Olegario González de Cardedal: “Estamos ante un final de ciclo teológico”

‘Vida Nueva’ entrevista al teólogo, que acaba de recibir el Premio Ratzinger

Olegario Glez. de Cardedal con Benedicto XVI, al recibir el Premio Ratzinger

ROBERTO RUANO ESTÉVEZ. SALAMANCA | El pasado 30 de junio, el teólogo abulense Olegario González de Cardedal recibió en el Vaticano, de manos del papa Benedicto XVI, el primer Premio Ratzinger de Teología, galardón que otorga la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger-Benedicto XVI.

En opinión de don Olegario, con este gesto “se ha querido premiar a la Iglesia española”.

– ¿Cómo interpreta el Premio Ratzinger que le acaba de entregar el Papa?

– Se ha querido premiar a la Iglesia española, con su teología correspondiente. Iglesia que asumió de manera clara el Vaticano II en su dimensión teológica, eclesial, social y también política, y no a la inversa. Y que tuvo que defender el don del Vaticano II frente a una actitud de puro continuismo; actitud de desguace que reclamaba un comienzo nuevo. Es un premio que sella lo que ha sido mi vocación como sacerdote: ser teólogo en la Iglesia.

– ¿Cuáles son sus trayectorias teológicas fundamentales?

– La primera, el arraigo espiritual en España, Ávila, lo cual quiere decir humanismo, palabra, mística, tierra. En segundo lugar, la apertura al universo francés: Biblia, Liturgia y Patrística. El tercer horizonte es el germano, con Munich como centro. Y el cuarto, el de Hispanoamérica, con el intento de hacer una palabra viva del Evangelio como liberación de los hombres.

– ¿Qué les diría a quienes le tildan de teólogo progresista y poco ortodoxo?

– Estoy muy sorprendido con algunas declaraciones. He sido toda mi vida un hombre profundamente libre, tanto en la Iglesia como en la sociedad. Por tanto, estoy encantado de que se me critique, eso sí, al mismo nivel, con el mismo método y con el mismo valor de entrada a las cuestiones. Hay rechazos desde una ladera diciendo que no soy ortodoxo; y los hay desde la otra diciendo que nunca he tenido el coraje de romper hacia delante. ¡Bueno!, es un exponente de lo que es la libertad de opinión dentro de la Iglesia…

– ¿Comparte el lamento de quienes piensan que los obispos se han olvidado de la Universidad Pontificia de Salamanca, y en concreto de su Facultad de Teología?

– El problema viene de largo. La organización de la enseñanza teológica en la Iglesia de los últimos 40 años ha sido un pequeño desastre. Nace con la mejor intención de situar instituciones teológicas en cada autonomía. Surgen Facultades de Teología, Institutos de Ciencias Religiosas, perduran los Seminarios… y, entretanto, nos encontramos que ni tenemos profesores ni alumnos. La preocupación es cómo crear centros de excelencia y de valor que tengan a la Teología por dedicación plena, a la altura de la Iglesia y la sociedad actual. Ese es el gran problema que tiene la Conferencia Episcopal, y que nunca ha querido entrar a resolver. ¡Y luego todos esos reinos de taifas, cada cual apuntalando su instalache!

– ¿Dónde sitúa hoy Olegario el emplazamiento de la Teología?

– Donde estuvo siempre: en el encuentro público entre la Fe y la Razón. ¿Qué hombre queremos forjar? ¿Con qué aberturas? ¿A la pura inmediatez, a la eficacia?, ¿o un hombre con horizontes, con esperanza, con solidaridad, con Dios mismo delante? Esta es la gran cuestión entre tanta ideología suelta. ¿Qué colabora más a la gloria del hombre: una cultura de la fe o una cultura de la increencia? ¿Una cultura de la inmediatez o una cultura de la alteridad con Dios en el fondo? Aquí es donde debemos entrar los cristianos. Dejémonos, por tanto, de lamentos del pasado y entremos a fondo: pensando, haciendo teología, dialogando sin miedo en las plazas públicas.

– La teología que se hace hoy en España, ¿va a la cola de Europa?

– No. Los problemas hay que verlos en perspectiva. La Iglesia hizo un admirable esfuerzo por salir limpia e indemne de una dictadura de 40 años y entrar en un proceso de transición. Visto en horizonte de largo alcance, la teología española y la Iglesia han hecho un admirable servicio. Me gustaría elogiar a toda esa generación anterior a la mía, a la mía propia, y a la que viene detrás. Pero, claro, somos también resultado del nivel cultural de España, de su nivel universitario y de su desnivel ético. Estamos ante un final de ciclo teológico, en tiempo de otoño, de siembra. Y en tiempo de siembra no se ven por ningún lado las cosechas. La gran cuestión es: ¿estamos dispuestos a sembrar hoy en silencio cuando nada aparece como fruto inmediato? ¿Quién está dispuesto a enterrarse para que la próxima generación, dentro de 30 años, pueda tener mayor respiro?

– ¿Ha dicho Olegario su última palabra en Cristología?

– Los libros y las palabras deben nacer de la entraña del alma. Yo ya he escrito varios. Si tuviera que remitir a uno, ese sería La entraña del cristianismo. En él he ofrecido lo que para mí es lo mejor de la experiencia cristiana. No sé qué más puedo aportar con 76 años. ¡Dios dirá!, aunque la obra incompleta también es bella…

En el nº 2.761 de Vida Nueva.

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