Acogido también como jefe de Estado

Benedicto XVI, con el presidente Rodríguez Zapatero

ANTONIO PELAYO | Durante semanas, algunos medios de comunicación martillearon con la idea de que, por ser una visita pastoral, Benedicto XVI debía ser ignorado por el Estado español. Si se hubiera hecho esto, nuestro país se habría comportado de forma diametralmente opuesta a los cientos de países que han recibido a los papas como lo que también son: jefes de un Estado reconocido por la comunidad internacional. Habríamos hecho el ridículo.

No ha sido así, por fortuna, y Benedicto XVI ha recibido de nuestras autoridades el trato que le corresponde. Primero, por parte de los Reyes, que, manteniendo su tradicional actitud, han acompañado al Papa en los momentos más importantes: la llegada y la despedida, y la Misa de Cuatro Vientos. Hay que añadir la visita que el Papa hizo a la Familia Real en la Zarzuela el viernes 19. Don Felipe y Doña Letizia, que participaron con sus hijas en el encuentro, estuvieron igualmente presentes en la Vigilia del sábado.

El presidente Rodríguez Zapatero, por su parte, acudió el viernes 19 por la tarde a la Nunciatura Apostólica para mantener un coloquio privado con el ilustre visitante. Era la cuarta vez que se veían las caras y los dos saben muy bien a quién tienen enfrente.

Coloquio cordial

Por confidencias provenientes de las dos fuentes, parece que en el encuentro, que tenía casi el carácter de una despedida, hubo algo más de cordialidad que en el pasado, pero manteniendo las reservas ya consolidadas. La que no se hizo ver en ningún momento fue la esposa del presidente.

El Papa, con la Familia Real en la Zarzuela

Pocas horas después, el cardenal Tarcisio Bertone respondía a la invitación para participar en un almuerzo que le ofrecían en la Moncloa. Los anfitriones eran el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, y la ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, así como el coordinador gubernamental del viaje papal, Carlos García de Andoin, y la embajadora cerca de la Santa Sede, María Jesús Figa. El secretario de Estado acudió acompañado por el sustituto de la Secretaría, Giovanni Angelo Becciú, y por el nuncio en España, Renzo Fratini.

Fuentes del Gobierno informaron de que, entre otros temas, se habló del espinoso asunto del Valle de los Caídos y del no menos complejo de la cooperación de la Iglesia en el proceso de pacificación del País Vasco.

En ambos, según informaciones monclovitas, la parte vaticana habría demostrado “máxima receptividad y enorme comprensión”. Puede que así fuera en torno a los manteles, pero el portavoz vaticano, al día siguiente, enfrió un poco los ánimos, asegurando que la Santa Sede utilizaría, como siempre hace, los cauces que le son habituales para expresar sus puntos de vista sobre cualquier problema que afecte a las relaciones Iglesia-Estado.

La diplomacia vaticana tiene por norma no entrar en el juego político de las naciones que el Papa visita, y por eso está siempre previsto un encuentro con el jefe de la oposición, en este caso, Mariano Rajoy, presidente del PP, que fue recibido por el Papa el sábado 20 al final de la Misa en la Catedral de la Almudena. También ambos ya se conocen y saben qué pueden esperar el uno del otro. Digamos que el político popular no se rompió la cabeza a la hora de buscar un regalo para Joseph Ratzinger, recurriendo a unos casetes de gregoriano interpretado por los monjes de Silos…

En el nº 2.765 de Vida Nueva.

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