La universidad debe liderar una “revolución espiritual”

Adolfo Nicolás inaugura el que será 125º curso en la Universidad de Deusto

De izq. a dcha., Jaime Oraá, Patxi López y Adolfo Nicolás

VICENTE L. GARCÍA | Como no podía ser menos, el inicio del curso ha sido especial en la Universidad de Deusto, que cumple 125 años. Así, se ha organizado un programa científico-académico que incluirá seminarios, encuentros, conferencias y otras iniciativas como discusiones online. La apertura de curso, celebrada el pasado 9 de septiembre, contó con la presencia de personalidades como el lehendakari, Patxi López; el rector de Deusto, Jaime Oraá; o el superior general de los Jesuitas, Adolfo Nicolás, quien impartió la lección inaugural.

En su discurso, Nicolás señaló los problemas que marcan hoy el mundo, entre ellos, “los efectos de la violencia que alcanzan una escala sin precedentes”, “la autodestrucción que se esconde en el corazón de los mayores avances”, el vivir la tierra “solamente como un recurso” o el ser considerada la persona también “como mero recurso y fuente de riqueza”, impulsada esta “por una necesidad artificial hacia un consumo desaforado”.

Para el jesuita, “estas nuevas formas de esclavitud emergen en las sociedades avanzadas”. Ante esta paradoja, a su juicio, esto evidencia “una crisis espiritual más profunda”, por lo que es necesario un cambio: “Una educación puramente científico-técnica y racional no basta: si no desarrollamos algún tipo de revolución espiritual que pueda mantenernos al mismo nivel que nuestro genio tecnológico, es muy improbable que consigamos un auténtico progreso humano”.

La crisis, una oportunidad

Para liderar el cambio, Nicolás señala a la universidad: “De modo especial en estos momentos de crisis, que son a la vez momentos de oportunidad, como los actuales, se espera de la universidad que ayude a encontrar soluciones para los retos de esta nueva sociedad en construcción”. En esta línea, el papel de la universidad católica, específicamente la jesuita, es crucial ahora que la Iglesia “está intentando decir una palabra pero no es escuchada o, quizás, el mundo no es capaz ya de escuchar el lenguaje de la Iglesia”. Esto hace de la universidad “una de las últimas esperanzas de sabiduría, quizá un motor de búsqueda de verdad y de sentido”.

Esta misión forma parte de la identidad de la Compañía, que ve en la universidad “un papel central” para el desarrollo del “apostolado intelectual” que le encomienda la Iglesia. Todo ello con el fin de crear “la mejor sabiduría que seamos capaces de generar, procurando, junto a otros muchos, contribuir a aliviar el dolor y el sufrimiento de este mundo nuestro”.

En el nº 2.768 de Vida Nueva.

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