Lucia Weiler

Aproximaciones desde la teología feminista

La Hna. Lucia Weiler, teóloga brasilera de la Congregación de las Hermanas de la Divina Providencia, es la séptima de 11 hijas e hijos (6 mujeres y 5 hombres), de una familia de ascendencia alemana, cuyos antepasados migraron al sur de Brasil hacia 1850, llevando consigo una doble vertiente de fe: la herencia católica, por línea paterna, y la herencia luterana, por línea materna. Sin embargo, “siempre predominaba la religión escogida por los hombres”. De esta manera, como su padre Albino Weiler era católico, su madre Wilma Becker también asumió la práctica religiosa católica.

Su formación en el área de la Teología Bíblica la ha llevado a dedicar la mayor parte de su tiempo al magisterio teológico. Ha sido docente de la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul y, desde hace 25 años, está vinculada a la Escuela Superior de Teología y Espiritualidad Franciscana (ESTEF), liderando la reflexión en Sagrada Escritura y en Teología Feminista. También colabora en ámbitos luteranos-ecuménicos e integra los equipos de reflexión teológica de la Conferencia de Religiosos de Brasil y de la CLAR.
La Hna. Lucia aceptó la invitación de Vida Nueva Colombia para compartir algunas apreciaciones en torno a la Dignidad de la Mujer y la Teología.
Vida Nueva Colombia: ¿De dónde nace su preocupación por la dignidad de la mujer?
Lucia Weiler: Nace de mi propia biografía y trayectoria de vida. Nace también del contacto cercano, en los primeros años de inserción como mujer religiosa, con personas pobres y marginadas, sobre todo mujeres y niños sufriendo una doble o triple marginación: pobres, mujeres y negras o indígenas, en un barrio en la periferia de Porto Alegre, en Rio Grande do Sul (Brasil). Aprendí mucho con esas mujeres. A pesar de que a veces sufrían por la violencia, no perdían nunca el coraje de la lucha por la vida de su familia. Como dice la canción de Milton do Nascimento: “Maria, Maria… posee la extraña manía de tener fe en la vida…”.
Esta preocupación se fue profundizando y confirmando en los estudios teológicos y bíblicos. Al principio yo era sencillamente una consumidora de conceptos teológicos y hermenéuticas bíblicas como cualquier estudiante en la academia. Con el tiempo mis ojos se fueron abriendo y esto estremeció mis convicciones de fe. Fui percibiendo la discriminación de las mujeres, tanto en las elaboraciones teológicas, como en la práctica pastoral, simplemente por su condición de mujeres, es decir, debido a su cuerpo femenino. Este aspecto me llamó la atención y después me llegó a irritar e indignar, en la media en que comprendí ciertos textos bíblicos mal interpretados contra las mujeres y su dignidad.
Por ejemplo, yo veía a mi madre ir a la iglesia para la purificación y la consagración a Nuestra Señora después de cada parto. Yo percibía una discriminación legal en la Biblia, en el libro del Levítico, que insistía: “Cuando una mujer quede embarazada y tenga un hijo varón, quedará impura durante siete días, como en los días de la menstruación… y permanecerá treinta y tres días más purificándose de su sangre…” (Lv 12,2.4). “Si da a luz una niña, será impura durante dos semanas, como en el tiempo de la menstruación, y permanecerá en casa durante sesenta y seis días más, purificándose de su sangre” (Lv 12,5). Cuando vi y vivencié la película Yentl (1998), percibí que en mí había una profunda sintonía y una sed por adentrarme en los libros sagrados, prohibidos para las mujeres no sólo en la cultura judía sino, en gran parte, hasta nuestros días.
VNC: ¿Cuáles son las búsquedas de la teología sobre la cuestión de la mujer?
LW: La teología busca de varias maneras responder o por lo menos revelar e inquietarse con la cuestión de la mujer. Cuenta para esto con el camino abierto por Jesús de Nazaret y su movimiento.
De dominio predominantemente masculino, la teología necesita abrirse al diálogo con las demás ciencias, sobretodo, con la antropología, la sociología, la psicología, el derecho. Este diálogo comienza por identificar y descubrir paradigmas y conceptos que se han tornado dogmas, sobre la inferioridad antropológica de la mujer y en esto se cuenta con la ayuda de las ciencias sociales, que afirman que la manera como se ha establecido el ser hombre o el ser mujer es una construcción socio-cultural. En la categoría de género, esto conlleva a grandes implicaciones en una reflexión teológica seria que, a partir de la práctica de Jesús, que se amplía necesariamente a las minorías discriminadas por cuestiones de etnia, raza, clase social o económica. A partir de este despertar y provocada por los movimientos emancipatorios feministas, la teología tiene muchas deconstrucciones por hacer, tanto conceptuales y teóricas como hermenéuticas y práctico-pastorales.
Pero para animar, promover y genera vida, el camino del Reino de Dios, objetivo último de la teología, no puede quedarse solamente en el movimiento de deconstrucción. Debe buscar estrategias y métodos de reconstrucción, pasando necesariamente por una nueva proclamación de la fe. Para esto la teología necesita de una imaginación creativa ligada a la vida, priorizando la opción por los pobres, los predilectos de Dios y luchando por la igualdad de relaciones entre las criaturas, con el cosmos y con el Creador de la Vida, Dios Madre y Padre.
VNC: ¿Cómo percibe el papel de la mujer en la Iglesia antes y después de Aparecida?
LW: Pienso que no hubo mucho cambio en la práctica, antes y después de Aparecida. Hubo sí una confirmación de que la lucha por la igualdad de las mujeres en la Iglesia y en la sociedad continúa.
De hecho, en nuestra Iglesia muchas cosas han cambiado, sin embargo, todavía falta mucho para que ella sea como Jesús quería. En efecto, “las mujeres constituyen en general, la mayoría de nuestras comunidades, son las primeras transmisoras de la fe y colaboradoras de los pastores, quienes deben atenderlas, valorarlas y respetarlas” (DA 455).
El Documento de Aparecida nos llama a reflexionar sobre la situación de la mujer en la sociedad y en la Iglesia: “Lamentamos que innumerables mujeres de toda condición no sean valoradas en su dignidad, queden con frecuencia solas y abandonadas, no se les reconozca suficientemente su abnegado sacrificio e incluso heroica generosidad en el cuidado y educación de los hijos, ni en la transmisión de la fe en la familia. Tampoco se valora ni promueve adecuadamente su indispensable y peculiar participación en la construcción de una vida social más humana y en la edificación de la Iglesia. A la vez, su urgente dignificación y participación pretende ser distorsionada por corrientes ideológicas marcadas por la impronta cultural de la sociedades del consumo y el espectáculo que son capaces de someter a las mujeres a nuevas esclavitudes” (DA. 453).
Por esto, conforme a los obispos, “es necesario en América Latina y el Caribe superar una mentalidad machista que ignora la novedad del cristianismo, donde se reconoce y proclama la igual dignidad y responsabilidad de la mujer respecto al hombre” (DA 453). “En esta hora de América Latina y el Caribe urge escuchar el clamor tantas veces silenciados de mujeres que son sometidas a muchas formas de exclusión y de violencia en todas sus formas y en todas las etapas de sus vidas. Entre ellas, las mujeres pobres, indígenas y afroamericanas han sufrido una doble marginación. Urge que todas las mujeres puedan participar plenamente en la vida eclesial, familiar, cultural, social y económica, creando espacios y estructuras que favorezcan una mayor inclusión” (DA. 454).
VNC: Finalmente, y a partir de su propio itinerario, ¿cuál es la fuente que alimenta sus luchas?
LW: Como opción de vida, por gracia y vocación, escogí ingresar en la Congregación de las Hermanas de la Divina Providencia, fundada en 1842 en la ciudad de Münster (Alemania). Junto a otras mujeres, mis hermanas de caminada, seguimos en búsqueda, procurando visibilizar el rostro maternal de Dios Providencia, dando respuestas concretas de fe en medio de los desafíos, a las necesidades y los clamores de nuestro tiempo.
Otro espacio común y abierto que alimenta mi mística y mi capacidad de resistencia profética es el CEBI (Centro de Estudios Bíblicos) en Brasil. Siempre he sido simpatizante y participado de muchos de sus grupos. Ahí he aprendido que la Biblia es el libro del pueblo y que la hermenéutica contextualizada, ecuménica, popular, de género, etnia y clase es fundamental para devolver la Biblia como Palabra de Dios al pueblo, su legítimo autor. Además, una de las dimensiones fuertes del CEBI es justamente la hermenéutica feminista de género. VNC
TEXTO: OSCAR ELIZALDE
FOTOS: LUCIA WEILER

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