Portugal moviliza a sus parroquias ante la crisis

La Iglesia pide en una nota que se creen grupos de acción social formados por laicos

ANTÓNIO MARUJO. PORTUGAL | La Iglesia católica en Portugal quiere movilizar a todas las parroquias contra la crisis económica que afecta a cada vez más sectores de la población. La Comisión Episcopal de Pastoral Social (CEPS) ha hecho pública una nota en la que defiende que todas las parroquias deben crear un grupo de acción social, entroncado en Cáritas –aunque se abre la participación a “otros grupos activos de la comunidad parroquial”, como las Sociedades de San Vicente de Paúl–, que coordine el apoyo a la gente afectada por el paro, los problemas de salud y la pobreza. [Siga aquí si no es suscriptor]

El documento, titulado Servicios parroquiales de acción social para una cultura de la entrega, ha sido presentado en el Encuentro Nacional de Pastoral Social, celebrado a mediados de septiembre. Se trataría de “asumir el estilo del mandamiento nuevo, con la mirada penetrante de la fe sobre las actuales situaciones de deshumanidad”, explica el texto. Lo que exige “determinación para buscar caminos de una sólida esperanza”, añade a continuación. Los firmantes justifican las razones de estas orientaciones pastorales porque “la actual situación económica y social reaviva la sensibilidad cristiana y agita las conciencias”.

Así, los creyentes deben ser “expresión coherente del amor salvífico de Dios por la humanidad”. La CEPS pretende que esta sea una forma de dar respuesta a las necesidades de las familias más castigadas por la austeridad de los últimos meses, como muestra el hecho de que en ocho diócesis portuguesas (incluyendo Lisboa, Setúbal y Aveiro, algunas de las regiones más golpeadas por la crisis), las solicitudes de ayuda a Cáritas han aumentado, entre agosto de 2010 y agosto de 2011, más del 40%.

Tras la publicación del llamamiento episcopal, el obispo auxiliar de Lisboa y presidente de la CEPS, Carlos Azevedo, reconoció que hay muchas parroquias que no han ampliado sus servicios tras la creación de los centros sociales parroquiales. A su juicio, muchos se dedican esencialmente a servicios de escuelas de niños y al apoyo de ancianos, pero la acción social debe abarcar también a “la salud, a las personas marginadas y a los parados”, añadió el prelado.

Azevedo profundizó en la idea de que el objetivo es “responsabilizar a voluntarios” laicos, como sucede, por ejemplo, en los ámbitos de la catequesis y la liturgia. En su opinión, esos grupos de colaboradores seglares deberían iniciar su tarea recogiendo informaciones sobre la situación social concreta de sus entornos, lo que les permitiría tener “un cuadro real de la situación del país”.

Para ello, sería necesario que los miembros de los equipos recorrieran sus contextos particulares y se valieran de encuestas y entrevistas, incluso visitando los domicilios de posibles víctimas de la crisis. Estos equipos de laicos estarían encabezados “normalmente por el párroco”, aunque se aclara en el texto de la CEPS que este podría “delegar en un diácono permanente o un seglar, cuando tuvieran la formación apropiada”.

Y es que la insistencia en la preparación de los colaboradores está muy presente a lo largo de todo el texto, en el que se solicita la profundización en la Doctrina Social de la Iglesia, la sensibilización para “el entendimiento de las doctrinas económicas y sociales y las ideologías subyacentes” e, incluso, “el análisis de la experiencia vivida, el debate de las dificultades y el estudio de soluciones, a partir del día a día personal y del trabajo en común”.

Respuesta eficaz

Los obispos de la CEPS quieren que estos servicios de acción social trabajen en red con todos los movimientos y grupos que ya existen dentro de la Iglesia. Y también con las instituciones de la sociedad civil, para que la respuesta a todas las necesidades sea “verdaderamente eficaz”. El primero de los principios fundamentales para esos grupos, según el documento, es el “servicio directo a las personas pobres, enfermas, presas, discapacitadas, solas o desintegradas, niños o ancianos, migrantes o gitanos”.

Las otras orientaciones contemplan la participación en procesos de desarrollo y la “intervención en la humanización de las estructuras socioeconómicas, políticas y culturales”, según los principios del bien común, del destino universal de los bienes, de la subsidiariedad y de la solidaridad.

En el número 2.770 de Vida Nueva

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