Los abusos de poder se alían a la enfermedad

JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Existe relación entre los abusos sexuales a menores y el ejercicio del poder. Lo dicen bien claro los estudios sobre la pedofilia. También en la Iglesia. No es algo baladí. Se advierte cuando se van conociendo los casos. El abuso de poder, aliado a un grado de enfermedad cercano al trastorno bipolar, está en la base no solo de los delitos, sino de cómo se han manejado por parte de quienes ostentaban la responsabilidad y debieran haber actuado con prontitud.

El del poder y su ejercicio es un viejo debate eclesial que arrastra pasiones y levanta sarpullidos. Ya sea el poder en grupos, grandes o pequeños; de una sola persona o de un colectivo; de una institución o de una idea. La catástrofe está asegurada. Y se sustenta en el miedo que atrofia, paraliza y despersonaliza. ¡Es el miedo a denunciar y perder influencia! ¡El miedo a la pérdida de imagen! ¡El miedo a perder el poder mismo!

Espeluznante abuso de poder es el que aparece en las páginas de Nadan dos chicos (Pre-Textos, 2005), del irlandés Jamie O’Neill, tétrica radiografía de la Irlanda de comienzos del siglo XX, en la que no faltan los abusos sexuales amparados en la autoridad moral. Cuando el poder se alía con la enfermedad, produce una auténtica devastación. Y estos ramalazos de poder se advierten también en la Iglesia. No vale decir que también en otras instituciones, y en mayor número. Hay que descartarlos en cualquier estamento; y en las instituciones religiosas y académicas, con más apremio. (Seguir leyendo)

Compartir