El 15-M y lo que queda…

El cardenal Amigo propone “criterios de discernimiento” sobre este movimiento juvenil

Asamblea general del movimiento 15-M, el pasado 19 de junio

CARLOS AMIGO VALLEJO, cardenal arzobispo emérito de Sevilla | Se echaba en falta la participación de distintos sectores de la ciudadanía en aquello que era de interés común. Ahora, y con una desbordada presencia, tanto en la calle como los medios de comunicación, irrumpe ese movimiento llamado del 15-M. ¡Ya era hora! Dicen unos, saludando con euforia esta pacífica protesta ciudadana y, al mismo tiempo, recriminando el que llegue un poco tarde.

Otros aplauden, proponiendo algunas condiciones necesarias que garanticen la autenticidad de un movimiento positivamente entregado a la defensa de los valores democráticos. No han faltado los arribistas y gorrones de siempre que se apuntan al festín, sin interés alguno por asumir responsabilidades que impliquen un compromiso personal y colectivo. La demagogia también hizo su aparición, así como lo del río revuelto.

Más que sentenciar y dirimir lo del sí o el no al 15-M, lo que es imprescindible es tener delante unos criterios de discernimiento, como por ejemplo:

 

  • Principio de modestia, para derribar del pedestal la autosuficiencia, que se cree la única dueña y portadora de la bandera de la verdad y de la libertad. Tampoco vale el criterio altruista, que se columpia entre la arrogancia y el paternalismo y que termina por ser un reducto más para el egoísmo y el propio interés.
  • Criterio imprescindible es el de la justicia. El trabajar por el reconocimiento de los derechos que a todos asisten, y que más vulnerados están cuanto mayor es la debilidad y la desprotección. Es evidente que la defensa del bien común está dentro de ese esfuerzo por el reconocimiento eficaz de unas leyes que protejan la justicia y el derecho de todos.
  • Es muy importante, y no solamente desde un punto de vista personal, el tener en cuenta la famosa ley del nivel de competencia. No vaya a ser que se arroje uno poderes y cometidos que no tiene. Sería una representación sin representados, una democracia sin pueblo.
  • Al pretender ser objetivo, percatarse de la realidad y actuar en consecuencia. Para ello es imprescindible un diálogo en el que puedan intervenir, participar y ser escuchados los distintos sectores implicados en la vida social y política del país. Un diálogo, también, multidisciplinar, en el que las ideas no queden secuestradas por las distintas ideologías. Si con pretensiones de acción política se habla, es imprescindible tener en cuenta las implicaciones que ello tiene, desde la necesaria estructura democrática, hasta la imprescindible responsabilidad por empeñarse en servir al bien común.
  • Y recordar de nuevo el sabio principio afirmado por Pablo VI: se puede organizar el mundo sin tener en cuenta a Dios, pero al final se le habrá organizado en contra del hombre.

Decía Benedicto XVI: “Una vida sin Dios no funciona: falta lo esencial, falta la luz, falta el porqué, falta el gran sentido de ser hombre. Ha comprendido que solo podemos conocer a Dios por su Palabra. Los cristianos podemos añadir que sabemos quién es Dios gracias a Jesús, en el que se nos ha mostrado realmente el rostro de Dios” (Centro Penitenciario de Casal del Marmo, 28-3-2007).

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