JMJ 2011: ni una silla vacía

CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“Alrededor de esta mesa, tan abierta y tan grande, no puede haber ninguna silla vacía. Porque la fiesta, si en ella no está y participa toda la familia, no es completa”.

En esta gran fiesta de la fe cristiana que es la Jornada Mundial de la Juventud, la Iglesia de Madrid viene preparando una gran mesa a la que quiere que se sienten, junto con el papa Benedicto XVI, todos los jóvenes del mundo. Unos lo podrán hacer con una presencia más inmediata, y otros unidos por vínculos de lo más diverso. Lo que es deseable es que no haya ningún joven que no pueda participar de un acontecimiento de carácter universal.

Alrededor de esta mesa, tan abierta y tan grande, no puede haber ninguna silla vacía. Porque la fiesta, si en ella no está y participa toda la familia, no es completa. Incluso, ese vacío puede ser causa de malestar y de tristeza para aquellos que han asistido, pues al tratarse de una comunidad católica, universal, todos están llamados y a todos se les quiere ver unidos para celebrar la misma fe en Jesucristo, el Señor.

Y con este deseo se están llevando a cabo diversas iniciativas, a fin de que unos y otros puedan participar. Nadie está excluido y sí todos llamados. Después vendrán las distintas maneras de presencia y participación. Otros, no es que tengan que conformarse con ello, sino que se ven obligados a hacerlo desde la proximidad de una comunión eclesial, llena de fraternidad y unidos en los mismos sentimientos de gratitud, pues en Él todos están arraigados y edificados y firmes en la fe.

A nadie se le obliga a venir a este gran encuentro, pero a todos se les ofrece la mesa que tenemos para que puedan alimentarse con el mismo pan con el que la Iglesia se alimenta: el de la palabra, la eucaristía, la caridad fraterna y el testimonio cristiano en medio del mundo.

Este es el admirable sentido y proporción que quiere alcanzar la Jornada Mundial de la Juventud. La alegría nunca podría ser completa si alguien se sintiera excluido, si pusiera como excusa el que no había sido invitado. Es Jesús quien invita, el que llama a estar a su lado y junto al Sucesor de Pedro.

Tenemos delante el relato evangélico de los que fueron llamados a la fiesta, pero no tenían el vestido adecuado. Es decir –y es interpretación particular–, que se habían puesto encima andrajos de prejuicios, de minusvaloración del encuentro, de adivinar finalidades extrañas, de convertir en un simple encuentro festivo lo que es celebración cristiana en el más amplio sentido de compartir la fe, los sacramentos y la caridad.

Decía Benedicto XVI: “Os invito a este evento tan importante para la Iglesia en Europa y para la Iglesia universal. Además, quisiera que todos los jóvenes, tanto los que comparten nuestra fe, como los que vacilan, dudan o no creen, puedan vivir esta experiencia, que puede ser decisiva para la vida: la experiencia del Señor Jesús resucitado y vivo, y de su amor por cada uno de nosotros” (Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud 2011).

En el nº 2.761 de Vida Nueva.

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