Los jóvenes católicos también están indignados

El Movimiento 15-M, que reclama una regeneración democrática, interpela a los creyentes

MIGUEL Á. MALAVIA – FRAN OTERO | La campaña electoral para las autonómicas y municipales del pasado 22 de mayo parecía desarrollarse con la misma atonía que las precedentes. Hasta que el 15 de mayo, en Madrid, un grupo de jóvenes acampó en la Puerta del Sol reclamando una serie de principios que den la vuelta al desencanto social ante la política.

Las críticas al bipartidismo, a la corrupción de algunos políticos y a los excesos del sistema económico imperante aglutinaron una oleada de protestas que, a lo largo de los días siguientes, se extendieron por las principales ciudades de toda España. Los indignados (autocalificados así por Indignaos, la reciente obra del francés de 94 años Stéphane Hessel) se han unido en lo que se ha venido a llamar (aunque ha recibido distintas denominaciones) Movimiento 15-M.

Una “revolución ética” que defiende ser pacífica, asindical y apartidista. “Es de todos”, dicen los organizadores, que se felicitan de que integre a gentes de distinta condición y edad; aunque el liderazgo recaiga en los jóvenes. Pero, ¿y los jóvenes católicos? ¿También ellos están indignados?

Saúl Pérez, presidente de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), es muy claro a la hora de ofrecer su apoyo al movimiento (aunque insiste en que este no es institucional): “Era la respuesta que se esperaba ante tanta indignidad, habiendo una toma de conciencia de la ciudadanía. Hemos de situar a la persona en el centro, no dejando que se impongan los mercados financieros ni los intereses particulares”.

Los indignados, en Valencia

Opinión con la que coincide David Cantero, presidente del sector juvenil de Acción Católica General (ACG-J): “Lo mejor ha sido la respuesta de la gente. Se decía que los jóvenes estábamos parados, adormecidos. Se ha visto que tenemos sentido crítico y reivindicamos una mayor participación social.

Antonio Matta, que pertenece a la Comunidad de Vida Cristiana (CVX) y colabora con la Iglesia de Base en Madrid, apunta que los cambios que se buscan “son necesarios y posibles”, debiendo llevar a vivir en “una sociedad en donde prime el bienestar de las personas y no los intereses corporativos”.

Elisa García España, profesora de Derecho Penal de la Universidad de Málaga y miembro de CVX, ha vivido la protesta en Madrid, destacando “el carácter inclusivo, dialogante, participativo…” de aquellos que comparten “la ilusión por un mundo mejor, por que la persona esté por encima de mercados y sistemas políticos”.

“Me he encontrado pluralidad de ideas, edades, estilos: jóvenes con rastas dialogando tranquilamente con adultos de traje y corbata, o chicos engominados trabajando codo con codo con hippies. Esto es importantísimo. Les une el descontento con la sociedad en la que vivimos”, añade Silvia Rozas, periodista y aspirante a religiosa jesuitina.

Escasas críticas a la Iglesia

Como dicen Silvia y Elisa, la diversidad y la unidad en torno a alguna cuestión se puso de manifiesto, aunque también, en menor medida, algunas propuestas utópicas y otras, directamente, contrarias a la Iglesia. Según David Cantero, lo más negativo ha sido que la organización, sobre todo al principio, “no ha englobado a todos”.

Sentada en Zaragoza

Este joven, que ha estado, a título personal, en las concentraciones de Madrid –la ACG-J tampoco ha ofrecido un apoyo oficial, aunque insiste en la total libertad de sus militantes para sumarse a la protesta–, considera que parte de la organización “está en grupos de izquierdas, que no antisistema, y que no han abierto demasiado el abanico a los demás”. De ahí que varios de los militantes de la capital no se hayan sumado al Movimiento 15-M, por considerarlo “algo precocinado”. Esto sucede aun siendo muchos los jóvenes católicos que se han sumado a las concentraciones –buscando ser “levadura en la masa”, en expresión de Saúl Pérez–.

Vida Nueva, presente en varias ocasiones en la sentada de Madrid, fue testigo de cómo, entre las medidas educativas que ofrecían distintas asociaciones, figuraba la eliminación de la enseñanza religiosa o la supresión de los conciertos educativos (la gran mayoría, otorgados a colegios e institutos católicos).

Zaragoza es una de las ciudades donde más ha calado el Movimiento. Allí, una veintena de miembros de la ACG-J participan activamente en la sentada multitudinaria en la Plaza del Pilar. Una de las militantes, Patricia Pérez-Caballero, destaca, ante todo, “el ambiente abierto de las asambleas”. Como en todos los sitios donde este fenómeno se produce, se convocan comisiones de debate sobre temas específicos, como educación, sanidad, economía o inmigración. “La mayoría de las propuestas son bien acogidas –se congratula–. Intentamos ir a lo básico, que es lo que puede unir a todos”.

Patricia cree que “son muy escasas las críticas a la Iglesia”, aunque reconoce que, cuando se producen, “es porque la ven como parte del sistema de poder”.

“También ha de haber un despertar en la Iglesia”

Pese a todo, el sentir general no se muestra ofensivo con lo religioso. David Cantero defiende que, desde hace tiempo, “son numerosas las instituciones de Iglesia que conviven con movimientos sociales y políticos que reclaman un cambio”. Aun así, “hay un problema interno, pues la gente ve que se pone más énfasis en otros temas. La cuestión social, política y económica está presente en departamentos y pastorales; pero, en las delegaciones de Juventud, el tema está relegado. Entiendo que la Pastoral de Juventud esté centrada en la JMJ, porque es importante, pero lo cierto es que ha llevado a que se haya descuidado un asunto esencial, que también construye el Reino de Dios”, lamenta.

María Ángeles Blázquez, presidenta de la Juventud Estudiante Católica (JEC), quien también ha estado presente a título personal en la madrileña Puerta del Sol, valora “el gran trabajo asistencial de la Iglesia”, pero demanda un mayor esfuerzo a la hora de elaborar un discurso social cercano: “Parece que estamos demasiado ocupados en nosotros mismos, y hemos de mirar más hacia fuera. El Concilio nos enseñó que hemos de estar dentro del mundo, correspondiendo esa misión, sobre todo, a los laicos”.

Por otro lado, añade, “nos cuesta tomarnos en serio la política. Y el compromiso con esta no ha de ir por un lado diferente al de la fe. Ha habido un despertar en la sociedad, en los jóvenes. También ha de haber un despertar dentro de la Iglesia”. Entre sus propuestas, se encontraría el desarrollo de “una formación para saber estar dentro del mundo”.

Algo que se han tomado en serio desde la JOC. Ya un año antes del Movimiento, impulsaron una iniciativa europea, Dignity! (¡Dignidad!), en la que pedían a los jóvenes católicos actuar contra los defectos del sistema. Y lo hicieron con medios prácticos, a través de una encuesta respondida por 6.484 jóvenes de todo el continente (participaron 64 españoles), en la que, entre otras cosas, les preguntaban sobre su situación laboral o social, y les cuestionaban sobre el modo en que las instituciones (desde los bancos a la Iglesia) les tratan o si son discriminados y por quiénes.

El apoyo de la Iglesia al 15-M

Muchas instituciones eclesiales han reaccionado con prontitud al reto lanzado por el Movimiento 15-M. La Delegación de Pastoral del Trabajo de Madrid o la HOAC han publicado mensajes reivindicando una democracia participativa –algo que ya pedían los Movimientos Juveniles de Acción Católica en otro documento con motivo de los comicios–, el fin de la especulación financiera y la apuesta por un modelo de producción basado en la persona y en los intereses colectivos.

En este sentido, la profesora Elisa García, opina que en estas movilizaciones “la Iglesia se hace presente, de forma invisible, pero activa”. Reflexiona sobre el apoyo que debería ofrecer a un fenómeno de este tipo y dice que tendría que posicionarse a favor si se consiguiera desterrar la idea de que el Movimiento tiene connotaciones interesadas. “Hay mucho de Dios en este movimiento y creo que los católicos tenemos una llamada a hacernos presentes en cualquier lucha en la que se antepongan los intereses de los más desfavorecidos frente a los poderosos y corruptos”, añade.

Acampados en Sol (Madrid)

Silvia Rozas, muy activa a través de las redes sociales, indica que los católicos tienen motivos para indignarse. Ella misma confiesa estar indignada, entre otras cosas, por los cinco millones de parados, los 81 millones de niños que viven en la pobreza en América Latina y el Caribe, el silenciamiento de guerras por motivos económicos, la explotación sexual de la mujer y porque los políticos estén al servicio de los partidos y no del pueblo.

Cree que la Iglesia como institución, la Jerarquía, no debe tener protagonismo alguno. “Sí los cristianos; ¿o es que no estamos indignados? La Doctrina Social de la Iglesia aboga por la persona y por todo aquello que le ayude a crecer en dignidad”. Y parece, además, que lo están haciendo, al menos, como reconoce Rozas, a través de Facebook y Twitter… Cree que hay que dejar a un lado prejuicios e informarse bien: “Determinados medios de comunicación que se dicen católicos han publicado verdaderas atrocidades; he tenido vergüenza ajena de la profesión periodística”.

¿En qué quedará?

Sobre el futuro, Elisa García sostiene que el Movimiento “ya ha cumplido una función crucial en los tiempos de desolación y apatía que vivíamos”. “Nos ha hecho removernos e ilusionarnos, ha hecho pensar a los ciudadanos y a los políticos; aunque no sé si estos últimos son capaces de descifrar la situación en clave que no sea meramente electoral”, subraya.

Para García, la solución pasa por liderar “una propuesta general y aglutinadora”, que, en su caso, sería la reforma de la Ley Electoral cambiando el sistema de recuento y ofreciendo la posibilidad de listas abiertas. Y poco más, porque hacer propuestas concretas puede hacer que “el Movimiento se debilite”.

Finalmente, y aunque reconoce que “algo bonito se está cociendo”, no comparte que se esté haciendo historia. “La historia ya fue cambiada por Jesús y su mensaje está más vivo que nunca. En nuestra mano está encarnarlo”.

Según Rozas, el futuro de la #spanishrevolution pasa por que ninguna institución o partido político la manipule en su favor. “Lo importante es que los jóvenes están demostrando que así no les gusta este mundo”. “El éxito ya se ha producido”, piensa, y la mayor o menor permanencia en el tiempo “depende de la organización”. En cualquier caso, cree que es importante llevar la reflexión de las acampadas a “nuestras casas, comunidades, trabajos y ambientes diarios”. “Ahí es donde nos jugamos todo, día a día”, asegura.

Finalmente, Vida Nueva contactó con Comunión y Liberación (CL) para ofrecer la postura de uno de los movimientos católicos más comprometidos y que más trabajan el campo de la política, para que algún joven de algunas de las instituciones vinculadas a CL ofreciese una opinión, aunque sin éxito. No quisieron emitir un juicio porque “no conocen el Movimiento”, sus motivaciones o intereses.

En el nº 2.755 de Vida Nueva.

ESPECIAL MOVIMIENTO 15-M

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