El Papa pide a los jóvenes que ofrezcan “una alternativa válida” al mundo de hoy

Celebrado el acto de bienvenida de la JMJ 2011 con Benedicto XVI

El papamóvil a su paso por la Puerta de Alcalá

FRAN OTERO | Madrid ha vivido hoy un día inolvidable, un día que pasará a la historia por el recibimiento multitudinario a Benedicto XVI que llegó a la capital de España para unirse a jóvenes de todo el mundo en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) 2011. El olivo que plantó en la Puerta de Alcalá será el signo más externo y visible, pero también sus palabras, su programa, que una vez más han recordado que son los jóvenes católicos, los que han llegado a Madrid, los que deben ofrecer “una alternativa válida” al mundo de hoy. [Ir a los discursos]

Estas palabras resuenan si cabe con más fuerza teniendo en cuenta la crisis moral y económica que vive el mundo.

Benedicto XVI, a su llegada a la Plaza de Cibeles

En esta tarea, el Papa recalcó a los jóvenes la necesidad de que la Palabra de Dios “llegue a su corazón, arraigue en él y fragüe toda su vida”, de que imiten a Cristo –en su humildad, misericordia, limpieza de corazón, paz…– porque, según aseguró el Papa, “cuando no se camina al lado de Cristo, que nos guía, nos dispersamos por otras sendas, como la de nuestros propios impulsos ciegos y egoístas, la de propuestas halagadores pero interesadas, engañosas y volubles, que dejan el vacío y la frustración tras de sí”.

También les invitó a aprovechar estos días en Madrid para “conocer mejor a Cristo y a asegurarse de que, enraizados en Él, su entusiasmo, deseos de ir más allá, de llegar a los más alto, hasta Dios, tienen siempre un futuro cierto”.

‘Evangelizad a vuestros coetáneos’

Con estas palabras, interrumpidas por aplausos, el Pontífice apuntó la importancia de edificar la vida “sobre la roca firme”, porque, así, “será sólida y estable” y “contribuirá a proyectar la luz de Cristo sobre vuestros coetáneos y sobre toda la humanidad, mostrando una alternativa válida a tantos como se han venido abajo en la vida, porque los fundamentos de su existencia eran inconsistentes”.

La Plaza de Cibeles estaba abarrotada

“A tantos que se contentan con seguir las corrientes de moda, se cobijan en el interés inmediato, olvidando la justicia verdadera, o se refugian en pareceres propios en vez de buscar la verdad sin adjetivos”, añadió.

Y, precisamente, a este tipo de vida es a la que los jóvenes católicos tienen que ofrecer una alternativa. Una alternativa que se fundamenta en Cristo y cuyo resultado, según dijo el Papa, es la paz, la dicha y la bienaventuranza; que hará a los demás “preguntarse sobre el secreto y descubrir que la roca que sostiene todo el edifico y sobre la que se asienta toda la existencia es la persona mismo de Cristo”.

“Sed prudentes y sabios, edificad vuestras vida sobre el cimiento firme que es Cristo”, pidió a los jóvenes.

En otro punto que algunos ya califican como de ‘duras palabras’, ha señalado: “Hay muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias (…) Nosotros, en cambio, sabemos bien que hemos sido creados libres, a imagen de Dios, precisamente para que seamos protagonistas de la búsqueda de la verdad y del bien, responsables de nuestras acciones, y no meros ejecutores ciegos”.

Una fiesta durante horas

El Papa no dudó en ponerse uno sombrero que le ofreció un joven

Antes de escuchar al Papa y su invitación, los jóvenes ya daban muestras de la alegría de la fe. Cibeles fue una fiesta durante horas a pesar del sol, del calor y del cansancio. Nada puede hacer para a estos jóvenes. Por los potentes altavoces se escuchó música, mucha música, y de todo tipo: cantautores cristianos, estrellas mundiales… Pero nada fue comparable al griterío y los vítores que acompañaron a la entrada del Papamóvil y su recorrido por Alcalá hasta la confluencia con Gran Vía.

El cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, con un rostro radiante, fue testigo privilegiado de todo el recorrido y el que tomó la palabra en primer lugar para dar la bienvenida a Benedicto XVI. “¡Bienvenido querido Santo Padre! ¡Gracias desde lo más hondo del corazón! ¡Madrid y España, la Iglesia y la sociedad os acogen con las puertas de sus hogares y de sus corazones abiertas de par en par”, le había saludado.

Después de finalizada esta ceremonia de bienvenida, en la que volvieron a intervenir muchachos de varios países y en distintos idiomas, Benedicto XVI ha regresado a la sede de la Nunciatura.

Mañana, a las 10:00 h., acudirá al Palacio de la Zarzuela para realizar una visita de cortesía a la Familia Real. A las 11:30 h., se encontrará con un millar de religiosas jóvenes y, posteriormente, con profesores universitarios, ambas citas en el Monasterio de El Escorial.

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