Maestros para los jóvenes y testigos para el mundo

El Papa con varias religiosas en El Escorial

JOSÉ LORENZO | Josafat, Ezequías, David, Salomón, Josías y Manasés asistieron desde su privilegiada posición en la fachada de la basílica de El Escorial a un acontecimiento desbordante de júbilo que tenía lugar a sus pies, en el Patio de los Reyes, en la mañana del viernes 19 de agosto: el encuentro de Benedicto XVI con más de 1.600 religiosas jóvenes (menores de 35 años), pertenecientes a 294 congregaciones e institutos religiosos y ataviadas con sus respectivos hábitos. Se trataba de la primera parte de un acto que tendría su continuación en el interior de la basílica, con 1.200 jóvenes profesores universitarios, en lo que era la segunda jornada de la JMJ.

La cita era a las 11:30 con las religiosas, que le esperaban desde mucho antes en el espacio que les habían reservado en el Patio de los Reyes del imponente edificio. La expectación ante lo que iban a vivir acompañó toda la espera, que se desbordó en incontenible alegría cuando hizo acto de presencia el Papa, quien también manifestó el “gozo grande” de encontrarse con ellas, y a las que agradeció su “vida de fidelidad a la llamada recibida”.

Una llamada, fructificada en la consagración que hoy, les dijo, “cobra una especial relevancia” en un mundo en el que hay una especie de “eclipse de Dios”. “Frente al relativismo y la mediocridad, surge la necesidad de esta radicalidad que testimonia la consagración como una pertenencia a Dios”, añadió Benedicto XVI.

Una radicalidad evangélica, les recordó, que significa “ir a la raíz del amor a Jesucristo con un corazón indiviso, sin anteponer nada a ese amor, y con una pertenencia esponsal como la han vivido los santos”, y que se expresa en la comunión filial con la Iglesia, con los Pastores, con la propia familia religiosa y con otros miembros de la Iglesia, como los laicos.

Finalmente, el Papa les reiteró su agradecimiento por “vuestro ‘sí’ generoso, total y perpetuo a la llamada del Amado” y señaló que “la Iglesia necesita de vuestra fidelidad joven arraigada y edificada en Cristo”.

Concluida esta primera parte, los aplausos y el entusiasmo de las religiosas jóvenes por este reconocimiento acompañaron al Papa hasta el interior de la basílica. Es seguro, como le dijo en el saludo inicial Belén González Herrera, de las Siervas de María, que puede contar con ellas para ayudarle a llevar su “pesada cruz”.

El Ratzinger teólogo

La formalidad académica presidió el encuentro con los jóvenes profesores de la distintas universidades católicas que hay en España. En el mensaje que les dedicó, volvió a reconocerse al Joseph Ratzinger teólogo, hilvanando un texto lleno de hondura y sentido, otra clase magistral del viejo profesor.

No en vano, comenzó recordando sus orígenes docentes en Bonn, donde los efectos de la guerra seguían muy visibles, pero donde aún se vivía la “universitas”, ese ambiente en donde “profesores y estudiantes buscan juntos la verdad”.

Regalo al Papa en nombre de los profesores universitarios

Ahora, sin embargo, esos valores parecen haber cambiado. “A veces se piensa que la misión de un profesor universitario sea hoy exclusivamente la de formar profesionales competentes y eficaces que satisfagan la demanda laboral de cada momento”, dijo.

 

Y añadió: “Sabemos que cuando la sola utilidad y el pragmatismo inmediato se erigen como criterio principal, las pérdidas pueden ser dramáticas: desde los abusos de una ciencia sin límites, más allá de ella misma, hasta el totalitarismo político que se avisa fácilmente cuando se elimina toda referencia superior al mero cálculo de poder”.

Frente a eso, Benedicto XVI recordó que “la genuina idea de Universidad es precisamente lo que nos preserva de esa visión reduccionista y sesgada de lo humano”, un ideal que no debe ser desvirtuado “ni por ideologías cerradas al diálogo racional, ni por servilismos a una lógica utilitarista de simple mercado que ve al hombre como mero consumidor”.

Dirigiéndose a los jóvenes docentes católicos, el Papa les recordó que son ellos quienes tienen ahora “el honor y la responsabilidad de transmitir ese ideal universitario”, aunque el modo de hacerlo “no solo es enseñarlo, sino vivirlo”.

En este sentido, les dijo: “Los jóvenes necesitan auténticos maestros; personas abiertas a la verdad total, sabiendo escuchar y viviendo en su propio interior ese diálogo interdisciplinar; personas convencidas, sobre todo, de la capacidad humana de avanzar en el camino hacia la verdad”. Y ello, porque “la enseñanza no es una escueta comunicación de contenidos, sino una formación de jóvenes a quienes habéis de comprender y querer, en quienes debéis sucitar esa sed de verdad que poseen en lo profundo”.

Por último, el Pontífice les animó “encarecidamente a no perder nunca dicha sensibilidad e ilusión por la verdad”, invitándoles a practicar la humildad, virtud que en el ejercicio intelectual “protege de la vanidad que cierra el acceso a la verdad”. “Arraigados en Él, seréis buenos guías para nuestros jóvenes”, concluyó.

En el nº 2.765 de Vida Nueva.

NÚMERO ESPECIAL de Vida Nueva

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