Van Dyck y los pecadores arrepentidos

Madrid acoge el arte trascendente y bello del pintor flamenco

'La Virgen con el Niño y los pecadores arrepentidos'

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Quizás sea breve –apenas diez lienzos– y no esté de moda, pero hay que detenerse entre Los ecos de Van Dyck que muestra la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid (hasta el 26 de junio). Está el eco y el genio de un pintor que miraba a Velázquez de tú a tú, pero que hizo de su pintura religiosa un arte trascendente y bello. En el territorio del arte se habla y mucho de inmensa calidad como retratista de Antoon van Dyck (Amberes, 1599-Londres, 1641), pero no tanto de uno de los pintores que primero proclamó la belleza de la fe.

Y es lo que se ve en la Real Academia de Bellas Artes a partir de un lienzo, La virgen con el Niño y los pecadores arrepentidos, que Matías Díaz Padrón, que fuera conservador de pintura flamenca del Museo del Prado, rescató hace un año literalmente del sótano en donde se escondía, en la propia Academia, desde 1809, con la leyenda de “copia de Van Dyck”.

Es original y, una vez restaurado, luce espléndido. “El rostro de la Virgen posee una belleza y una delicadeza impresionantes. Esa expresión solo la puede captar un pintor como Van Dyck, que pasa por ser uno de los artistas más elegantes del mundo. La belleza no tiene que estar en contradicción con la religión. Van Dyck era un hombre de una enorme piedad, a pesar del encanto y atractivo de su Magdalena”, afirma Díaz Padrón.

'La Santa Cena'

Y es que esa Magdalena de hombros desnudos que mira a un Jesús apenas recién nacido en manos de la Virgen, con el rey David y el Hijo Pródigo a su espalda, es todo un símbolo del arrepentimiento y el perdón.

Una tendencia de la Contrarreforma

Toda una confesión de un flamenco como era Van Dyck, aunque es evidente que él se sentía católico y tridentino. “Se supone que el cuadro es una prueba de que el autor estaba integrado en el sentimiento español. Es un ejemplo del énfasis que la Contrarreforma católica pone en el sacramento de la penitencia. Es un tema poco frecuente en España, pero sí lo es en Flandes” explica Díaz Padrón.

“Se trata –continúa– de una tendencia de la Contrarreforma, porque a los protestantes una de las cosas que más antipatía les provocaba era la idea de la Iglesia de permitir la salida del Purgatorio de los pecadores. Hay que ver desde el punto de vista iconográfico que ese cuadro es producto del sentimiento religioso impulsado por la Contrarreforma, que en nuestro país es potenciada por los jesuitas, a los que conoce muy bien Van Dyck”.

La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando ha querido rodear la presentación del “nuevo” Van Dyck de otras obras de temática religiosa y, en la mayoría de los casos, pintadas durante su etapa siciliana, a donde viajó en 1624. Este género tuvo una gran relevancia en la pintura de Van Dyck, que entró a formar parte del taller de Rubens en Amberes para dedicarse, sobre todo, a la decoración de iglesias, con obras impregnadas de un intenso y místico fervor religioso, elemento importante de la personalidad y el arte de Van Dyck.

En el número 2.757 de Vida Nueva (artículo completo para suscriptores).

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