A la educación y al futuro a través del deporte

Los salesianos siembran esperanza entre los más pobres de R.D. Congo

JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO | Los niños de las barriadas de las afueras de Goma, en República Democrática del Congo, sueñan con convertirse en estrellas de fútbol.

Viven en casas levantadas con maderas de deshecho o viejas latas de aceite, vestigios de repartos de ayuda humanitaria a víctimas de guerras no muy lejanas, y cuando salen de sus chabolas por la mañana llegan –por lo general con el estómago vacío– al centro de Boscolac, donde les esperan nueve jóvenes monitores que, durante cuatro o cinco horas, les ofrecerán un refrigerio y les guiarán en una sucesión de juegos, deportes, cantos y enseñanzas que a ellos les levanta el ánimo

Todo comenzó hace algo más de 10 años, cuando el hermano salesiano Honorato Alonso, un burgalés de 61 años que lleva más de media vida en el Congo, quedó prendado de ese rincón de gran belleza a orillas del Lago Kivu y concibió la idea de comenzar un centro para los jóvenes congoleños, todos ellos afectados por traumas y situaciones de pobreza extrema, donde invitar al sosiego para relacionarse entre ellos en un ambiente que les proporciona un ocio sano y poder vivir días de retiro para sanar heridas interiores.

Un lugar paradisíaco

En Boscolac viven hoy 30 muchachos de familias desplazadas muy vulnerables. Todos los días acuden a sus respectivos colegios y a la vuelta estudian, juegan y duermen allí. Dos animadores contratados por el centro están a su cargo. También hay un dispensario y una consulta psicológica que, de forma gratuita, ofrecen sus servicios a quienes los necesiten. Y sus salas de reuniones y pistas deportivas son utilizadas por multitud de niños y jóvenes. Detrás de este manojo de servicios, hay una filosofía de dar a los más pobres lo mejor de lo mejor.

Hermano Honorato Alonso

Y es que uno de los efectos que la guerra ha tenido en Goma es dividir la ciudad en dos zonas bien diferenciadas: la más alejada del lago, donde se hacinan miles de familias en arrabales sucios, caóticos y faltos de todo tipo de servicios, y el área de orillas del lago, donde durante los últimos años se han levantado numerosos hoteles y mansiones de lujo, en general, propiedades de quienes, durante los últimos años, se han hecho de oro con el tráfico de minerales, que está detrás del conflicto en el Este del Congo. Boscolac es un intento de recuperar la zona más hermosa para que los más pobres puedan disfrutar de un lago que es suyo.

Los salesianos, que también dirigen otro gran centro en la barriada de Ngangi, están convencidos de que el deporte es una excelente escuela de valores humanos y y una fuente de alegría para niños que han crecido en un ambiente de conflicto y desestructuración familiar. Su influencia en el país se refleja en un detalle que no escapa a cualquier aficionado al fútbol: uno de los equipos de la Liga congoleña se llama Don Bosco.

Asimismo, durante el mes de julio, se iniciaron talleres de formación para jóvenes, matrimonios, abuelos, maestros y líderes locales sobre temas como la resolución de conflictos, los cuidados básicos de salud, la prevención del alcoholismo y los derechos humanos. De este modo, se complementan las actividades de Boscolac con un foro donde la gente de los barrios tiene la oportunidad de abordar problemas cotidianos.

Dignificación del entorno

El hermano Honorato no conduce. Cuando no tiene quien le lleve a Boscolac, no le duelen prendas en meterse detro de una de las atestadas furgoneta-taxi. En cada rincón de Goma, no falta quien le pare para saludarle con efusión. Si un guardia de tráfico para la furgoneta, es muy posible que no sea para pedir al conductor los papeles o sacarle un soborno, sino para dar la mano al misionero burgalés: “¿Se acuerda de mí? Usted fue nuestro entrenador de baloncesto hace 15 años”. Honorato sonríe y sigue adelante. Aún le queda mucha alegría por sembrar en este lugar, que tanto sufrimiento ha conocido.

En el número 2.767 de Vida Nueva. Reportaje íntegro para suscriptores

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