Jean Pierre Schumacher: “Nuestro mundo es más sensible al testimonio de vida que a las palabras”

Superviviente de la matanza de los trapenses de Tibhrine (Argelia)

JAVIER F. MARTÍN. Fotos: Cistercienses Nuestra Señora del Atlas| El hermano Jean Pierre Schumacher, religioso de la Orden del Císter, tiene 87 años y buena salud. Su vida transcurre al ritmo del Oficio Divino, aunque él tiene la impresión de que “el tiempo pasa deprisa”. El monasterio en el que vive este religioso francés, Nuestra Señora del Atlas, está en la ciudad marroquí de Midelt.

No es el primer destino norteafricano de este monje, que formó parte de la comunidad cisterciense de Tibhrine (Argelia), que sufrió el martirio el 21 de mayo de 1996. Solo dos de aquellos religiosos no murieron a manos de los terroristas. Hoy solo queda Jean Pierre, que habla para Vida Nueva 15 años después del brutal asesinato de los religiosos franceses, hechos inmortalizados en la película De dioses y hombres.

– ¿Tiene sentido el martirio hoy?

– Martirio quiere decir testimonio. Nuestro mundo es más sensible al testimonio de vida que a las palabras. Una vida consagrada al servicio del otro según el espíritu del Evangelio o la entrega de uno mismo hasta el ofrecimiento de la propia vida por el Evangelio habla siempre mucho al corazón y al espíritu de los hombres de nuestro tiempo.

– ¿Cómo se afronta esa posibilidad de entregar la vida por el Evangelio?

– Ninguno de mis hermanos deseaba morir mártir. En cada uno de ellos se libró una batalla interna para vencer el miedo natural de ser víctima de una agresión violenta o de ser tomado como rehén por los islamistas. Esta victoria, después del debate interno, no es fruto del carácter heroico de la persona, sino que surge de una fidelidad a la gracia de su vocación monástica y de su vocación de estar presente, en nombre del Señor, al lado de nuestros hermanos del islam. Nosotros los consideramos mártires de la caridad en el sentido de por lo que han muerto, no porque ellos hubieran escogido el martirio por sí mismos, sino porque han muerto a causa de su decisión de quedarse, tanto para lo malo como para lo bueno, con sus hermanos musulmanes y con todo el pueblo argelino. Su fidelidad a esta decisión fue la causa de su secuestro y de su muerte.

Un martirio no buscado

– ¿Se puede uno preparar para el martirio?

– Un mártir se prepara, podríamos decir, casi sin darse cuenta, casi sin buscarlo; se preparara a través de las pequeñas luchas cotidianas para ser fiel a pesar de las tentaciones que van en contra de las llamadas divinas. Además, si el martirio se presenta, se afronta con la fuerza de la Gracia y con humildad.

– ¿Qué frutos dejó el testimonio de Tibhrine?

– Me parece que es indisociable del fruto que lleva el testimonio vivido en conjunto por los cristianos de Argel; es necesario unirlo al de los mártires musulmanes de este país, que han dado su vida por amor a sus hermanos y a su tierra. El fruto es el de la esperanza fecundada por la gracia de Dios, que ellos mismos llevan. Es como un soplo de bondad, comunión y alegría entre la gente, que influye sobre una sociedad muy querida por ellos y a la que ellos pertenecen.

– Después de Tibhrine, la Orden decidió quedarse en el norte de África y se instalaron en el Atlas marroquí. ¿Por qué es importante su presencia en esta zona?

– Es, sobre todo, una presencia de Iglesia y del Señor en una tierra en la que el 99% de la población es musulmana. No se trata de hacer nada social ni obtener conversiones, sino de estar presentes, fieles a nuestra identidad cristiana y de comunidad monástica y cisterciense, integrándonos fraternalmente en una sociedad humana local. Hay que notar que la palabra integrar conlleva una exigencia fuerte de inculturación y de respeto por la fe y la cultura de las gentes.

En el nº 2.756 de Vida Nueva (entrevista completa para suscriptores).

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