Miguel Miró: “No podemos discutir entre nosotros mientras el pueblo pierde la fe”

Prior general de los agustinos recoletos

DARÍO MENOR | Desde el pasado noviembre, el tarraconense Miguel Miró es el nuevo prior general de los agustinos recoletos. Hombre humilde y con un contagioso espíritu emprendedor y renovador, mantiene un discurso muy equilibrado, sin esconder los problemas que sufre la Vida Religiosa (VR) y su propia congregación, y sin exaltar las evidentes virtudes que ambas poseen. [Seguir aquí si no es suscriptor]

A diferencia de otros institutos religiosos, ustedes capean bastante bien la crisis vocacional. Son ahora 1.136, muy pocos menos que en los años del Concilio.

Aun así, se nota, nosotros también sufrimos la crisis. Nuestra media de edad está en 53,4 años. La crisis es de vida de fe en la sociedad y, sobre todo, se hace patente en Europa. Se vive en la indiferencia, lo que repercute en la Vida Religiosa y en las vocaciones. No obstante, en Latinoamérica y Filipinas, como todavía hay una estructura familiar fuerte, siguen surgiendo vocaciones, por lo que el déficit de aquí se compensa con el aumento de allá. No deja de ser un signo del Espíritu. Yo lo digo mucho en las comunidades: tenemos que tener en cuenta este factor, que se debe a algo.

¿También en los Estados Unidos surgen vocaciones?

Sí, sobre todo de muchachos latinos, la gran mayoría de origen mexicano. Ahora se está trabajando con los hispanos en el sur del país, mientras que en el norte, en Nueva York, contamos con un centro de formación para líderes de esta comunidad. Es un proyecto muy interesante. De ahí han salido catequistas, líderes de grupos cristianos, movimientos, grupos de vida cristiana… Es un paso importante para no sentirse desarraigado y poder vivir la fe.

¿Cuál es el estado de salud de los agustinos recoletos hoy?

Depende de los países, de las comunidades y de las personas. Hay quienes viven con mucha fuerza y vitalidad, y son una bendición donde quiera que estén. Otros, en cambio, por su actitud, cansancio o su poca ilusión repercuten en la visión que pueda dar la comunidad. Hablando de vitalidad, considero que esta se da mucho más en América y Filipinas que en España. Hay una diferencia entre Europa y América. En general, en toda la orden, nos hace falta un poco más de empuje, hemos de implicarnos más en la Nueva Evangelización.

Debemos intensificar la vida contemplativa, que es un aspecto de nuestro carisma, así como dedicar más tiempo al estudio, a la serenidad, a la formación permanente. Se van dando pasos en todo esto en los sucesivos capítulos, en los que planteamos la necesidad de revitalización. Estamos preocupados porque debemos hacer algo para recuperar la ilusión, la esperanza, la vitalidad. Nos influye mucho esta cultura de pesimismo que hay en la sociedad. La crisis económica lleva a veces a una crisis existencial. El relativismo nos influye también a nosotros, que deberíamos dar luz frente a este pesimismo y desasosiego, aunque creo que no lo sabemos hacer.

A propósito de la Nueva Evangelización, ¿cómo contribuyen ustedes a esa misión?

En casi todos los países americanos se trabaja con comunidades de evangelización, en las que los laicos asumen un gran protagonismo. Hay una labor de formación muy amplia. En Europa es más difícil. Se prueba con el aspecto cultural y también se intenta estar presente en foros sociales. Hay que utilizar las nuevas tecnologías. Entre nosotros, agustinos, echo en falta una mayor preparación para influir más en el mundo de las comunicaciones y de la opinión. Deberíamos empeñarnos más en este aspecto. Debemos, además, acercanos al pueblo. Si nos separamos de él, no podemos evangelizar.

Ustedes tienen previsto desembarcar en las redes sociales. Cuentan, además, con una página web accesible y moderna, en la que usted acaba de estrenar blog… ¿Cómo nace esta preocupación por las nuevas tecnologías?

Estamos poniendo en marcha una oficina de comunicación. Buscamos un mayor contacto y una mayor interactividad. No olvidemos que Internet es una herramienta de evangelización. Escribe mucha gente: unos con preguntas, otros con oraciones, otros con saludos.

¿Han surgido nuevas vocaciones a través de un primer contacto por la web?

Desde México, Colombia o Brasil han escrito muchachos con inquietud vocacional, buscando un acompañamiento. Han sido luego reenviados al orientador vocacional. Hay otro aspecto importante de la web: el cultural. Se trata de profesores o investigadores que están haciendo la tesis y preguntan acerca de san Agustín. Intentamos responder a lo que le interesa a la gente. Luego hay personas relacionadas con religiosos, con el ministerio, que consiguen en la web una visión de la orden más amplia de la que tenían.

Carisma vivo y actual

¿El carisma de san Agustín sigue siendo válido hoy?

Se habla mucho de san Agustín, pero siempre del aspecto doctrinal. Se dice menos que vivía en una comunidad monástica con sus amigos y hermanos, lo que para nosotros es fundamental. La sociedad pone hoy divisiones. Hay que hacer ver que, desde la fe, se puede crear comunidad, respeto y unidad. De hecho, nuestras comunidades son cada vez más internacionales. Todo esto es fruto del carisma agustiniano, fundamentado en el amor que Dios nos tiene y el que nos tenemos entre nosotros. Se debe propiciar una cultura del amor, que supere las divisiones y la crispación. Este carisma está vivo y ofrece algo a la Iglesia de hoy si nosotros lo hacemos vivo y lo sabemos transmitir. Para ello no debemos copiar modelos de otras épocas.

Es muy interesante el proyecto de la congregación en San Millán de la Cogolla, donde ha restaurado la iglesia del monasterio de Yuso. ¿Qué significa para los agustinos estar en un lugar tan significativo para la lengua y cultura española?

Debemos potenciar nuestra presencia allí. Ahora mismo hay una decena de religiosos, pero estos son mayores y tienen aún poca actividad. San Millán podría ser un centro cultural y de espiritualidad importante. Deberíamos aprovecharlo más. Todavía no respondemos a este desafío; necesita ser replanteado.

¿Qué otras prioridades tiene para los próximos seis años?

En el último capítulo de la congregación se habló del objetivo de la revitalización, que va unida a la reordenación. Debemos partir desde nosotros mismos, como agustinos recoletos, con nuestro carisma, para ponernos unas prioridades de servicio a la Iglesia y, luego, organizarnos en los diversos países. No debemos ser tributarios de cosas que se acumulan del pasado. Hay que definirse más para saber qué queremos y hacia dónde queremos ir. No se trata de un repliegue, de cerrarse para estar tranquilos, sino de un relanzamiento.

¿Cómo valora las críticas que, en ocasiones, recibe la VR?

A veces no se valora todo lo que hace la VR. Esta está en comunidades de inserción, en los lugares difíciles de la sociedad. Es verdad que hay religiosos que no lo hacen, pero no podemos solo fijarnos en lo negativo. En ocasiones, se trata solo de cuestiones de imagen. No nos da miedo que se nos critique para que mejoremos, pero pedimos que se haga una valoración más completa. Sorprende, además, a veces, el desconocimiento que hay de la Vida Consagrada dentro de la propia Iglesia.

No pueden verse solo los defectos. Vivimos en una Iglesia de comunión: tenemos que estar unidos los obispos, los sacerdotes, los religiosos y los laicos. El pueblo está perdiendo la fe; no podemos discutir entre nosotros. Tenemos que sumar, por supuesto, dentro de la pluralidad. No tengo miedo a que haya una diversidad de pareceres y de líneas de acción. Esta pluralidad nos da nuevas perspectivas y nos ofrece una forma más auténtica de la realidad. La función de un superior debe ser aglutinar a todos los miebros de una comunidad para que tomen conciencia en sentido corporativo de lo que haciemos. Así entiendo yo la vocación: estamos para servir.

En el número 2.757 de Vida Nueva

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