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La fuente de San José


Una obra de Rafael Palmero Ramos (Monte Carmelo, 2011). La recensión es de Pedro Langa Aguilar, O.S.A.

La fuente de San José

Autor: Rafael Palmero Ramos

Editorial: Monte Carmelo

Ciudad: Burgos

Páginas: 105

PEDRO LANGA AGUILAR, O.S.A. | Fino estudio josefino, este del obispo de Orihuela-Alicante, Rafael Palmero Ramos, doctor en Teología con la Ecclesia Mater en san Agustín y, desde antes de ceñir mitra, dedicado a la espiritualidad de san Rafael Arnáiz, y luego a los sublimes gozos de san José. Con ambos cruza últimamente las cumbres editoriales de Monte Carmelo. Esta vez, sin embargo, ha bajado a beber de la fuente 100 del Estado Vaticano, dedicada a san José y para memoria de Benedicto XVI, Joseph en la pila bautismal, quien la bendijo el 5 de julio de 2010.

Abierta como elocuente libro sobre los acontecimientos humanos salvadores del carpintero, como un Via Lucis en seis estaciones de la vida del patriarca, adornan su cantarino fluir seis paneles en bronce, del escultor Franco Murer, conmemorativos de la belleza interior josefina, también de María y Jesús. Monseñor Palmero acude al agua Biblia en mano y pronto a descubrir para el lector la personalidad creyente del santo de Nazaret, providencia visible en la tierra que cuidó del Verbo del Padre, siempre mediante su saber ser y estar al servicio de la Encarnación.

Lo hace asido a la cristología y a la mariología, en ocasiones incluso con aires rafaelinos y josefinos, y esta vez también benedictinos/ratzingerianos, para enhebrar reflexiones hondas y armoniosas sobre las bodas de José y María, el anuncio a san José, el nacimiento de Jesús, la huida a Egipto, el encuentro en el templo, el trabajo en el taller de Nazaret.

Pausas de reflexión todas ellas, ciertamente, a las que replica en el epílogo el carmelita Tomás Álvarez recordando el sesgo que Palmero da a la vida josefina en clave evangélica o sencillamente cristiana.

Bella edición

Con esta bella edición en papel satinado, fotografías a color –grandes algunas, a doble página incluso– recordando la histórica visita de Benedicto XVI, y doctrina de la buena, buena, Monte Carmelo ha sabido premiar los desvelos de su fiel colaborador, el cual, en un tercer intento, deja a los pies del Santo Patriarca este piadoso ramo de flores inmarchitas.

Estéticamente, le ha salido su intento mejor que a la Madre Pascalina el suyo, aunque harto hizo aquella religiosa con instalar el mosaico josefino al fondo de la capilla de los confesionarios en la Basílica vaticana, en tiempos de Pío XII-Pacelli. El beato Juan XXIII, años después, introducía al Esposo de María Virgen en el Canon de la Misa.

En el nº 2.766 de Vida Nueva.

Actualizado
02/09/2011 | 13:59
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