Un punto de inflexión

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva España)

La muerte de Bin Laden supone un punto de inflexión en el panorama mundial y en la guerra contra el terrorismo internacional. La Administración del presidente Barack Obama ha considerado esta ejecución como un acto de justicia y, tras la orden de captura de “vivo o muerto”, no ha esperado a que el Tribunal Internacional de La Haya lo hubiera juzgado por crímenes de guerra.
Si la muerte de Bin Laden es un enorme revés psicológico para Al Qaeda, ningún Gobierno debiera bajar la guardia en su lucha contra el terrorismo islamista. Más relevante que la desaparición del terrorista más buscado (al que muchos daban por muerto) es que su discurso ideológico pierde peso en el mundo musulmán. Ni él ni su red terrorista han jugado ningún papel en las revueltas populares triunfantes o en marcha en muchos países árabes. Se trata de una lucha entre la libertad y el terror. Querer ver una guerra de religión no es acertado.

El Vaticano ha pedido no celebrar la muerte de Bin Laden, pues un verdadero cristiano “reflexiona sobre las graves responsabilidades de cada uno ante Dios y ante los hombres, y espera y se compromete para que cada acontecimiento no sea ocasión para un crecimiento ulterior del odio, sino de la paz”. Un mensaje inequívoco. La Iglesia siempre apuesta por la vida y para que se haga justicia.
Queda una importante tarea de paz, evitando la violencia que genera más violencia. Con la muerte del responsable de esta organización criminal que utiliza la religión para matar, puede desatarse una oleada de violencia extensa e intensa. La guerra contra el terror no ha acabado y, como todos los enfrentamientos, siempre trae muchas víctimas colaterales, además de las que mueren víctimas de las acciones bélicas. Es hora de plantear caminos para que esta nueva guerra, este nuevo estilo de guerra, encuentre cauces que la eviten, siempre desde la justicia y la verdad.

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