Editorial

La teología merece todo el respeto en la Iglesia

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EDITORIAL VIDA NUEVA | La Teología está de moda en estos meses. El reciente galardón vaticano concedido al teólogo español Olegario González de Cardedal en Roma, y que recibió de manos de Benedicto XVI en días pasados, junto a algunas diatribas en torno a varias obras teológicas en España y el diseño de algunas facultades, nos hace plantearnos el estado de la teología en nuestro país. El nuevo escenario social e ideológico de Europa y de España necesita planteamientos nuevos y retos a los que la teología ha de responder.

Benedicto XVI, el Papa teólogo, viene ofreciendo en su cuerpo doctrinal diversas claves para el quehacer teológico en este inicio de milenio. Ahora les toca la responsabilidad a quienes se dedican al noble oficio de pensar a Dios en las categorías de nuestra época y de ayudar a los creyentes a dar razón de su fe.

Vida Nueva se ha acercado a algunos responsables de la teología de facultades españolas para recoger el pulso de cuanto se viene enseñando a los candidatos al sacerdocio –la mayoría de sus alumnos proceden de este ámbito– y a religiosos, religiosas y laicos, que, aunque en número menor, estudian en los centros de formación teológica adscritos a sus universidades.

También se ha recabado la opinión de algunos de los teólogos actuales, cuyas fundamentadas reflexiones se pueden seguir en este trabajo que ofrecemos, coincidiendo con el fin de curso, con la entrega del Premio Ratzinger de Teología, y también con algunas noticias que van apareciendo en diversas diócesis sobre adscripciones a centros teológicos diversos, además de algunas polémicas por publicaciones de algún que otro teólogo.

Hay tres aspectos que no se deben olvidar a la hora de abordar el tema. Por un lado, el nuevo escenario que se abre a la reflexión teológica; por otro, la necesidad de confiar en la tarea de los teólogos, sin cercenar su creatividad, sin mermar su iniciativa, confiando en su legítimo trabajo, no confundiendo teología con catequesis ni magisterio. Y, por ultimo, hay que tener en cuenta las lindes del estudio teológico.

El escenario ha cambiado y hay recetas teológicas de antaño que han quedado sin uso. Es necesaria una puesta a punto en el nuevo perfil de la sociedad actual, marcada por la globalización, por la comunicación y por la crisis actual. Se va configurando un hombre nuevo y la teología no puede, anclada en viejas fórmulas, dar respuesta sin conocer la realidad. Osadía para descubrir, pero prudencia para que el descubrimiento ayude a mantener íntegro el depósito de la fe, por fidelidad y responsabilidad. Hace falta una mayor confianza en quienes hacen la teología, ofreciéndoles apoyos, medios, consejo y atención. Más que la condena dura, el diálogo amoroso. Así podrá llegarse a buen puerto.

Los teólogos necesitan esa confianza para proseguir la tarea como servicio a la Iglesia, como una auténtica diaconía que haga de la labor teológica un carisma al servicio de toda la comunidad cristiana.

La escucha del magisterio, pero también la colaboración con él, es un reto que se debe tener en cuenta. No se puede perder el sensu ecclesiae, pero tampoco arrogárselo con patentes de corso. La pluralidad en el campo teológico es una de las más poderosas ayudas para lograr la comunión.

En el nº 2.761 de Vida Nueva (del 9 al 15 de julio de 2011).

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