Guire Poulard: “Tras el terremoto, la Iglesia afronta una nueva realidad”

Entrevista con el nuevo arzobispo de Puerto Príncipe (Haití)

JOSÉ MIGUEL DE HARO, C.Ss. R | Haití acaba de estrenar presidente. El 14 de mayo fue investido Michel Martelly, de quien se duda que tenga capacidad para responder al desafío de reconstruir un país que lleva más de un año entre escombros, pero también al que los haitianos han considerado el más libre, el menos vinculado a las élites que han hecho de esta nación la más pobre de América. En este clima social ha tomado recientemente posesión de la Archidiócesis de Puerto Príncipe (vacante desde la muerte del anterior arzobispo en el terremoto de enero de 2010) Guire Poulard.

Hay algo en él de Juan XXIII y del Hermano Roger de Taizé. Tiene fama de buen administrador y se sabe que ama el campo, la agricultura. Siendo obispo de Jacmel, alguien lo confundió con un obrero de la huerta.

– ¿Cuál será su prioridad pastoral?

Poulard, con José Miguel de Haro

– Volver a unir la Iglesia. Desde el terremoto, hay una dispersión de las comunidades. La gente ha tenido que dejar sus barrios y refugiarse en otros lugares. Los sacerdotes ahora viven alejados de su comunidad y de sus fieles. Es prioritario volver a formar y reunir las comunidades. Otra prioridad es conocer a las personas, a los sacerdotes, a las comunidades de religiosos y religiosas. He estado como obispo 21 años en Jacmel, 22 meses en Les Caiyes, y ahora llego a Puerto Príncipe. Para mí, es muy importante conocer a las personas. Quisiera que estudiáramos juntos la línea pastoral a seguir y elaborar un plan global para la diócesis. Tras el terremoto, la Iglesia afronta aquí una nueva realidad y es necesario tenerla en cuenta.

– El pueblo haitiano reza mucho, es muy espiritual. Pero, ¿ha prestado la Iglesia haitiana la misma atención a una educación en la solidaridad, en el compromiso con el prójimo?

– Ciertamente, el pueblo reza mucho, pero es necesario educar el sentido de la oración. Reza de una manera individual. Pide el milagro para uno mismo, pero falta el sentido comunitario. Espera todo de Dios: salud, el visado americano, un matrimonio, un hijo, aprobar los exámenes… Una oración que, incluso, tiene una dimensión mágica, por eso las sectas protestantes suman tantos fieles. Pero el sentido comunitario de la oración no está presente y hay que incidir en esa dimensión.

– Los religiosos y religiosas de Puerto Príncipe le han acogido en la fiesta de la Encarnación. ¿Ha sido así porque quiere realizar una pastoral de aproximación al que sufre, de encarnación?

– Sí, claro que sí. Quiero desarrollar una pastoral de encarnación. Vengo de una familia muy humilde de campesinos. Y Dios se ha encarnado, Jesús ha tomado cuerpo para salvarnos. Sí, definitivamente, será una pastoral de encarnación.

Denunciar la corrupción

– La corrupción en Haití está presente en todos los ámbitos, no solo en el político, también en la administración pública, en la enseñanza, la construcción, la policía… [“También en la Iglesia”, me corta…]. En una situación así, ¿qué rol moral puede desarrollar la Iglesia?

– Para frenar la corrupción, el primero que debe jugar su papel es el Estado. Pero también la Iglesia debe iluminar y sanar las conciencias, librarnos del veneno de la corrupción que frena el desarrollo del país. La corrupción es fuente de grandes injusticias en Haití. Dinero que debería destinarse a la educación, la sanidad, las infraestructuras… se desvía a otras manos. Y un país corrupto no puede desarrollarse. El rol de la Iglesia es denunciar y también indicar el camino, enseñando lo que se debe hacer y lo que no, pero dando ejemplo. Muchos países que funcionan bien tienen corrupción, pero no tan grave como en Haití. Hay que mostrar ejemplos, animar a la gente a actuar honestamente.

En el número 2.754 de Vida Nueva (entrevista íntegra para suscriptores).

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