“Desde aquí no vemos ninguna frontera, pero los pueblos combaten”

Benedicto XVI mantiene una histórica conversación con los astronautas del ‘Endeavour’

ANTONIO PELAYO. ROMA | A las muy numerosas de su predecesor Juan Pablo II, también Benedicto XVI puede sumar una auténtica primicia histórica: una conversación con los cosmonautas que se encuentran a miles de kilómetros de la tierra a bordo de la Estación Espacial Internacional (ISS, en inglés). El acontecimiento tuvo lugar el sábado 21 de mayo en torno a la una del mediodía y duró unos veinte minutos. No se trató, por lo tanto, de un simple saludo –y esto ya hubiese sido un unicum–, sino de una conversación en el curso de la cual el Papa, otra novedad, planteaba preguntas y la tripulación le respondía.

Ha sido una iniciativa original que demuestra cómo la Iglesia no solo no es enemiga del progreso científico y tecnológico, sino que lo ve como expresión de “una aventura del espíritu humano”, como titulaba su comentario en L’Osservatore Romano su director, Gian Maria Vian.

En principio, se había previsto esta conexión para el 4 de mayo, pero los retrasos que sufrió el lanzamiento del transbordador espacial Endeavour obligaron a posponer la fecha.

El sábado 21, pues, Joseph Ratzinger tomaba asiento en la Sala dei Foconi del Palacio Apostólico (donde se graban habitualmente los videomensajes papales) delante de una pantalla de televisión que, minutos después, transmitía las imágenes provenientes del espacio. En ellas se veía a la tripulación completa (once hombres y una mujer, Cady Coleman, con sus cabellos alborotados por la falta de gravedad).

Era la una y 13 segundos cuando el comandante de la astronave, Mark Kelly, dirigiéndose al Pontífice, le saludó con un protocolario “¡Bienvenido a bordo, Vuestra Santidad!”. Junto al Papa estaban el director de Vuelos Humanos de la Agencia Espacial Europea, coronel Thomas Reiter; el presidente de la sección italiana de la citada Agencia, Enrico Saggese; y el general Giuseppe Bernardis, jefe del Estado Mayor de la Aeronáutica italiana.

“Queridos astronautas –comenzó a hablar en inglés Benedicto XVI–, estoy muy contento por esta extraordinaria posibilidad de mantener una conversación con vosotros durante vuestra misión. (…) La humanidad vive un período de rapidísimo progreso de los conocimiento científicos y de las aplicaciones técnicas. En cierto sentido, vosotros sois nuestros representantes, la punta avanzada que explora nuevos espacios y nuevas posibilidades para nuestro futuro, yendo más allá de los límites de nuestras experiencia cotidianas. (…) Estamos convencidos de que os animan nobles ideales y que queréis poner los frutos de vuestras investigaciones y de vuestra empresa a disposición de toda la humanidad y para el bien común”.

‘El destino del universo’

A continuación, el Papa formuló cinco preguntas –cuatro en inglés y una en italiano– sobre diversos temas, a las que fueron respondiendo algunos de ellos. El primero fue el comandante americano Mark Kelly, del que Ratzinger quiso saber qué consideraciones le sugería el hecho de ver desde el espacio “que todos vivimos juntos en una sola tierra y qué absurdo es combatirse y matarse unos a otros”.

Dos de los tripulantes del 'Endeavour'

“Nosotros –le respondió–, en efecto, volamos sobre el mundo y no vemos ninguna frontera, pero al mismo tiempo nos damos cuenta del hecho de que los pueblos combaten entre sí, que existe tanta violencia en este mundo y que esto es verdaderamente una desgracia. En general, los pueblos combaten por razones diversas. Lo vemos hoy en Oriente Medio: en parte es por la democracia, pero normalmente los pueblos luchan por los recursos. Es interesante lo que sucede en el espacio: en la Tierra, con frecuencia se lucha por la energía; en el espacio utilizamos la energía solar, y en la estación espacial tenemos reservas energéticas. (…) Si estas tecnologías fuesen más utilizadas en la Tierra, probablemente se podría reducir también la violencia”.

En su cuarta pregunta, Benedicto XVI subrayó cómo la “exploración del espacio es una aventura científica fascinante. (…) Creo que es una aventura del espíritu humano, un estímulo poderoso para reflexionar sobre el origen y el destino del universo y de la humanidad”.

Luego aludió a la medalla que entregó al astronauta italiano Roberto Vittorio antes de que se embarcara en la astronave y que representa la creación del hombre por Dios según Miguel Ángel en la Capilla Sixtina; y quiso saber si el empeño científico suscitaba en ellos reflexiones sobre este tema y si, tal vez, les ocurría dirigir una oración al Creador. “Cuando tenemos un momento de tiempo para mirar hacia abajo –le respondió Vittorio, lanzando la medalla hacia su compatriota, Paolo Nespoli, que la devolverá a la Tierra–, la belleza captura nuestro corazón, el mío. Y entonces rezo: por mí, por nuestras familias, por nuestro futuro”.

Mirar y sentir

Por fin, hablando en italiano con Nespoli (que ha perdido a su madre estos días), le aseguró que había rezado por él y por toda su familia. “¿Cómo has vivido este tiempo de dolor? ¿En la estación espacial os sentís lejanos y aislados?”. “Santo Padre –le respondió emocionado–, he sentido sus oraciones, vuestras oraciones llegar hasta aquí arriba: es verdad, estamos fuera del mundo, volamos en la órbita de la Tierra y tenemos la ventaja de mirar la Tierra y de sentir todo lo que nos rodea”.

El 21 de julio de 1969, Pablo VI dirigió a los tres norteamericanos que pisaron por primera vez la Luna –Collins, Aldrin y Armstrong– un mensaje que estos oyeron al regresar a la Tierra. “Gloria a Dios –dijo el papa Montini en aquella histórica ocasión– y honor a vosotros, hombres artífices de esta gran empresa espacial. Honor, salud y bendición”. Era una respuesta indirecta al flechazo antirreligioso del ruso Yuri Gagarin cuando, al regresar de su primer vuelo espacial, dijo que “no había visto a Dios por ninguna parte”.

Oración por la Iglesia en China

Santuario mariano de Shenshan, en Shanghai

Los astronautas americanos, por cierto, dijeron que uno de los pocos monumentos terráqueos que se divisa desde la Luna es la inmensa muralla china, y a los católicos de ese país se refirió el Santo Padre al final de la audiencia general del miércoles 18: “La Iglesia de China, especialmente en este momento, necesita la oración de la Iglesia universal. (…) Los católicos chinos quieren la unidad con la Iglesia universal, con el Pastor Supremo, con el Sucesor de Pedro. (…) Sabemos que entre nuestros hermanos obispos, algunos sufren y están bajo presión en el ejercicio de su ministerio episcopal. A ellos, a los sacerdotes y a todos los católicos que encuentran dificultades para profesar libremente su fe, les expresamos nuestra cercanía”.

El “pretexto” para estas palabras, que dicen más de lo que parece, es la solemnidad de María Auxiliadora, el 24 de mayo, muy venerada en el santuario de Sheshan, en la ciudad de Shanghai. El jueves 31 de marzo tuvo lugar la ordenación episcopal de Paul Liang Jiansen como obispo de Jiangmen, cuyo nombramiento había sido aceptado tanto por la Santa Sede como por el Gobierno de Pekín.

La siempre compleja situación de la Iglesia china fue, por otra parte, examinada en la cuarta reunión plenaria celebrada por la Comisión especial creada por el Papa del 11 al 13 de abril. Al final de la misma se hizo pública una nota en la que se decía: “La selección de los pastores para la guía de las numerosas diócesis vacantes es una necesidad urgente y, al mismo tiempo, fuente de preocupación. La Comisión desea vivamente que no se produzcan nuevas heridas a la comunión eclesial y pide al Señor fuerza y valentía para todas las personas involucradas”.

Por último, ya tiene tema la 45ª Jornada Mundial de la Paz. Educar a los jóvenes para la justicia y la paz ha sido la frase elegida por el Papa a propuesta del Pontificio Consejo Justicia y Paz que subraya la actualidad de esta cuestión: “Escuchar y valorar a las nuevas generaciones en la realización del bien común y en la afirmación de un orden social justo y pacífico donde puedan ser expresados y realizados los derechos y la libertades fundamentales del ser humano”.

Los acontecimientos de algunos países del norte de África y de España, sin ir más lejos, ratifican la oportunidad de esta elección.

  • Opinión: Muti, por Antonio Pelayo.

En el nº 2.755 de Vida Nueva.

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