M. Á. MALAVIA | Los movimientos de protesta que, por toda España, exigen a la clase política una serie de reformas y nuevas actitudes en la gestión de lo público, están teniendo eco también en el discurso eclesial. Así, al menos, lo evidenció el arzobispo de Barcelona, cardenal Lluís Martínez Sistach, en una eucaristía en la basílica de la Merced, el pasado día 21, para celebrar la festividad de santo Tomás Moro, patrón de los políticos y los gobernantes. Ante una amplia representación política, en su homilía fue claro: “Vuestro servicio político en una sociedad democrática pide escuchar constantemente lo que necesita y pide el pueblo para que pueda ejercer sus derechos y sus deberes”.
El cardenal prosiguió señalando que, “hoy, como consecuencia de la grave crisis económica mundial, el número de parados ha llegado ya a los cinco millones de personas, con un 40% en lo que se refiere a los jóvenes. El clamor para poder tener trabajo es unánime, como observamos en las manifestaciones por todas partes (…). Es un clamor legítimo que todos lleváis en el corazón y en la cabeza, y en la medida de lo posible convendría que se dieran signos que explicitaran esta preocupación de los políticos de toda Europa y del mundo para encontrar soluciones a esta cuestión, que es de país, de Estado, y no de un partido, de un sindicato o de la patronal”.
Sistach, frente a ciertas protestas que parecen cuestionar la propia existencia de las instituciones, aclaró que “no podemos prescindir de los políticos. Por eso hay que poner de relieve la dignidad de la política y de quienes la ejercen”.
El cardenal concluyó reivindicando las raíces cristianas en la identidad de Cataluña y animó a la “debida integración de los hermanos inmigrantes que vienen a nuestro país, porque los necesitamos y nos necesitan”.
En el nº 2.759 de Vida Nueva.
