia o los del entorno nórdico.

Lo que se consideró como un éxito, tal vez el principal de las jornadas, fue el conseguir aglutinar a religiosos tanto de Europa occidental como oriental, lo que, “además de la multiculturalidad, expresó un potencial enorme de iniciativas, programas y proyectos”.

Implicación y cercanía

Anna Balchan, de la Congregación de María Inmaculada, explicó sus diez años de trabajo con las víctimas de la trata en Katowice, en el suroeste de Polonia.

Con un lenguaje interpelante, reivindicó la implicación de la Vida Consagrada ante este grave problema: “Nuestra presencia cerca de las víctimas destaca el hecho de que una persona debe ser amada y no utilizada. Es importante que hablemos con una sola voz, trabajando en red y con las herramientas modernas que la tecnología nos ofrece. También, que recordemos siempre que Dios sana a las víctimas, cura sus heridas y resuelve sus traumas interiores, físicos y morales. En cierto sentido, podemos decir que estamos llamados a construir la dignidad humana”.

Entre los temas que más interés despertaron en las mesas de trabajo, además de la necesidad de construir redes conjuntas de acción, destacaron el contraste de las legislaciones en los diferentes países, la posición del cliente y sus expectativas, y los peligros que acarrea Internet para los usuarios menores de edad.

Un “alarmante fenómeno” en Singapur

JOSÉ LUIS CELADA | La comunidad cristiana (en torno al 16% de la población) de Singapur ha pedido al nuevo presidente de esta república asiática, Tony Tan, elegido un mes atrás, que luche contra el “alarmante fenómeno” del tráfico de seres humanos, informa Fides.

Un llamamiento, el de los obispos de Singapur, al que se han sumado los prelados de Malasia y Brunei. Así, los tres episcopados han lanzado un programa de acción para luchar contra los nefastos efectos de este fenómeno, sabedores de que “este compromiso forma parte de la misión social de la Iglesia”.

Más allá del ámbito eclesial, las organizaciones de defensa de los derechos humanos en el sureste asiático piden un mayor compromiso del Gobierno de Singapur, al que solicitan que refuerce las penas para disuadir a los traficantes. El Código Penal del país prevé una pena de diez años de cárcel para un traficante que vende a menores destinados a la prostitución. Por contra, según un estudio reciente, el tráfico de seres humanos, con suerte, se salda con una multa y algunas semanas de prisión.

En el número 2.770 de Vida Nueva

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