Un cubano-americano, nuevo obispo en Florida

Felipe de Jesús Estévez toma posesión de la Diócesis de San Agustín, cuna de la fe en Norteamérica

Felipe Estévez (dcha.) con el arzobispo de Miami, Thomas Wenski

ARACELI CANTERO GUIBERT. MIAMI | El cubano-americano Felipe de Jesús Estévez se convirtió el 2 de junio en el décimo obispo de la diócesis en donde se inició la historia de la fe en Norteamérica, San Agustín. Se trata, además, del primer prelado hispano titular de una sede en Florida. Al tomar posesión de la misma, Estévez repitió, en español antiguo, las mismas palabras del explorador Pedro Menéndez de Avilés, descubridor de la ciudad cinco siglos atrás.

Suplicando como entonces al Señor que le diese “en todo victoria” y besando una cruz, el nuevo obispo de esta diócesis, que en sus inicios estuvo vinculada a la de Santiago de Cuba y bajo la Corona española, reconocía los comienzos de la fe en lo que hoy es territorio norteamericano y hacía notar que, “¡por lo tanto, no es tan extraño que un hispanoamericano se inserte hoy en esta gloriosa obra evangelizadora en La Florida”.

Misionero y profesor

Felipe de Jesús Estévez nació en La Habana en 1946, y fue uno de los 14.000 niños sacados de Cuba, sin sus padres, en 1961, al inicio de la Revolución cubana. El joven Estévez fue enviado entonces con su hermano a un orfanato en Fort Wayne (Indiana); sus padres se reunieron con ellos un año más tarde. Al decidir su vocación al sacerdocio, cursó estudios de Teología en la Universidad de Montreal y, en 1970, fue ordenado sacerdote para la Diócesis de Matanzas (Cuba).

Con la esperanza de regresar algún día a su diócesis, su obispo le pidió que sirviera en Latinoamérica para que su reinserción fuera más fácil.

Estévez mantiene vínculos cercanos con la Iglesia de Cuba y ha visitado la Isla en múltiples ocasiones. En diversas entrevistas e intervenciones, ha manifestado siempre su amor a Cuba y su deseo de más libertad, democracia y respeto a la vida, y también su postura dialogante, incluso con gobiernos totalitarios, porque en el cristianismo “el perdón es incondicional” y no está condicionado a la rehabilitación del verdugo.

El prelado apoya el cese de restricciones de viajes a la Isla porque cree que los contactos directos son la mejor manera de promover el cambio. Dice que tales restricciones frenan la misión de la Iglesia y la práctica de la fe a través de visitas solidarias.

En el nº 2.756 de Vida Nueva (artículo completo para suscriptores).

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